Capítulo XL

226 60 14
                                    

Les prometí actualizaciones constantes y aquí la tienen :3 ❤️

De mi pecho salió un hondo suspiro. Un vaporoso bochorno empezaba a apoderarse de mi cuerpo, era lo que estaba a punto de hacerme despertar. Moví un poco mi cabeza, la cual se encontraba recostada sobre algo abultado, pero demasiado firme como para ser una almohada. Mi brazo descansaba sobre algo cálido y  que emitía un sinfín de delicados latidos. Me sentía particularmente cómoda. Un agradable olor inundaba mi alrededor, como a madera dulce. Fui entreabriendo abrí los ojos, somnolienta. Todavía tardé un par de segundos en captar la escena completa: No estaba en mi habitación. Este nuevo lugar parecía mucho mas lujoso que mi simple recamara, además la cama era demasiado acogedora. Pero lo que más me llamaba la atención era el sujeto que abrazaba, descansando a mi lado. Rápidamente le quité el brazo del pecho y me alejé de un brinco, movimiento que terminó por despertarlo. Nos miramos por una fracción de segundo, igualmente alarmados.

—Daniel —susurré su nombre.

Intenté levantarme, pero no podía estirarme con total libertad, pues me encontraba completamente enrollada en una gruesa cobija como si fuera un taco. La tela se cruzaba por debajo de mis brazos, cubriéndome hasta el tobillo. No habia absolutamente nada entre mi piel y la frazada.

—¿Pero qué…? —se me cortó la voz, llenándome el rostro de rubor en un instante.

Dany se incorporó de golpe, sentándose en la cama y alejándose aún más, casi como queriendo hacerme sentir lo más segura posible.

—¿No recuerdas que pasó anoche? —preguntó, mirándome con intensidad.

No pude evitarlo, mis ojos se abrieron de par en par. “¿Qué había pasado anoche?“ repetí en mi mente, intentando encontrar una respuesta. La respiración se me cortó, e imaginé los peores escenarios. Después de todo estaba ahí, en su cama, desnuda.

—¡No, no! Cálmate —exclamó apresurado—. Elegí mal las palabras de mi pregunta.

Me encontraba inmóvil. No me quedaba mas que esperar a que continuara.

—Ámbar —parpadeó con los labios entreabiertos, pensaba la mejor manera de explicarlo—. Justo antes de que amaneciera apareciste en mi puerta gritado como una loca —los recuerdos iban apareciendo en mi mente conforme hablaba—. No.. No podías ni hablar, y ya no traías nada puesto… Me espantaste demasiado, creí que habías muerto. No despertabas. Solo me dediqué a revisar que aún respiraras durante el resto de la noche. Te juro que yo ni siquiera te toqué…

Levanté una mano con gesto de que parara, interrumpiéndolo. Habían demasiadas cosas revoloteando en mi cabeza. La sensación de paz desapareció de golpe. Temía que Jerry y Alberto pudieran encontrarme. No quería que le hicieran daño a Daniel. Pobre chico. Pensé en solo levantarme e irme, él no tenía por que verse afectado. Pero por alguna razón mi instinto me había hecho venir a buscarlo.

—Gracias —susurré.

—Creo que me debes mas que eso —lanzó un pequeño bufido—. Si alguien me hubiera visto habría pensado lo peor y llamado a la policía. Ahora si necesito una explicación.

—Tienes razón —bajé la mirada, avergonzada por todo lo que le había hecho pasar.

—¿Alguien… intentó, o te hizo daño? —me preguntó.

Apreté los dientes. No estaba lista para esto. La rabia y el dolor volvieron a abrazar mi pecho como llamas ardientes. La herida aun era muy reciente.

—Si —respondí con los ojos ya cristalino —Mi papá…

La expresión de Dany cayó por completo. De reojo pude ver como apretó los labios.

—Oye… Si quieres, puedes darte un baño primero. Tal vez no te quede bien, pero te prestaré ropa, para que te sientas mas cómoda. Después de eso podemos hablar e ir a la policía o… no lo sé.

Asentí. También quería parecer presentable. Aunque sabia que la policía no podía ayudar en lo más mínimo, ya había pasado por todo ese proceso. Tenía que decirle la verdad a Daniel, después de todo, su Zuzú fue quien me habia ayudado. Era obvio que él no estaba entendiendo el rumbo de los acontecimientos pasados, pero ya lo haría.



Salió del cuarto para que pudiera levantarme y tomar una ducha. Tenía un cuarto de baño completo al final de la habitación. Me movía con suma precaución de no hacer mucho ruido. Me sentía insegura, su familia debía estar forrada en dinero, dudaba mucho que mi presencia fuera bien recibida de su parte. Hice todo lo mas rápido posible. Me enjuague la boca solo con agua y pasta de dientes, y tomé varios sorbos directo del grifo, pues moría de sed. Tuve que tomar la única toalla que había para secarme, seguramente la suya. Fue entonces cuando me di cuenta que ese olor a madera dulce no venía del lugar, si no de él. Al sentir un cosquilleo en las mejillas y en el estómago me reprendí internamente. No era momento para distracciones y tonterías de ese tipo. Yo ya lo había rechazado y él debía odiarme después de todo lo que pasó. La ayuda debía venir simplemente de una pisca de lastima y caridad humana. Tomé algunas prendas del closet. Sus pantalones me quedaban enormes, así que elegí un short negro con elástico y una sencilla playera azul con estampados, la cual terminé por fajar. Me sentía ridícula, pero fue lo mejor que pude lograr. Una vez que estuve lista, no quería llamarlo en voz alta, mucho menos asomarme por el pasillo u arriesgarme a toparme con alguien más, así que solo esperé sentada a los pies de la cama, ansiosa. Intentaba ordenar todo en mi cabeza, buscando la mejor manera de explicar mi gran predicamento. Aún no tenía nada conciso cuando tocaron la puerta.

—¿Ámbar? —reconocí su voz.
No me atreví a contestar, así que me levanté para yo misma abrir.

—¿Todo bien? —preguntó al entrar.

Asentí. Su mirada se posó en mí.

—Es que no sabía que podía agarrar —me justifiqué con pena.

—No hay problema —sonrió un poco. Sin embargo, había algo escondido en sus ojos, me pareció percibir… ternura.

—Gracias —repetí con sinceridad.

No sabía que más decir o hacer, pues hace solo unas cuentas horas habría sido mi fin de no ser por él. Daniel entre abrió los labios. Estaba a punto de decirme algo, cuando el sonido de algo metálico arrastrándose lo interrumpió. Ambos volteamos a la puerta. Parecía ser la entrada automática de la cochera abriéndose.

—Mis padres —susurró, acompañado de un gesto de preocupación y fastidio.

Cuidado con las sombras [Ámbar] Libro #2 <TERMINADA. BORRADOR>Donde viven las historias. Descúbrelo ahora