Capítulo XXXVI

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—Ahora tu debes decirme que demonios era esa mujer —me pidió con cierta intensidad marcada en la voz— No creas que no noté que venía solo para hacerte daño.

Lo miré con los labios entre abiertos y la garganta seca. Daniel se merecía que le contara la verdad, después de todo, él me había salvado de nuevo, esta vez incluso de una muerte inminente. Pero no podía, mi boca se negaba a soltar palabra alguna. Pude sentir las frases atoradas en mi garganta. Mi pasado me quemaba el pecho. Decirle lo más mínimo desencadenaría un sinfín de preguntas, a las cuales no estaba lista para responder. ¿Qué haría Dany después de saber que estaba frente a una acecina? No querría acercárseme jamás, y yo necesitaba más de él. La moneda estaba en el aire. Miles de incógnitas habían surgido en mi cabeza desde que Zuzú apareció en el mapa. No pude más, era demasiado para un solo día. Me levanté con rapidez. Mis movimientos bruscos le causaron un susto, logrando que cayera sobre su trasero. Sufrí de un fuerte mareo, y mi visión se llenó, aún así me dispuse a echar a correr hacia mí casa.

—¡Ámbar! —pude escuchar que Daniel me llamaba mientras se levantaba.

No me detuve, ni siquiera a pesar de que tropecé un par de veces con mis propios pies. Mi compañero no desistió, y me siguió hasta lograr alcanzarme justo frente a mí casa. Con un ágil movimiento me tomó por el brazo, haciéndome girar hasta quedar de frente a él.

—No puedes escapar de mí —me vio a los ojos.

Su contacto, la ternura en su mirada marrón y la intensidad de sus palabras solo logró agitarme el corazón. Me maldije por dentro, regañándome por tal reacción. Me zafé de un tirón. La cercanía física con él era peligrosa, y no estaba permitida.

—No voy a desaparecer —dije, cerrando los párpados para evitar que me distrajera—. Pero aún no puedo decírtelo todo, necesito… tiempo.

—¿Pero me prometes que hablaremos después? —preguntó.

—Si, lo juro —asentí—. Pero ahora tienes que largarte —temía tanto que papá abriera la puerta en cualquier momento y descubriera tal escena. Seguro que junto con Alberto echaban al pobre Dany a paradas.

—Te-te veo mañana en la escuela —medio tartamudeó con nerviosismo.

Acto seguido se acercó rápidamente para darme un casto beso en la mejilla. Dio una media vuelta tan veloz y empezó a alejarse que no pude decir ni “pio”. La zona en el rostro se me quedó con una extraña sensación de hormigueo. Volteé hacia la casa enseguida, intentando averiguar si había sido descubierta, pero el lugar parecía en completo silencio. Me tomé unos segundos para tomar un respiro. Avancé hacia la puerta solo para descubrir que ya estaba abierta. Sobre la mesa había una nota de papá donde decía que habían ido por algo de comida. Suspiré de alivio. Tenía un poco de tiempo para darme un baño y arreglar el desastre de persona que parecía. El cabello revuelto, maquillaje corrido, el pantalón ensangrentado y el cuerpo lleno de sudor delataban todos los caóticos acontecimientos. Cuando llegaron yo ya me estaba dando una ducha. Podía escucharlos charlar y reír, tan felices de la vida, sin imaginarse lo que realmente estaba ocurriendo. Me apresuré a vestirme y a secarme. Mientras me acicalaba el cabello pude notar que mis manos aun me temblaban. No podía bajarme el nerviosismo. Si, ella había muerto, pero, ¿qué me hacía pensar que otras no me estaban buscando? Y justo así como la mujer búho, también iban a lograr encontrarme. Las vidas de papá y Alberto tal vez igualmente corrían peligro. Al salir, enredé la prenda manchada de rojo entre la toalla para que no fueran a verla. En cuanto salí al pasillo, ambos me dedicaron un saludo gustoso. Intenté responderles de la misma manera, disimulando. Antes de pudieran notar algo extraño, me apresuré a entrar a mi habitación. Me recosté un momento. Necesitaba calmarme, respirar. Pronto tendría que hacer una lista con todas las cosas que le ocultaba a papá, antes de que terminara por olvidarlas.
Me llamaron a la puerta para comer. Al sentarme a la mesa, me preguntaron como había estado mi mañana. Intenté responder con naturalidad:

—Nada importante —me encogí de hombros—. Solo clases aburridas.

