Capítulo XLVII

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Alberto enseguida se montó sobre mí e intentó sostenerme. Pegué un chillido al sentir en peligro mi integridad. Rápidamente levanté el rostro para pegarle un cabezazo justo en la nariz. Él me soltó para llevarse ambas manos a la zona afectada con un quejido doloroso. De entre sus dedos se vio como empezaban a escurrir finos hilos de sangre. Desee haberle roto la nariz. Aproveché su desventaja para darle un potente empujón apoyando ambas palmas en su pecho. Logré hacerlo rodar hasta dejarlo de espaldas contra el piso. Me levanté con movimientos ágiles y le ensarté una patada en el estómago. El joven bufó abriendo mucho los ojos.
Di media vuelta para caminar hacia la puerta. Planeaba huir antes de que Alberto se lograra levantarse, pero este estiró el brazo como una lanza logrando pescarme por el tobillo. Tiró de mi pierna haciéndome tropezar e irme de boca.
El golpe me sacó el aire del estómago, dejándome aturdida. Alberto se situó a mi lado y me sostuvo por los brazos, esa vez guardando una distancia segura para que no pudiera alcanzarlo con una agresión.

—Ámbar, no quiero hacerte dado —me sacudió.

—¡Me atacaste! —le aullé.

—Creía que eras Jerry —explicó.

—¡Por favor! —me burlé— ¿Enserio crees que tienes oportunidad contra él?

No me respondió.
Pude haber escapado en ese preciso momento, pero no consideraba a Alberto como una gran amenaza.

—¿Dónde está él? —le pregunté, refiriéndome a Jerry.

—No tengo la menor idea. Desperté después del golpe y no estaba aquí, pero no falta ropa ni nada de él, por eso creo que no tardará mucho —me contó.

Mi pecho se agitó. Realmente tenía una oportunidad para recuperar el libro.

—¡Suéltame! —exclamé furiosa.

Alberto obedeció y me dejó levantarme con la expresión cabizbaja.

—Solo he venido por algo. Me largaré en cuanto lo encuentre.

Debía apresurarme, pues no sabía si Alberto podía avisarle a mi padre de que había aparecido de nuevo para que viniera por mí.
Avancé hasta el cuarto de Jerry. Sentí como Alberto me seguía en silencio y a una distancia considerable. De reojo y con disimulo observaba sus acciones. No era capaz de confiarme en darle la espalda.

—¿Podrías dejarme en paz? —le reproché en cuanto entré a la habitación —. Me das asco. No quiero ni verte.

—Lo lamento, yo si extrañé verte —me respondió.

Sus palabras me hicieron apretar la mandíbula, pues había utilizado el tono meloso de cuando aún éramos amigos.

—¿Cómo te atreves? —me volví hacia él con el corazón desbocado en rabia—. Deja ya de fingir que te gusto. Los dos me hicieron creer que me querían —sollocé—. No sé qué clase de juego tenían conmigo. Son un par de locos enfermos.

Jamás olvidaría sus planes. Jerry me había entregado a Alberto como si fuera un simple objeto, ideando hacer uso de mi cuerpo. Claro que aún desconocía sus motivos, pero no había justificación para tal atrocidad. Me habían herido en lo más profundo de mi alma.

—Ámbar, yo aún te quiero, siempre te quise —declaró.

Lancé una amarga y sarcástica carcajada como respuesta.

—Yo ya no pertenezco al grupo de Jerry.

—Aguarda —lo interrumpí boquiabierta— Dijiste, ¿grupo?

—Ámbar, hay muchas cosas de las que no estás enterada…

—¿Te refieres a un grupo de nahuales? —pregunté con un susurro.

—¿Pero cómo es que sabes eso? —inquirió anonadado.

Rodé los ojos ya sin poder contener las lágrimas, pues claro que sabía a qué se refería. Laura ya me había explicado todo eso.

—Ustedes secuestraron a Daniel.

Cuidado con las sombras [Ámbar] Libro #2 <TERMINADA. BORRADOR>Donde viven las historias. Descúbrelo ahora