Capítulo LXV

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—Gracias por liberar a Zuzú —me susurró la voz de Laura.

La madre de Dany yacía sobre el suelo hecha mierda al igual que yo.

—Lo hice por Daniel, no por ella —le respondí la verdad—. ¿Sabe si él está bien?

Cuando Dany despertó enseguida entraron a rescatarlo, justo como lo habías indicado —asintió—. Pero casi al mismo tiempo lograron ingresar a la bodega donde estábamos nosotros. Creo que solo a ti y a mí nos sacaron vivas.

—¡Alberto! —exclamé preocupada—. ¿Él está…? —dejé la pregunta inconclusa ante el ligero escozor que sentí en el corazón.

—No lo sé, ni me interesa —se encogió de hombros con desgano —Solo sé que ahora que Zuzú está  a salvo puedo morir en paz.

—¿Qué? ¡Por supuesto que no! —interrumpí su discurso mediocre—. Esto nunca va a terminar. ¡Los nahuales lo seguirán buscando! No vamos a morir aquí para permitirles que lo vuelvan a encontrar.

—Ámbar, aprecio tú entusiasmo —lanzó una amarga carcajada—. Si te vieras en un espejo sabrías que no tienes pinta de guerrera. Estás herida, necesitas ir a un hospital.

Ignoré sus palabras y comencé a acercarme a ella medio a gatas, pero me respondió arrastrándose como un vil gusano mientras intentaba alejarse de mí.

—¡No te atrevas a desatarme o te mataré con mis propias manos! —me amenazó—. Traes a esa bestia contigo y es mi deber acabar con el enemigo de Zuzú.

Me detuve en seco. Claro, había escuchado la conversación entre Jerry y yo. Si la liberaba Laura cumpliría sin dudar su misión con la Secta de lideraba, matar al portador de Nahuael. Pero supongo que algo muy en el fondo de ella había hecho sentirle ciertos sentimientos agradables hacia mí. O por lo menos los suficientes como para que pusiera de pretexto que estaba atada para no asesinarme.

—Siempre fuiste tú… —susurró como para si—. Pareces pequeña y frágil, jamás imaginé lo que escondes. Supongo que una parte de mí te lo agradece. Sin ti mi hijo, Daniel, estaría perdido.

Algo en mi pecho se agitó al escucharla referirse a él como un ser humano y no como a la demonio Zuzú, quien quedó relegada a segundo plano por primera vez.
Entré abrí los labios. Estaba a punto de responderle cuando alguien ingresó a nuestra pequeña prisión. Se trataba de mi padre, quien venía acompañado por un par de hombres.

—Ya es hora de empezar —anunció— Solo cierra los ojos, pequeña.

Mi corazón se aceleró por volver a escuchar aquellas palabras. El ritual comenzaría. Con la expresión horrorizada sentí que las puertas del infierno se volvían a abrir ante mí. Prefería caer mil veces rodando por esas escaleras oscuras a enfrentarme a lo que se avecinaba.

Cuidado con las sombras [Ámbar] Libro #2 <TERMINADA. BORRADOR>Donde viven las historias. Descúbrelo ahora