Capítulo XXXIV

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Hola :c les quiero pedir una disculpa por no actualizar, el trabajo y las fiestas me estaban volviendo loca.
Ya volví ❤️ los amo, tengan un hermoso año nuevo, les deseo lo mejor!

Nuestra cara fue la viva expresión de horror. No tardamos más de un segundo en dar media vuelta y echar a correr. Mi cuerpo se llenó de una adrenalina amarga y ácida. Intenté gritar, pero mi garganta parecía sellada, solo lograba emitir sonidos afónicos. Podía escuchar cada latido de mi corazón martillándome en los oídos, casi como si me estuviera haciendo un conteo de mis últimos segundos de vida. No podía pensar ni reaccionar, sólo sabía que debía huir. Recordaba vagamente que Nahuael me explicó que había dejado su magia esparcida en los humanos que le seguían de manera más fiel, pero por mi mente jamás cruzó la idea de toparme con alguien más que no fuera Olga y Jazmín. No pude evitar creer que ellas dos estaban detrás de todo esto, no debían ser las únicas en querer conservar sus poderes y eliminar a Nahuael. Seguramente les habían dicho donde estaba, y al fin me habían encontrado.
No pude avanzar más que un par de metros cuando empecé a ver la tétrica sombra de sus alas extendidas dibujadas en el pavimento, demasiado cerca de mí cabeza. Estaba a punto de pescarme, lo sabía. Casi podía imaginar cómo me arrancaría los ojos para dejarme fuera de combate y matarme, como lo habían hecho con María. Sin previo aviso, la figura de Daniel me interceptó por un costado, golpeando e con fuerza hasta hacerme caer al suelo. Sentí el duro impacto cuando mi brazo derecho y cadera empezaron a arder. El cemento parecía hervir gracias a que el sol le pegaba directo. Daniel medio cayó sobre mí, no pude más que servirle de colchón, justo unos segundos antes de que el ave pasara a la altura de mi cabeza con las garras expuestas.

—¡Vamos, rápido! —exclamó, pegándome de empujones hacia el carro estacionado que teníamos más cercano.

Gracias a que mi mente estaba bloqueada por el terror, tardé un poco en darme cuenta que era lo que intentaba. Cuando reaccioné, el búho ya volaba en picada directo hacia nosotros. No pude mas que meterme bajo el vehículo con movimientos torpes boca abajo y arrastrando las piernas. Daniel me siguió enseguida. Los dos terminamos ahí escondidos y agitados. Miraba hacia todos lados con los ojos llenos de pánico, buscaba a ese maldito animal. Tenía el cuerpo bañado en sudor y el estómago revuelto hasta casi sentir que vomitaría. El rostro de Dani se encontraba color cereza, casi podía jurar que lloraba bajito. Un grito proveniente de mis labios fue el sonido que rompió la tensión. Había sentido como algo me rasgaba la tela del pantalón a la altura de la pantorrilla, alcanzando a llegar hasta mi piel. Recogí las piernas por acto de reflejo y me volví de lado rápidamente, justo para alcanzar a ver como las patas del búho aún intentaban alcanzarme por un costado de una de las llantas traseras. Mi compañero pataleó, pegando de gritos, intentando ahuyentar al animal, pero era inútil, ya que también hacía por alcanzarlo para poder herirlo. No tarde demasiado en sentir el líquido caliente empapándome la pierna. Con la mente nublada, bajé la mano hacia donde percibía las punzadas. Mi palma regresó cubierta por un líquido rojo y brillante, mi sangre. No pude más que soltarme a llorar, acompañando a Daniel en su llanto. Terminamos hechos rosquita en el centro de nuestro refugio, intentando esquivar los ataques del ave, que se limitaba a meter las garras por los costados.

—¡Zuzú! —aulló Daniel sin previo aviso—. ¡Zuzú, ayúdame!

Creí que ya se estaba volviendo loco, pues no había nadie que pudiera ayudarnos en este momento, menos contra esto. ¿Cómo le explicaba a este pobre chico que iba a morir por la culpa de mis góticas riñas familiares? Dany continuó repitiendo una y otra vez la palabra “Zuzú” de manera susurrante, casi como si rezara. Se sostenía las orejas con ambas manos y cerraba los ojos con fuerza. No tarde mucho tiempo más en darme cuenta el por qué. Un fuerte zumbido grueso atacó mi cabeza. No pude más que evitarlo, aún que fue inútil, ya que no provenía de algo externo, parecía que una trompeta sonaba dentro de mi mente. Algo sacudió el vehículo. Grité, apretando los párpados. El zumbido desapareció de pronto. Sentí como la palma de una mano se apoyó en mi hombro, sacudiéndome ligeramente. Abrí los ojos con brusquedad, aún más espantada que antes, ya que todo parecía demasiado oscuro, como si se hubiese hecho de noche en un segundo.

—Ya llegó —Daniel apenas y movió la boca para hablar.

Entre abrí los labios para responder, pero mi compañero colocó su dedo índice sobre los suyos, indicando que no hiciera ruido alguno. Después, movió la mano, señalando hacia un costado. Le seguí casi por reflejo. En la rendija hacia el exterior alcanzaba a ver un par de pies que me hicieron temblar de pies a cabeza. Mis ojos se abrieron demasiado. La piel de las extremidades poseía un color negro brillante, casi podrían pasar por pies humanos, de no ser por que en vez de cinco solo tenía tres dedos que terminaban en punta. Fuertes punzadas atacaron mi cabeza. El terror helado, denso y sobrenatural me invadió. Aún sobre mi mente hecha trizas, la lógica me hizo entender que se trataba del ente que acompañaba a Daniel, a lo que Nahuael le tenía tanto miedo. Zuzú había llegado.

Cuidado con las sombras [Ámbar] Libro #2 <TERMINADA. BORRADOR>Donde viven las historias. Descúbrelo ahora