Capítulo XXII

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Con la fuerza del impacto logró tumbarme al suelo. Pegué un grito, asustada por el doloroso azote. Alberto me calló encima. Con su pesado cuerpo logró regresar el brazo de Nahuael a mi interior. Él no perdió el tiempo y enseguida intentó inmovilizarme. Con un solo tirón colocó mis dos piernas entre las suyas e hizo presión contra ellas. Me tomó por la muñeca con su brazo libre, pegando mi brazo hacia el suelo. Intentaba empujarlo para poder alejarme de él, pero era fuerte. En su rostro tenía pintados grandes toques de oscuridad y malicia que me hacían temerle.

—Cálmate Ámbar, él debe salir —habló con los dientes apretados.

No tardé más que una fracción de segundo en darme cuenta que se refería a Nahuael. Definitivamente la filosa y brillante cuchilla sería una buena herramienta para ello. Tiré con fuerza hacia arriba con mi rodilla derecha, impactándole justamente entre las piernas a mi amigo, en su zona suave y abultada. Alberto gruñó y se llevó ambas manos a la herida con la expresión adolorida. Aproveché para escapar. Sin embargo, no hui, sino que le planté otra buena patada sobre un costado, está vez tirándolo hasta el suelo. Ya antes había luchado por mi vida con uñas y dientes, y lo volvería a hacer de ser necesario.

—¿Dónde está mi padre? —le pregunté a gritos desesperados.

Podía sentir mi cuerpo temblar de pies a cabeza gracias a la ira y al miedo. Temía por qué le hubiera hecho algo malo. En ese preciso instante, la puerta principal de la casa se abrió de golpe. Ambos direccionamos nuestras miradas en su dirección. Pude ver como ingresaba la bestia. Se trataba de un ser que se escondía en mi memoria dentro de los más oscuros rincones de mi mente. El gran perro de pelaje negro anduvo en sus cuatro patas hasta situarse a un par de metros de nosotros. El animal no poseía una actitud fiera y de ataque como hace tiempo. Aún así, esa simple imagen causó fuertes estragos en mí. Mi corazón se aceleró al máximo, hasta causarme malestar. Juraba que estaba completamente inmóvil, pero al parecer mis piernas decidieron no responderme más y me desplomé hasta el suelo. El cuerpo ya no me reaccionaba debidamente, mi mente se encontraba en un completo estado de shock. Lo último que logré apreciar fue a Alberto acercarse a mí rápidamente mientras el can permanecía sin moverse de su lugar.
A lo lejos escuché golpes que se iban acercando cada vez más. Me incorporé con brusquedad y tirando manotazos. Mi cuerpo se estremecía y estaba cubierto de un sudor frío. Suspiré aliviada al darme cuenta que sólo se había tratado de un sueño. ¿Pero por que mi mente había interpretado a Alberto como un potencial peligro? Me di un buen susto al mirar que el sol ya brillaba a través de las costinas. Miré la pantalla de mi celular para caer en la realidad de que era un día sábado, hoy no tendría que preocuparme por la escuela. Pero si por la fiesta de bienvenida. Empecé a levantarme para vestirme con algo más decente y salir de la habitación. Mientras me cambiaba inspeccionaba mi cuerpo con disimulo, como buscando algún estrago de la pesadilla, cosa que era una estupidez. Al andar por el pasillo me topé con mi padre y mi amigo sentados en el comedor, charlando. Algo se freía al fondo sobre la estufa.

—¡Ey, dormilona! —exclamó papá al mirarme—. ¿Ves? Te lo dije —miró a Alberto.

—¿Qué cosa? —fruncí en ceño, acercándome—. ¿Estuvieron hablando de mí?

—No — habló papá.

—Si —lo interrumpió mi amigo al mismo tiempo.

No pude evitar reír.

—Siéntate hija, ya casi está el almuerzo —Jerry me acarició la cabeza antes de ir hacia la cocina.

El día pasó con rapidez. Papá continuaba con un buen ánimo. Más tarde busqué los números de mis “amigas” entre la lista del grupo para contactarme con ellas y pedirles los apuntes de las primeras semanas que me había perdido. Además de para preguntarles si no había problema con que llevara al evento a un amigo, no quería tener problemas con Mario. Me dijo que no habría inconveniente, pues a esas fiestas siempre asistían un sinfín de colados. Además, quedamos de llegar a la misma hora. No tenía deseos de estar ahí parada e incómoda como un árbol sin conocer a nadie. Podía sentir como la emoción comenzaba a fluir por mis venas. Nunca había asistido ni siquiera a una ligera reunión de escuela, mi madre no me lo permitía, pues ambas temíamos tanto que me fuera a dar una crisis y que todos se rieran de mí. Claro, que ese era un riesgo que ahora estaba dispuesta a tomar, pues había una buena razón para ello.

Hola :3 Una disculpa por tardar, pero lo que pasa es que acabo de mudarme de casa, y de ciudad...
¡Pero no se preocupen! Que ya tengo los próximos capítulos bien planeados, y muy pronto los tendrán.
🌹❤️Tengan dulces pesadillas❤️🌹

Cuidado con las sombras [Ámbar] Libro #2 <TERMINADA. BORRADOR>Donde viven las historias. Descúbrelo ahora