Apenas y toqué mi plato. Mi apetito había sido reducido a cero gracias a mi estómago revuelto. El resto de la tarde me la pasé encerrada. Tenía tanto miedo de tan siquiera asomar la nariz. Sentía que otra bestia ya me esperaba tras la puerta de mi casa. La ansiedad me invadía cuando papá o Alberto se exponían solo a la banqueta. Mi amigo no se atrevió a mencionar lo del beso frente a Jerry, él seguía actuando tan normal como siempre. Seguramente no quería causar problemas con papá.
Esa noche me fui a recostar temprano. Después de tantas emociones amargas había terminado muy cansada. Sin embargo, en algún momento de la madrugada mi mente se vio atacada por pesadillas oscuras y difusas, tratándose de escenas de lo vivido con Zuzú esa misma tarde. Alcancé a tomar un poco de lógica, recordando que Daniel me había dicho que ella solo aparecía en una especie de sueños. Logré despertarme de golpe, con la respiración entrecortada y el llanto escurriendo por mis mejillas. Pará mí mala suerte, me topé con una visión horrible, la cual me hizo pegar un gran brinco sobre mi cama. Me eché hacia atrás, con los ojos demasiado abiertos y el corazón a punto de salírseme por la garganta. Justo ahí frente a mí estaba ella. Me paralicé por completo gracias al terror que me invadía el cuerpo. Pero Zuzú no hacía movimiento alguno, ni siquiera pestañeaba. Quien sabe cuanto tiempo llevaba ahí mirándome dormir de esa manera escalofriante e intentando entrar en mis sueños. Entreabrí la boca con mis labios temblando. Estaba justo por pegar un grito, cuando ella solo dio una lenta media vuelta silenciosa y empezó a caminar hacia la puerta. Todos sus movimientos eran cautelosos, casi como si no quisiera causarme más espanto. La miré atravesar la puerta cual espectro, por lo menos así sabía que no estaba completamente en este plano físico y realmente no podía hacerme daño. Pero antes de que desapareciera, volvió el rostro hacia atrás, dedicándome una última mirada. Pude notar su expresión aprensiva, casi como si quisiera que la siguiera. Esperé por varios minutos, para que el shock abandonará mi sangre. Cuidando de lo hacer mucho ruido, empecé a acercarme a la orilla de la cama. Bajé ambos pies con sumo cuidado. Tenía un miedo terrible. No sabía con exactitud qué quería mostrarme, y la última vez que la seguí, había ocurrido toda una catástrofe. Anduve de puntitas hacia la puerta, y cuando estaba a punto de abrir, unos pesados pasos atravesaron el pasillo. Me eché hacia atrás, asustada. Segundos después reconocí el ritmo de las pisadas, se trataba de papá. Lo primero que pensé fue que solo se había levantado para ir al baño, hasta que empezó a hablar.

—Ya es hora —avisó— Volveré antes de que salga el sol.

Me pegué a la puerta con el ceño fruncido. ¿A dónde iba Jerry en plena madrugada? No tuvo respuesta de nadie. ¿Con quién estaba hablando?

—No podemos tardarnos más tiempo. Mañana diré que iré a hacer las compras, me tardaré de más, es cuando debes aprovechar.

Mi pecho empezó a subir y bajar con violencia, gracias a mi respiración.

—Pero señor… apenas y la he besado.

Cuando escuché la voz de Alberto mi corazón se disparó. No estaba entendiendo absolutamente nada.

—Lo sé, pero los demás cuentan con nosotros… —se le cortó la voz—. No vayan a usar mi cuarto y no te atrevas a lastimarla en lo más mínimo, si me entero que la trataste mal te juro que te mato.

Se me secó la garganta. Papá no tenía ni un gramo de sarcasmo en la voz. Mis mejillas se llenaron de calor, casi podía jurar que estaban hablando de…

—Yo quiero a Ámbar señor, jamás me atrevería a…

—Si, si, no me importa —lo interrumpió—. Solo quiero que ocurra, y ya. Y prefiero que sea contigo, a con cualquier tipejo de esos que están en su escuela. Se que eres un buen niño.

A ese punto ya podía sentir los latidos de mi corazón golpeándome en las orejas. Esto era demasiado… ¿por qué papá le había dicho que no usáramos su habitación, y que no fuera a tratarme de mala manera? Realmente no lo podía creer. Todo parecía indicar que se estaban poniendo de acuerdo para que perdiera la virginidad, plan que involucraba a muchas más personas, ¿o a que se refería con que “contaban con ellos”? El llanto empezó a correr por mis mejillas. Las únicas personas en las que confiaba me habían destrozado. Yo no era un objeto el cual mi padre pudiera entregar. La ira inundó mi pecho en un segundo. Eso no se iba a quedar así. Yo ya no era más la pequeña que se la pasaba tras la puerta escuchando planes de sus enemigos y esperando su muerte en silencio.

Cuidado con las sombras [Ámbar] Libro #2 <TERMINADA. BORRADOR>Donde viven las historias. Descúbrelo ahora