Capítulo X

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Jerry me soltó y se sentó a la mesa. Lo imité colocándome frente a él. No pude evitar mirarlo fijamente mientras se limpiaba el llanto del rostro. Fue cuando me di cuenta que estaba viviendo con un extraño. No lo conocía, no sabía nada sobre él. Podía ser tan maníaco como sus difuntas hermanas y no me percataría de ello. Si, era mi padre y había estado cuidándome durante una parte de mi infancia, pero no parecía ser la misma persona. Ni si quiera recordaba exactamente como solía comportarse en ese entonces. Ahora solo era compulsivo, controlador y muy paranoico. De ninguna manera iba a poder contarle todo lo que realmente ocurría. Si le expresaba lo que ese joven de lentes nos hacía sentir a mí a Nahuael jamás me dejaría ingresar a esa escuela, y yo quería conocer el misterio que englobaba su aura abominable. Decidí guardarle ese pequeño secreto a mi padre; después de todo, no sabía cuantos me guardaba él a mí.

—Tal vez sea mala idea eso vayas a la escuela, podríamos hacer un esfuerzo y que estudies en casa —retomó la palabra.

—¡No! —exclamé de manera apresurada—. Quiero ir. Estamos iniciando una nueva vida, creo que hacer amigos y socializar me ayudará a olvidar lo pasado.

No pude creer que realmente estaba diciendo eso, casi sentí náuseas.

—Si, supongo que tienes razón —suspiró—. Pero igual debemos ser precavidos, ten cuidado con la gente que se te acerque…

—Papá, ya tengo hambre —lo interrumpí, harta de sus comentarios instantes al miedo, aunque realmente mi estómago ya se encontraba algo adolorido.

—De nuevo tendré que salir a comprar algo para comer —enseguida se levantó de la mesa.

Después de tanto escándalo, no habíamos podido adquirir ni siquiera una bolsa de despensa. Me pregunté si en algún momento lograríamos ser como personas normales y haríamos el mandado como sino fuera una proeza, lo dudaba mucho.

—¿Voy contigo? —me ofrecí.

—Oh no —se negó mientras tomaba su teléfono y cartera para dirigirse rápidamente a la puerta—. Es más seguro si salgo solo.

Y se marchó antes de que pudiera renegar. Papá seguía teniendo delirios de que estábamos en peligro, pero la verdadera pregunta era: ¿Lo estábamos?
El sonido de una vibración me sobresaltó. Tenía los nervios a flor de piel. No tardé más que un par de segundos en darme cuenta que se trataba de una llamada entrando al teléfono de papá, el cual lo había dejado olvidado sobre la mesa. El número que marcaba era desconocido y con lada que parecía ser de zona. Dejé que la llamada pasara, jurando que si volvía a sonar realmente contestaría. Y así ocurrió.

—¿Bueno? —hablé sintiendo mi voz un poco ronca.

—Buenos días, ¿con el señor Jerry Medina? —me respondió una mujer.

—Soy su hija, ¿quién lo busca?

—¡Señorita Ámbar! —exclamó—. ¡Qué gusto! Soy la orientadora Hermelinda, ¿qué crees? Ya pude hablar con la directora, y si hay espacio para ti en la escuela.

Cuidado con las sombras [Ámbar] Libro #2 <TERMINADA. BORRADOR>Donde viven las historias. Descúbrelo ahora