Capítulo LVIII

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—Oh, Jerry, llegaste más temprano, creí que le darías tiempo a la niña de comer —Jazmín caminó hasta donde estaba para agacharse a mi lado.

Miraba de un lado a otro parpadeando con rapidez. Mi cabeza estaba tan confundida que me causaba punzadas dolorosas. Gracias al entorno, una parte de mí me decía que mi padre estaba muerto, pues su funeral había sido efectuado hace apenas un par de días; pero Olga y Jazmín actuaban como si eso jamás hubiera pasado, lo cual me hacía recordar a duras penas la manera en la que habíamos logrado escapar de ellas y que vivíamos juntos en una ciudad diferente.

—No, no tenemos tiempo —mi padre meneó la cabeza con una expresión desdichada—. Pónganla sobre la mesa.

Antes de que pudiera reaccionar o comprender sus palabras Jazmín pasó ambos brazos por debajo de los míos para levantarme de un jalón. Pegué un chillido al sentir las manos de Olga encajándose en mis tobillos mientras le ayudaba. Jerry barrió la mesa con sus manos en un movimiento veloz y ágil arrojando todos los platos y vasos al suelo. El impacto fue violento y rompió la vajilla un segundo antes de que me aventaran sobre la superficie. El golpe en la nuca me dejó aturdida por un corto tiempo, pero fue el suficiente como para que las hermanas me tomarán brazos pies para hacerme firmes amarres con una gruesa soga. Aún con la vista borrosa pude ver a mi padre frente a mí situado justo en el lado donde quedaban mis piernas colgando.

—Lo siento, Ámbar, todo será por tu bien —comenzó a hablarme—. Sé lo que es mejor para ti. Solo así podremos liberar a Nahuael, esto es necesario, debiste aceptar que lo hiciera tú amigo. Cierra los ojos, pequeña.

Mi corazón golpeó con fuerza mi pecho al percatarme de que se estaba desabrochando el cinturón. Alberto me lo había confesado, tenía que dejar de ser virgen para que pudieran hacer cierto ritual desconocido. Comencé a gritar por auxilio al momento que me retorcía para escapar, pero mis tías no me dejaban caer de la mesa.

—Por favor, no dejan que me haga esto —les suplicaba entre sollozos.

Ni si quiera sabía por qué me esforzaba si sabía con certeza que ambas mujeres eran unas escorias. Jazmín se hartó de mis gritos, así que me colocó una mano sobre mis labios en un intento por acallarme. Mis movimientos violentos hicieron que un par de sus dedos enteran en mi boca, acto que aproveché para causarle daño encajándole mis dientes con toda mi ira acumulada. La mordida fue tan fiera que mi lengua enseguida se llenó de un sabor amargoso a óxido. Jazmín se lanzó hacia atrás exclamando un alarido mientras tiraba de sus dedos, pero me negaba a soltarle. Solo hasta que Olga me pegó una fuerte cachetada pudo deshacerse de mí. Ahora que una de mis tías ya no me bloqueaba el paso me dejé caer hasta el suelo evitando así que Jerry me despojara de mis pantalones. Me golpeé la barbilla y mi labio inferior se rompió causándome mucho dolor, pero solo así fue como comprendí todo. Justo esa misma sensación de horror ya la había sufrido antes. Yo ya había probado la ácida sangre de Jazmín mientras la mataba a mordidas y arañazos como si fuera un animal salvaje mientras estaba poseída. Todo esto ya había ocurrido, con la ligera variante de que ahora Jerry estaba de su lado y no peleando en su contra, formando así un trío infernal. El peor trauma de mi vida se estaba mesclando con mis más profundos temores, todo después de que esa maldita serpiente me había arrastrado por el mundo de los muertos.
Olga se aproximó hacia mí con el puño en alto lista para golpearme y volver a posicionarme en la mesa de las torturas, pero en vez de defenderme o intentar huir cerré mis ojos con fuerza.

—Esto no es real —susurré.

Esperé por varios segundos, pero no recibí ningún impacto. Abrí la mirada de manera lenta para averiguar que había sucedido. Con sorpresa, descubrí que ninguno de los otros tres personajes estaban presentes. Me levanté con el cuerpo aún temblando desde las puntas de los pies hasta la cabeza. Todo había oscurecido súbitamente. Miré al exterior, parecía ser de noche. Me encaminé hacia la puerta con cautela, pues sentía que mis tías podían aparecer en cualquier momento para saltarme encima y atacarme como hace solo segundos. Tomé la manija y la hice girar en silencio. Del otro lado solo me recibió la fría nada oscura del mundo de los muertos. Salí al exterior creyendo que había vencido esa extraña alucinación que me había causado la serpiente, supuse que sólo debía encontrar a Mario y a Daniel para salir de ese maldito lugar, pero no tenía ni idea que lo peor estaba por venir.

Cuidado con las sombras [Ámbar] Libro #2 <TERMINADA. BORRADOR>Donde viven las historias. Descúbrelo ahora