Rosemarie -o como prefieren que le llamen-, Rose, tiene el corazón roto después de que su ex-novio le pide matrimonio a otra mujer. Su amiga, Lissa, se lleva a Rose a un viaje a Portland. Mientras estaba allí, a Rose la secuestran a punta de pistola...
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PDV Narrador
Christian se movía de un lado a otro sirviendo tragos. Era su sexta semana trabajando en ese lugar, y ya se había adaptado a él.
Las luces neón decoraban el lugar y los reflectores de colores chocaban con su rostro, pero en la primera semana Christian había sido capaz de ignorarlo y realizar su trabajo perfectamente.
El trabajo lo había tomado principalmente por la necesidad de conseguir una entrada extra de dinero. No era por el hecho de necesitarlo exactamente, era más para ser capaz de comprar algo lo suficiente grande para la idea que tenía planeada para su aniversario con Lissa.
Aun cuando ese trabajo le traía problemas con su chica, él pensaba que valía la pena, pues esto iba a dejar una recompensa grande para él.
Cómo en cada noche del viernes, el lugar estaba abarrotado de gente. Mujeres jóvenes que buscaban divertirse o un poco de compañía, hombres saliendo de su trabajo con la necesidad de un trago antes de volver a casa, y hombres jóvenes que buscan compañía de las mujeres lindas que se presentaban al lugar.
Esa noche, Christian era encargado de atender la barra. Y cuando un hombre joven, cerca de sus 25 se sentó en la barra, él rápidamente se acercó a atenderlo.
— ¿Que le sirvo? —preguntó Christian, mientras limpiaba un vaso con un pañuelo.
— Un whisky —respondió el hombre.
Christian rápidamente se puso manos a la obra, colocando el vaso frente al hombre, y alejándose a atender a otros hombres que recién se iban sentando al otro extremo.
Adrian tomó de su whisky, mientras observaba a su objetivo servir más tragos. Robert se acercó por detrás y tomó asiento junto a él.
— ¿Está seguro de esto? —preguntó.
Adrián bebió del vaso.
— ¿Tu amigo está listo? —preguntó Adrian.
— Si, tiene todo preparado en uno de los salones privados —afirmó.
— Bien. Esperen una hora y ejecutan el plan —ordenó Adrián, mientras llamaba la atención de Christian, justo en el momento en que Robert se alejaba.
Adrian bebió unos tres tragos más hasta que la hora paso. Era cambio de turno, así que Christian fue relevado por una de las meseras, compañera de él, y se encargó de servir tragos a los cuartos privados, donde solía haber tubos y mujeres bailando para hombres, vistiendo escasa ropa.
No le gustaba mucho eso, pero no tenía de otra, era su trabajo, y era para un fin.
Adrián se encargó de servir y atender en cada habitación como era debido. Todas las habitaciones decoradas con sillones pegados a la pared y un suministro de hielo y bebidas que él se encargaba de mantener, para la comodidad del cliente.
