Capítulo XIX

248 71 2
                                    

Hoy actualizaré dos capítulos seguidos :3 🖤

En cuanto escuchó mis palabras de reproche, despegó su mirada de la mía, bajándola hacia el suelo húmedo.

—Te pregunté qué si aun está ahí —repitió.

Pude ver como apretaba ligeramente la mandíbula al hablar, quedándose inmóvil. Jamás lo había visto ni siquiera un poco molesto. Al parecer no le gustó mi respuesta. Sentí una pizca de preocupación en el pecho, pero no podía dejarme intimidar.

—No te diré nada más hasta que tú me expliques —dije con firmeza.

Se quedó callado por largos segundos. Pude percibir como se me revolvía el estómago en la espera de su respuesta, teniendo que no fuera positiva.

—Cuando desperté lo supe —finalmente empezó a hablar—. Como por arte de magia estaba todo en mi mente. Sobre tus tías, sobre mi madre, sobre los otros fantasmas, sobre cómo encontrarte, y sobre… Nahuael. Yo supongo que Él me lo dijo.

—¿Quién, Nahuael? —inquirí enseguida, sorprendida y con el ceño fruncido—. ¡Es imposible! Él nunca presentó ningún interés hacia ti. No me dijo que te lo diría ¿Cómo porqué Nahuael querría que conocieras la verdad? —los pensamientos se me escaparon en voz alta mientras pasaba lentamente la mirada de un extremo al otro.

—Ya no tengo la explicación para eso. Deberías preguntarle, ¿o ya no está contigo? —regresó a su pregunta.

—Si. Yo… creo que aún está conmigo.

—¿Crees? —repitió, interrumpiéndome.

—Seguro está enojado, pues no ha vuelto a hablarme ni responderme. Pero a veces así pasa, antes se ausentaba hasta por meses —expliqué.

—¿Antes de qué? —inquirió, pensativo.

Me quedé unos segundos con los labios entre abiertos, recapitulando los desastrosos hechos en mi mente. Iba tener que explicarle todo.

—Cuando salí… También desperté en un hospital. Mi madre y yo habíamos tenido un accidente en la carretera cuando salimos de su casa, en el mundo real. Al llegar a casa… ellas estaban ahí con mi padre vivo, lo habían tenido secuestrado todos estos años. Mataron a mi madre —rápidamente me limpié con el antebrazo el par de lágrimas que escurrían por mis mejillas. Alberto fingió no darse cuenta—. Cuando iban a vencerme, dejé que Nahuael me poseyera. Él me usó y las mató, a ambas —fui bajando el volumen de voz—. No quería soltarme, pero logré vencerlo. Mi papá y yo nos mudamos aquí, para iniciar una nueva vida.

—¿Y que tal van con eso?

—Imposible —reí con amargura, y meneando la cabeza—. Ellos, los muertos, nunca te dejan en paz. Olga sigue jodiendo. Y hay un sujeto extraño en la escuela…

—¿Qué clase de sujeto extraño? —ese comentario pareció reanimar su interés.

—Oh. No se ni cómo explicarlo… —me froté ligeramente el rostro, solo de pensarlo me había dado picazón—. Siento… algo con él.

—¿Qué? Te gusta o…

—¡No! —lo Interrumpí con un mal gesto—. Nada de eso, al contrario, me asusta. Siento un terror por dentro cada vez que me mira, y vaya que lo hace mucho. Creo que él sabe algo… —me quedé pensativa.

—Luego debes decirme quien es —frunció el ceño.

Asentí, aunque sin estar segura de en que ayudaría eso. Poco a poco la lluvia se había ido incrementando a lo largo de toda nuestra platica.

—Ya tengo que volver a mi casa, o mi papá va a preocuparse —a estas alturas me sorprendía que no estuviera llamando como loco—. ¿Tienes donde quedarte? Supongo que puedo hablar con él para que te quedes con nosotros, por lo menos por unos días.

—Te lo agradecería. También muero de hambre —sonrió apenado—. ¿Pero nos iremos así bajo esta lluvia?

—¿Y? Ya estamos todos empapados —me reí.

