Capítulo LXIII

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—¿Pero que demonios es eso? —susurró Daniel atónito y sin poder cerrar la mandíbula mientras miraba a Nahuael.

—Es el mío —le expliqué rápidamente—. Así como tú tienes a Zuzú, yo lo tengo a él.

Al instante Zuzú se lanzó contra Nahuael llena de fiereza. Rodaron por el bosque hasta estrellarse contra unos árboles, los cuales cayeron al suelo gracias al impacto. Ambos parecían un par de animales salvajes peleando. Zuzú era ágil y veloz, pero Nahuael la superaba en estatura y fuerza física. Sería una gran riña, pero no parecían dispuestos a parar hasta que uno terminara sin vida. Como respuesta ante tanta violencia, Dany y yo pegamos un grito al mismo tiempo sonando como un par de niños asustados. Las potentes descargas de adrenalina me hicieron olvidar pronto mi cuerpo adolorido y me levanté como rayo.

—¡Hay que huir! —le grité mientras tiraba del brazo de mi compañero.

Intentar detenerlos sería inútil. Ellos parecían estar dispuestos a acabar con todo el bosque de ser necesario. Debíamos escondernos o podríamos salir heridos. Cualquiera de las dos creaturas podía usarnos como rehenes contra su contrincante. No teníamos caída en una pelea de dioses.
Ya llevamos un buen tramo corriendo. Empezábamos a quedarnos sin aliento y los pulmones nos ardían, se podía notar en nuestras respiraciones agitadas y adoloridas. Pero no podíamos parar, debido a que ellos seguían avanzando hacia nosotros. Un dolor ardiente me hizo detener al momento que caía al suelo. Fue tan potente que hice caer a Dany junto conmigo. Me llevé ambas manos al costado derecho mientras lanzaba alaridos horribles. Las punzadas provenían justo desde la altura de mis costillas bajas.

—¿Qué te pasa? —inquirió Dany. En su expresión se notaba que estaba horrorizado por mí sufrimiento.

No me pude responder con palabras coherentes. Me hubiera encantado conocer la respuesta, pero en mi cabeza solo había espacio par aúna cosa, el fuego invisible que me quemaba con saña en aquella zona. Enseguida sentí un líquido caliente y viscoso escurrir entre mis dedos. Entre la agonía levanté las manos para mirarlas y me topé con que estaban manchadas en su totalidad por un tinte rojo vivo. Estaba terriblemente herida.
Nahuael apareció de entre los arbustos. Con la expresión fría se dirigía hacia Daniel, quien comenzó a temblar. El chico titubeaba, pues su instinto le decía que continuará huyendo, pero no quería dejarme sola. El Demonio también parecía bastante maltrecho por lo palea, en especial por la manera en que su túnica estaba desgarrada por el costado derecho, lugar de donde se podía ver empapado en una agua negra…

“Si te hieren a ti, lo harán a mi también. Estamos unidos“ recordé una de las explicaciones que me había dado. Fue cuando entendí todo. Al parecer también funcionaba a la inversa. Su piel con apariencia de corteza y madera ya comenzaba a sanar. Por el contrario yo no corría con tanta suerte, debido a que no tenía una habilidad tan útil como esa. Él no estaba viniendo por mí para salvarme, si no que deseaba alcanzar a Dany para arrancarle la cabeza, pues así acabaría con Zuzú definitivamente. Desafortunadamente yo no podía permitirlo. Una idea chispó en mi mente como un relámpago. Actúe por impulso, siendo lo suficientemente rápida como para actuar antes que Nahuael. De un zarpazo tomé a Dany del brazo. Enseguida volteó hacia mí velozmente y con los párpados bien abiertos. Necesité juntar lo poco que me quedaba de cordura para dejar de berrear como un animal agonizante. Entre abrí mis labios, los cuales me temblaban a causa del temor y esfuerzo. Iba a utilizar mi última oportunidad y aliento.

—Miktlan —susurré la palabra de salida.

El desconcierto se dibujo en los ojos de mi amigo, pero ya era demasiado tarde para que él pudiera reaccionar, pues desapareció en una fracción de segundo.
La figura de Zuzú apareció al fondo, pero se detuvo de golpe al sentir que la presencia de su pequeño ya no estaba. Ella me miró directamente a la cara. La demonio me dedicó una media sonrisa levantando solo una de las comisuras de su boca mientras se desvanecía. Si Daniel salía al mundo de los vivos ella también lo haría. Había liberado a la enemiga de Nahuael.
El cuello dejó de sostenerme la cabeza y terminé con el cráneo echado sobre el pasto. Intenté volver a pronunciar la palabra que tanto ensayé, pero solo lograba emitir balbuceos de dolor.
Nahuael me miraba boquiabierto. El enojo se hizo presente en su expresión. En vez de acercarse a mí dio media vuelta lentamente y se alejó hasta perderse entre el bosque completamente decepcionado.
Mi vista cada vez se tornaba más borrosa. Un frío gélido me atacó el cuerpo. Estaba perdiendo mucha sangre. En menos de un minuto me encontré desmayada.
Mi alma se encontraba en paz, pues había logrado mi cometido. Daniel había salido sano y salvo como se lo prometí a Laura. Sin embargo, sabía con certeza el destino que me esperaba. Estaba en la boca del lobo. En cuanto los nahuales notaran que la temible Zuzú ya no estaba en sus territorios vendrían a buscarme. Muy pronto quedaría presa de sus garras. ¿Volverían a intentar liberar a Nahuael? Después de todo, esa siempre había sido su meta.

Cuidado con las sombras [Ámbar] Libro #2 <TERMINADA. BORRADOR>Donde viven las historias. Descúbrelo ahora