Capítulo XXXV

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Mi corazón golpeaba mis costillas con desesperación. Intentaba callar mi respiración, ya que era acelerada y violenta y no quería llamar su atención. Ella debía ser el ente que poseía Dany. Podía empezar a comprender por qué Nahuael le temía, pues al parecer ella sí podía andar libre por ahí esparciendo su oscuridad sin tener que limitarse a la mente de su portador. ¿Acaso representaba una amenaza para él?
Enseguida escuché un rápido aleteo proveniente del exterior. Los pies de Zuzú desaparecieron al instante, al parecer había pegado un buen salto. El ave chilló y se retorció. Al parecer había logrado capturarlo. Un silencio total llenó las penumbras. Daniel y yo nos quedamos inmóviles, incapaces de mover un solo cabello ante tanta tensión. De un momento a otro, el cuerpo del búho cayó de golpe contra el pavimento, rompiendo el sepulcro así como mis nervios, haciéndome soltar un grito. Daniel colocó la palma de su mano sobre mi boca con brusquedad, apretándome con fuerza y causándome daño. Zuzú aterrizó junto al ave agonizante. Agazapada, solo lograba distinguir un terrorífico bulto moverse con agilidad. Su espalda no me permitió ver lo que hacia, pero si que pude escucharle. Sus garras rasgaron el pecho del animal, quien lanzó alaridos horribles, retorciéndose contra el pavimento. La sangre no tardó en comenzar a escurrirse entre las grietas del suelo, hasta llegar a los pies de Zuzú. Le metió la mano entera en el interior de la herida, hasta nosotros llegó el sonido de sus huesos crujiendo y entrañas desgarrándose. Mientras el búho aún estaba con vida, le arrancó el corazón, terminando con esta. Su cuerpo quedó desparramado e inerte, con las alas extendidas. Zuzú se volvió un poco, dedicándonos su perfil. Sus largos cuernos negros y las líneas doradas que surcaban su rostro nos dieron una visión tan majestuosa como diabólica. Como parte del último acto de esta tétrica obra, Zuzú levantó el corazón del animal, que aún sostenía en sus garras, y se llevó hacia el interior de su boca. Pude apreciar como reventó el órgano entre sus dientes. El líquido vital que aún le quedaba escurrió por sus mandíbulas. Ella lo devoró como si fuese el más exquisito de los manjares. Ella comía corazones de Nahuales. Justo cuando tuve ese pensamiento, Zuzú se volvió hacia mí. Sus ojos fijos y brillantes me hicieron pegar una sacudida gracias a su intensidad. Ninguna de mis extremidades había chocado con la figura de Daniel. Una señal de alerta me pinchó el cerebro, él ya no estaba más a mi lado. Había estado con la mente tan eclipsada mirando tal escena grotesca que no me percaté en lo más mínimo de que mi compañero me había abandonado. El miedo se intensificó en mi interior, ya ni siquiera podía respirar, los pulmones empezaban a arderme. Me sostuve la cabeza, cerrando los ojos con mucha fuerza. Era incapaz de seguir mirándola por un segundo más sin sentir que perdería la poca cordura que me quedaba. En el momento en el que sentí que algo me pescó por los tobillos y tiró de mí para sacarme debajo del carro, empecé a aullar como una completa loca.

—¡Ámbar! —me llamaba, intentando sostenerme de las muñecas para librarse de mis golpes.

Enseguida reconocí esa voz. Cuando abrí los ojos fue como si simplemente despertara de una horrible pesadilla. Entre borrones, gracias al llanto en mis ojos, pude ver el rostro de Daniel sobre mi cabeza y a contra luz, ya que me cubría de los rayos del sol.

—Eh, ya pasó —me sostuvo por las mejillas—. Todo está bien.

No podía salir del shock, no quería ni moverme. Empecé a girar los ojos en todas direcciones. De nuevo era de día. Me encontraba tirada a media calle como si me hubiese desmayado. A unos metros de mí, estaba la figura del ave desmembrada, como si la hubieran atropellado. Me levanté con lentitud, hasta lograr quedarme sentada y sin quitarle los ojos de encima a Daniel.

—¿Qué fue eso? —le pregunté con un susurro.

—Fue Zuzú —explicó. Sentí escalofríos solo de volver a escuchar su nombre—. Ella ha estado conmigo desde… que nací, supongo. Pero solo habita en ese extraño mundo de pesadillas, es la única manera en la que puedo verla, no cruza a este mundo. Sin embargo, lo que hace ahí adentro, si que afecta —volteó a mirar el cuerpo del búho.

Escuché todo con atención y expresión boquiabierta, intentando encontrarle sentido. No pude evitar preguntarme en que momento me había logrado ingresar a su pesadilla sin que me diera cuenta la noche de la fiesta, tal vez se lo debía a que estaba bajo los efectos del alcohol, pues Alberto nunca pudo verla. Y estaba segura de que se trataba de ella. Este acontecimiento abría un sinfín de puertas. Zuzú era un espíritu antiguo, justo como Nahuael. Quien sabe cuántos más abría, por ahora, no tenía duda de la existencia de dos.

—Zuzú —repetí—. Ese nombre suena algo tierno para algo de su talla, ¿no crees?

—No se si realmente así se llame —bajó la cabeza, pensativo—. Supongo que es un apodo que le puse desde pequeño.

—Espera… —se me secó la garganta ante lo que estaba descubriendo—. ¿Me estas diciendo que no sabes su nombre?

Negó con la cabeza, mirándome a los ojos.

—¿Por qué no? —insistí, torciendo un poco el gesto, temerosa de su respuesta.

—Ella no puede decírmelo.

Daniel era su portador, al igual que yo lo era de Nahuael. Esa similitud era lo que nos atraía y nos hacía temernos tanto. Zuzú también quería llegar a este mundo, pero alguien se lo estaba impidiendo con él mismo hechizo que me habían colocado. Daniel también estaba maldito. No pude evitar sentir sentir que mis tías tenían algo que ver con todo esto.

Cuidado con las sombras [Ámbar] Libro #2 <TERMINADA. BORRADOR>Donde viven las historias. Descúbrelo ahora