Gracias a un brusco movimiento, reabrí los ojos de golpe. Me daba la impresión de que había permanecido mucho tiempo ahí tirada, pues sentía todo el cuerpo caliente y adolorido por los rayos del sol. Todo se movía a mi alrededor, pero esta vez no era causa de alguna contusión por un golpe, sino que algo me había volteado boca abajo y me estaba arrastrando, tomándome por los pies. Intenté detenerme, estirando los brazos como garras, haciendo lo posible por sostenerme de algo, pero no lograba más que hacerme daño en las manos y dedos gracias a lo rugoso del cemento. Giré la cabeza, pero el sol me cegaba, solo era capaz de medio encontrarle forma a una silueta a contra luz. Cuando menos me di cuenta, ya estaba frente a esa casa de nuevo. Ya dentro de la cochera, me levantaron en brazos.
—Tú me vas a salvar el pellejo —me susurró Mario con una expresión maliciosa.
Antes de que pudiera reaccionar, la puerta principal se abrió y Mario me arrojó al interior. Caí, golpeándome contra los azulejos fríos. Enseguida me rodearon ambos padres de Daniel y su tío, agregándose su primo después de asegurar la entrada con seguro. Desconcertaba, enseguida intenté recuperarme, pero solo logré medio sentarme apoyándome con las manos.
—¿Dónde está mi hijo? —la primera en hablar fue la señora, quien avanzó hasta mí para azotarme una bofetada.
Volví a caer al suelo gracias al impacto. No respondí. Volví a incorporarme resoplando. A mí también me hubiera gustado saber la respuesta.
—Te lo dije, tía Laura —habló Mario—. Esta mujer siempre me dio muy mala espina.
Me pescó por el pecho de la playera, levantándome de un solo tirón hasta alcanzar su altura, recargándome en la pared.
—De seguro es una de ellos, una maldita cambia formas —me miraba con asco y repulsión. Sus palabras me dejaron impactada. Ellos lo sabían todo—. ¡Bruja! —exclamó.
Sin pensarlo dos veces, le escupí la cara. Yo jamás había hecho brujería para dañar a alguien. Como se atrevía a compararme con seres como mis tías.
—Nahual, soy una Nahual —dije en voz alta y apretando los dientes.
De reojo vi como el padre de Daniel caminaba hacia mí con el ceño fruncido, pero la señora Laura lo interceptó, colocándole una mano sobre el hombro.
—Espera, cariño. Podrás matarla después, primero hay que sacarle algo de información —le dijo.
—No hay nada que pueda decirnos —respondió Mario—. Cuatro hombres subieron a mi primo a carro, intenté detenerlos, pero ella les estaba ayudando.
—Ya veo que tienes mucha prisa por que me maten, ¿cierto? —hablé con voz ronca, ya que el cuello que me apretaba de la camisa me lastimaba la garganta—. ¿No quieres decirles la verdad? —con la mirada saltada y llena de ira, me volví hacia los señores—. La sangre que ven en mis manos fue de cuando casi le saqué los ojos a uno de ellos, ¡defendiendo a su hijo! —les grité—. Y si fuera parte de su “equipo”, ¿por qué me habrían abandonado aquí?
—Sería una buena coartada —enseguida intervino mi agresor.
—¡Cállate, Mario! —lo interrumpió la madre de Daniel. Su voz fue tan firme que incluso me hizo brincar a mí—. Suéltala ahora mismo —ordenó.
Él hizo caso de mala gana, dejándome caer al suelo de nuevo. Se volvió con lentitud hacia la señora Laura. Incluso yo sabía que le esperaba una reprimenda.
—Sabes bien que tú única responsabilidad es cuidar a Daniel. Estabas ahí cuando se lo llevaron, si él no regresa, te culparé frente a toda la orden.
Sin responderle ni una palabra, tomó vuelo para ensartarme una patada. Afortunadamente alcancé a hacerme bolita y solo me dio en un muslo. Hubiera continuado de no ser por que la madre de Daniel lo detuvo jalándolo de un brazo.
—Convoca a una junta ahora, y explícales tu ineptitud.
—Sí, tía —se marchó corriendo por las escaleras.
No me atreví a levantar la cabeza. No estaba entendiendo absolutamente nada. ¿Cómo podían estar tan tranquilos después de saber que habían raptado a su hijo? ¿Por qué culpaban a Mario? Quien seguramente había presenciado la escena oculto en algún lugar cercano. Aunque era obvio que quería deslindar sus responsabilidades hacia mí.
