Capítulo LI

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Nos detuvimos al llegar frente a las enormes puertas de metal oxidadas. Parecían ser de ese tipo de entrada que se abría en dos hojas, y eran tan grandes que podía entrar un tráiler cargado.

Laura sacó de su bolsillo una tarjeta, parecía ser el pase de identificación del hospital donde trabajaba, y se agachó ágilmente para deslizarla por debajo la puerta.

Enseguida se escuchó el fuerte rechinar oxidado del metal deslizándose sobre metal. La hoja de la derecha se abrió apenas un par de metros para dejarnos el paso libre. Laura ingresó seguida de nosotros. Un hombre ya la esperaba parado al umbral. Le miré con atención, pues recordaba a haberlo visto en la junta de la secta.

—Bienvenida —saludó a la madre de Daniel al momento que recogía su tarjeta y se la tendía. Esa debía ser la clave secreta para entrar.

La bodega parecía totalmente vacía. A las paredes las cubría el óxido por completo. Unas telarañas enormes ocupaban cada rincón. Algunas palomas pasaron revoloteando entre los peldaños del techo. Pero el aspecto avejentado del lugar no fue lo que me causó el gran sobresalto, sino las demás personas que acompañaban al hombre que nos había recibido. No pude evitar pegar un jadeo mientras tragaba el nudo que se había formado en mi garganta, pues todos estaban armados y encapuchados. No tenía cabeza para contar pero fácilmente eran unas cincuenta sujetos. Abrí mucho los ojos al imaginar como nos obligaban a mí y a Alberto a pararnos de espaldas contra una pared y nos llenaban de plomo. Ser fusilados seguramente era nuestro destino.

—Mario —la mujer llamó a su sobrino—. Llévala a encerrar —indicó mientras me señalaba con la cabeza.

Atónita me dejé llevar. Nos encontrábamos en un lugar desconocido sin oportunidad de escapar, estábamos completamente a su merced. No había otra opción más que obedecer con la cabeza baja.

—¡Alto! —les gritó a los que llevaban a Alberto siguiendo mis pasos— A él no, debe tener algo para mí —apuntó a mi compañero.

—¡No, por favor! —aulló mientras temblaba—. ¡No me separen de Ámbar!

Me tensé de pies a cabeza al escuchar sus desgarradores gritos. Ambos nos sentíamos más seguros con la compañía del otro. La idea de separarnos tampoco me agradaba, pero no me quedó más que ver como lo sometían mientras era arrastrada por Mario hacia un próximo lugar desconocido.

Atravesamos toda la bodega a paso veloz para llegar hasta el final, justo ahí se encontraba un pequeño cubículo de lo que parecía ser un baño. El primo de Daniel abrió la pesada puerta, fue cuando noté que solo tenía aldaba por fuera. Iba a encerrarme. Entre a paso lento y admiré el interior con desgano. Gracias a que estaba por anochecer todo parecía tétrico y oscuro, debido a que no había foco alguno que iluminara el cuarto. Dentro sólo había un retrete viejo y asqueroso, una mesita de plástico y un cuadro pequeño colgado en lo alto con la silueta de un hombre pintada, lo cual me pareció extraño, pero decidí no preguntar.

—A Dany no le va a gustar que a cada casa que visites saques un nuevo novio —se burló Mario mientras se recargaba contra el marco de la puerta.

—¿Alberto estará bien? —pregunté. Le habría respondido de manera ofensiva de no ser por lo preocupada que me encontraba.

—Laura no es nada tierna —lanzó una carcajada—, pero si le dice lo que necesita él no sufrirá ningún daño.

Rogaba porque Alberto cooperara como se lo requerían para que no le ocurriera nada malo.

—Después volveré por ti, honguito —me sonrió.

—¡Idiota! —alcancé a gritarle antes de que cerrara la puerta.

Con cuidado de no hacer ruido me moví hasta situarme se espaldas contra una pared y me senté en el suelo. Abrí con cuidado el libro que había permanecido pegado a mi pecho por todo el camino, lo cuidaba como si fuera mi propia alma, pues en el debían venir todas las respuestas. Lo hojeé con lentitud. Tendría que haber algo que me ayudara a entenderlo. Le miré por largos minutos. Dejé que mi mente fuera absorbida entre los diminutos pliegues de sus páginas. Había algo dentro de él que me vibraba y me llamaba. Estaba en una carrera contra el tiempo, debido a que los rayos del sol desaparecerían en breve. Apreté los ojos con fuerza de manera desesperada. Cuando los abrí algo mágico ocurrió. Veía las letras como tal por mis ojos, pero dentro de mí mente tomaban otro sentido mucho más coherente. Lograba entender algunas palabras al azar, era como si mi cabeza lograra traducir el texto de manera automática. Sorprendida, puse manos a la obra. Mis ojos iban de un renglón a otro de manera veloz, casi parecía que escaneaba la información. El manuscrito me atrapó en un estado denso e hipnótico. No era un libro muy grueso, así que pude llegar hasta la mirad antes de que me cayera la noche. Lo único que lograba hacerme detener era la pintura que colgaba de la pared, pues sentía como si alguien estuviera mirándome, pero era una bobería causada seguramente por tantas emociones fuertes y de temor.

Sus letras escondían algo revelador. A partir de ahí comprendí muchas cosas. Ahora todo estaba explicado y tenía sentido.

Terminé con la siguiente conclusión:

Cuidado con las sombras [Ámbar] Libro #2 <TERMINADA. BORRADOR>Donde viven las historias. Descúbrelo ahora