La señora Hermelinda finalizó dándome la lista de documentos que debía llevar, además de pedirme que mañana mismo me presentará con un cuaderno y una pluma para que no siguiera atrasando e en las clases. Durante la comida le informé de la noticia a Jerry, quien se mostró bastante nervioso, pero no podía negar que yo también lo estaba. Apenas acababa de oscurecer cuando yo ya me encontraba acostada. Quería descansar bien, pues tendría que despertarme muy temprano, pero los nervios no me permitían conciliar el sueño. Así que terminé dando vueltas por la cama hasta altas horas de la noche. Había programado el despertador dos horas antes de la entrada. Quería asegurarme de tomarme mi tiempo para estar realmente lista. Me di una ducha rápida, y opté por ponerme una vestimenta presentable: un básico pantalón de mezclilla y la única blusa blanca que tenía, la cual se abotonaba al frente. Me pareció un conjunto perfecto para la ocasión estudiantil. Me peiné y maquillé un poco para finalmente terminar. Al salir de casa Jerry se aseguró de haber dejado bien cerrada cada una de las ventanas, así como la puerta principal, tal vez con más enjundia de la necesaria. Mientras caminábamos por las calles no pude evitar permanecer mirando en todas las direcciones de manera recurrente, pues me preguntaba si aquel joven aún me seguía. Pero al parecer no era así.
Cuando llegamos a la escuela yo ya podía sentir los latidos de mi corazón desbocarse. Sentía unas fuertes emociones contradictorias ante el ambiente nuevo y hostil al que iba a enfrentarme. Nos dirigimos enseguida con la orientadora Hermelinda, quien ya nos esperaba.
—De acuerdo, me parece que todo está correcto —nos sonrió una vez que revisó mi documentación—. Solo hacen falta un par de copias del acta de nacimiento. Ya por la tarde pueden comprar el uniforme. Por lo pronto te ubicaron en el salón 27, está en el tercer piso —me explicó.
—Gracias —me levanté de mi asiento. En mi rostro de empezaba a dibujar una sonrisa nerviosa.
—Espero no verte por aquí Ámbar —bromeó con tono amable.
Reí aun más, captando el chascarrillo, pues era la oficina de orientación, era obvio que no quería ahí mi presencia por causas de mala conducta. Me tendió la mano como gesto de despedida, la cual tomé para estrecharla de manera apresurada con la esperanza de que la mujer no captara el ligero temblor en mi extremidad. Y si lo notó, fue lo suficientemente costes como para no mencionarlo.
—Gracias señorita Hermelinda. Qué pase buenos días —habló mi padre amablemente al salir por la puerta.
Lancé un suspiro tembloroso al momento que tomaba aire fresco.
—¿Quieres que te acompañe o…? —me preguntó Jerry dejando la pregunta inclusa, devolviendo mi atención hacia él.
—Oh no —le respondí enseguida. No podía imaginar algo más socialmente vergonzoso a que tú padre te fuese a dejar hasta el salón a esta edad. Lo que menos quería era que estas personas creyeran que necesitaba de cuidados especiales—. Yo puedo sola, gracias.
—¿Segura? ¿No sientes nada… extraño por aquí? —bajó aún más el tono de voz, luciendo misterioso.
—No, papá —dije mirando al suelo.
—Bien —suspiró—. Cualquier cosa ve a la oficina de la orientadora o márcame, vendré enseguida.
Asentí.
—¿Paso por ti a la salida? —preguntó.
Ni siquiera mamá era tan paranoica a la hora de la escuela.
—Como gustes —respondí.
—De acuerdo —me dio un rápido beso en la frente—. Buena suerte hija.
Volví a asentir, esta vez con una sonrisa, feliz de terminar con esta incómoda situación. Miré cómo papá se alejaba a paso lento hacia la salida principal. Una vez que desapareció de mi campo de visión, me apresuré a ubicar las escaleras para poder llegar al tercer piso. En el trayecto había un poco de alumnado por el patio, pero nadie me observó con demasiada atención, presentí que solo era por que no llevaba el uniforme. Al encontrarme en el pasillo le pregunté a la primera joven que se me puso enfrente la dirección hacia el salón 27. Pude ver su expresión extrañada cuando me dirigí a ella, pero aun así me respondió. Caminé guiada por sus indicaciones. Pronto encontré la puerta color mostaza con el número que buscaba. Me paré frente a ella, que para ese momento me pareció bastante firme y amenazante, y me tomé unos segundos para normalizar mi respiración, la cual estaba acelerada seguramente por subir tantas escaleras y por el ajetreo emocional. Cuando sentí que mis piernas ya no temblaban, o por lo menos ya lo tanto, me decidí por tomar la agarradera y empujarla. Rechinó un poco, pero adentro había suficiente bullicio como para que no fuera un sonido tan notorio. No todos se volvieron hacia mí, solo los que no estaban haciendo nada y tenían la mirada medio perdida fueron a los que el nuevo movimiento les llamó la atención. A los demás, los que estaban demasiado entretenidos con sus charlas de risas y ademanes fuertes, no fueron capaces de notarme. El escritorio frente al pizarrón blanco estaba vacío, aún no había ningún profesor. Pará no tener que sentirme como una estúpida desfilando frente al grupo entero, decidí tomar el asiento libre que estaba más cercano a mí. Justo era de los del frente de la segunda fila. Algunas personas me siguieron con la mirada. Saqué mi teléfono para ignorarlos y lo sentirme tal sola.