—¿Para que grupo trabajas? —inquirió mientras se colocaba en cuclillas para alcanzarme.
—No sé de que me habla —le fui sincera, mirándola a los ojos.
—Acabas de decir que eres una bestia cambia formas, ¿para que grupo trabajas? —repitió. Ahora parecía exasperada.
—Si le soy sincera, no sabía que había equipos —respondí.
—Vamos Ámbar, no te hagas la idiota conmigo. Si me dices la verdad y a donde se llevaron a Dany, tal vez te perdone la vida. Parece que le agradas a mi hijo, podría dejar que te conserve como mascota.
Cambia formas, bestia, mascota. Se referían a mi como si fuera un animal. Conocían bien a los de mi especie, pues no se habían extrañado cuando mencioné la palabra “Nahual”, pero estaba segura de que ninguno de ellos era como yo.
—Me encantaría saber a donde llevaron a Daniel, pero creo que me debe mas explicaciones a mí, que yo a usted.
—¿Tú conoces… la condición de mi hijo? —me cuestionó.
—Claro que sé de Zuzú —asentí, nombrándola para agregarle más peso a mi respuesta.
—Imposible —susurró—. Rompió la regla mas importante al decirte, ¿cómo fue posible…?
—Yo también le conté mis secretos, fue un buen intercambio.
—¿Puedes levantarte? —preguntó, poniéndose en pie para empezar a caminar hacia la sala.
Tardé unos segundos en percatarme de que quería que la siguiera. En cuanto la señora tomó asiento, y notaron que no me movía, el padre y tío de Daniel avanzaron con paso firme hacia mí.
—¡No me toquen! —exclamé con fuerza.
Sola y tambaleándome logré levantarme. Por el movimiento, sentí un zumbido en mi cabeza, pero hice lo posible por ignorarlo y disimular como mis pasos titubeaban por el mareo. Ambos hombres me seguían muy de cerca, escoltándome y cuidando cada uno de mis movimientos. Me senté en el sillón lo mas alejada que pude de la señora Laura, justo en la orilla opuesta. Aún así no me quitaban los ojos de encima. Me hizo preguntas sobre mí y sobre mi familia. No pude más que mentir en cada una de las respuestas. Ella debía conocer a Nahuael, pero no estaba segura de que tan bien posicionada me dejaría el mencionarlo y relacionarlo conmigo. Cambié completamente la versión de los hechos, diciéndole que siempre había vivido con mi padre, un simple humano. Mi madre, de quien había heredado los poderes, había desaparecido hace mucho tiempo, contándome la verdad justo un día antes de partir. Omití a mis aterradoras tías y toda la historia tenebrosa que giraba en torno a ellas. Me convenía mas hacerme la desentendida inocente.
—Los de tu… clase —esa vez se esforzó por no utilizar una palabra despectiva—, viven en guerra unos con otros. Hay un bando que se niega a soltar el poder que les dio su dios, viven cazando de generación en generación a su portador hasta lograr matarlo.
Me quedé con los labios entre abiertos y la garganta seca. Intente calmar mi expresión ante el mar oscuro de recuerdos, pero mi interior se habían alborotado con temor. Si, sabía perfectamente de a que tipo de seres se refería.
—Pero hay otros que están se su lado, y harían cualquier cosa para regresarle su poder. Aún le rinden pleitesía y hacen rituales en su honor donde sacrifican a los nahuales adversarios. Darían lo que fuera por que su amo pudiera volver para combatir a su único enemigo, quien logró vencerlo en el pasado.
Nahuael me había contado esa historia cuando caminábamos solos en el bosque. Jamás creí volver a escucharla.
—¿Y quién es? —pregunté con un hilo de voz—. ¿Quién le ganó?
—La mujer de las sombras, la diosa de la muerte. Nadie conoce la pronunciación de su nombre, pero mi hijo suele llamarla Zuzú.
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Cuidado con las sombras [Ámbar] Libro #2 <TERMINADA. BORRADOR>
ParanormalDespués del caos y terror que ha pasado Ámbar, está dispuesta a iniciar una nueva vida. Pero ¿Podrá lograrlo? ¿O las sombras del pasado lograrán alcanzarla? 🧡LIBRO #2 *Terminada [El libro #1 *Terminado lo puedes encontrar en mi perfil]