Minutos después un fuerte golpe me hizo brincar en mi asiento y levantar la cabeza rápidamente. Alguien había entrado al salón con movimientos bruscos, exclamando una risa estridente y burlona, pues bien sabía que había espantado a varios. Él me miró, pues era la persona que estaba más a su alcance. Enseguida sentí que mi estómago daba un vuelco gracias al nerviosismo, pues vaya que lo reconocí.
—¡Hey! —exclamó—. ¿Ya llegó el pinche maestro?
Me quedé atónita por unos segundos. El tono de confianza en su voz me había desconcertado bastante.
—Si, te estoy hablando a ti, bruta —sonrió.
Era el joven de tez morena y actitud problemática que me había topado por primera vez en la oficina. Se llamaba Mario, si no mal recordaba su nombre. Se dirigía a mí como si fuéramos buenos amigos desde hace ya varios años.
—mmm, no —titubeé.
—Genial. ¡Vente ya! —se volteó hacia el pasillo exterior—. Aún no llega.
Volví la vista hacia el teléfono de nuevo, no quería volver a tener contacto con otra persona con su misma personalidad, como lo debían ser sus amigos, o a quien fuera que le estuviera hablando. Pero quien ingresó a sus espaldas si que fue toda una sorpresa. Antes de verlo yo ya lo sabía, podía… sentirlo en mis venas, justo en la manera en la que la adrenalina y el miedo me llenaban hasta erizar el vello en mis brazos. Levanté el rostro lentamente y con la mandíbula algo tensa. Alcancé a ver como Mario pasaba frente a mí, con esos movimientos enérgicos y llenos de seguridad, sin siquiera mirarme, como si nada hubiera pasado. Pero su amigo de lentes y cabello rizado si se quedó congelado justo en la entrada, viéndome fijamente. ¡Carajo, claro que él también lo sentía! No había manera de que no pudiera percibir algo tan fuerte. ¿Acaso él también me temía?
—¡Vamos wey! —exclamó Mario al ver que no lo seguía, pero no tardó mucho en percatarse de la extraña situación—. ¡Oh vamos! —aulló, atrayendo la atención de más espectadores—. Solo es una compañera nueva. Si sabes que no muerde, ¿no?
Ninguno de los dos respondió. Yo muy apenas y pude mover los ojos para mirar al impertinente de Mario.
—¡Diablos Dany! —se acercó a su amigo para tomarlo por los hombros—. Ven vamos, te mostraré.
Empezó a empujarlo hacia mí dirección. Me pregunté si correr sería una reacción muy horrible, pues realmente tenía ganas de hacerlo.
—¿Cómo te llamas? —preguntó el extrovertido.
—Am-Ámbar —tartamudeé, seguramente porque sentía que el corazón me estallaría en el pecho en cualquier momento. No podía con tanto, estaba demasiado cerca, casi tocando mi pupitre. Fue entonces cuando noté que por alguna extraña razón presentía que él joven misterioso tenía intensiones de hacerme daño.
—Muy bien Ámbar. Él es mi primo Daniel, pero todos le decimos Dany. Y al parecer le gustas, por que se quedó tan tieso como su pito —le picoteó el brazo con un dedo mientras reía.
Ese comentario no me lo esperaba y no pude evitar ruborizarme, pues gente a nuestro alrededor había soltado algunas carcajadas. Pero yo sabía que no era algo así, alguien tan burdo como Mario no comprendería que este tema no era nada referente a lo sexual. Ninguno de nosotros sentía atracción, si no miedo el uno del otro. Cosa de la que debía descubrir el motivo, o iba a volverme loca.
Lo que ocurrió después me dejó sin palabras, pues Daniel levantó su brazo lentamente, y sin decía una sola palabra, hasta extenderlo frente a mí. Le importó un carajo si su mano temblaba notoriamente, él quería que se la estrechara como saludo. Dudaba en tocarlo. ¿Por qué pensaba que Daniel quería agredirme físicamente? A leguas se veía que no lograba matar ni a una mosca.
—¡Vamos Ámbar! No lo dejes así —Mario animó el asunto.
«¡Con un demonio!» Pensé, llenándome de valor. Yo era la que tenía un antiguo ente poderoso en mi cabeza. Yo había vencido a mis enemigos con mis propias manos en posesión de él. Yo no era débil. De un rápido zarpazo tomé su mano para apretarla entre la mía con firmeza. Mario aplaudió, siendo imitado por los demás que disfrutaban del bien show. Pude notar como Daniel se estremecía. Igualmente sentí una punzada en el estómago, lo que me hizo soltarlo enseguida. Me pregunté si era acto de Nahuael, o de mis instintos, igualmente pude percibir el aviso de que jamás debía volver a tocarlo.¿Cómo van con sus teorías? ¿Alguien ya tiene alguna? :3
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Cuidado con las sombras [Ámbar] Libro #2 <TERMINADA. BORRADOR>
ParanormalDespués del caos y terror que ha pasado Ámbar, está dispuesta a iniciar una nueva vida. Pero ¿Podrá lograrlo? ¿O las sombras del pasado lograrán alcanzarla? 🧡LIBRO #2 *Terminada [El libro #1 *Terminado lo puedes encontrar en mi perfil]