Nos levantamos al mismo tiempo y empezamos a caminar uno junto al otro y sin decir nada, solo disfrutando del fresco del recorrido. Justo como los viejos amigos que solíamos ser.
Con forme nos fuimos acercando a la casa, pude ver que la camioneta blanca de papá estaba estacionada dentro de la pequeña cochera. Suspiré de alivio. Por lo menos Jerry no me andaba buscando por las calles desesperado y como un alma en pena. Cuando finalmente llegamos a la puerta las piernas ya me temblaban, aun así le di unos ligeros golpes con los nudillos. Supuse que tenía que esperar, pero la entrada se abrió por si sola ante la mínima presión. Entré de manera cautelosa. Pude ver como Alberto se quedó plantado y titubeante.

—Ven sígueme —le indiqué en voz baja, y sin saber exactamente porque susurraba.

Obedeció también en silencio. Papá no estaba a simple vista en la sala o en la cocina. Rápidamente atravesé la casa para empezar a abrir las habitaciones. No había ni rastro de él.

—¿Qué ocurre? —preguntó mi amigo en cuanto regresé a la sala.

Solo meneé la cabeza mientras sacaba mi celular. Marqué el número de Jerry golpeando el piso en repetidas ocasiones con la punta del pie derecho.

«Este teléfono se encuentra ocupado o fuera del área de servicio». Me respondió la operadora. Colgué con un gruñido.

—¡De seguro está hablando con esa mujer! —exclamé mis sospechas.

—¿Qué mujer? ¿Tú padre sale con alguien? —me preguntó Alberto.

—¡No lo entiendes! Ella lo sabe todo, papá se lo contó; sobre mis tías, sobre él, sobre mí. Y a mí madre nunca le dijo la verdad… —se me quebró la voz gracias al coraje.

—Eh. Tranquila —se acercó para plantarme un abrazo—. Debe tener una buena razón…

Sus palabras fueron interrumpidas por el sonido de la puerta abriéndose. Me alejé de un salto. Justo ahí estaba Jerry, mirándonos completamente atónito.

—¿Y este quien es? —inquirió con voz grave, dirigiéndose a mí.

—Soy Alberto, señor —mi amigo se me adelantó—. Mucho gusto —le extendió la mano.

Papá se la estrechó como de mala gana, y aun sin dirigirle la mirada.

—¿Y que hace aquí? —me preguntó.

—Creo que todos debemos sentarnos —asentí, señalando la mesa.

Alberto enseguida acató mi indicación. Papá lo siguió arrastrando los pies. Podía ver su expresión expectante y de desagrado, pues no sabía lo que seguiría, mucho menos se lo imaginaba. Tomé asiento justo en medio de ambos.

—Estoy esperando —habló Jerry.

—Yo estaba atrapado con Olga y Jazmín, justo igual que su hija —Alberto soltó de repente.

Pude ver como el rostro de papá pasó rápidamente a ser el de una piedra. Retrajo los labios ligeramente, convirtiendo su boca en una línea tensa. Retuve la respiración.

—¿Cómo nos encontraste? —preguntó casi con un susurro. Su voz se había tornado más ronca.

Alberto le explicó todo el largo lio de manera detallada. Poco a poco pude ver como la figura y el duro semblante de mi padre se iba relajando.

—¿Y has venido hasta acá solo? ¿Dónde te estás quedando? ¿Ya comiste algo? No tenemos mucho, pero es mejor que nada —le sonrió, encogiéndose de hombros.

Alberto me miró, con gesto ligeramente suplicante dibujado en el rostro.

—Papá, sobre eso… —tomé la palabra, aclarándome la garganta—. Él va llegando y no tiene donde dormir. Me preguntaba si podía quedarse con nosotros, aun que sea por unos días.

—Oh —exclamó.

Inconscientemente apreté la mandíbula ante la tensión de su respuesta.

—Supongo que está bien —se volvió hacia a Alberto para mirarlo de manera directa— Quédate todo el tiempo que quieras. Los sobrevivientes debemos estar juntos, y cuidarnos entre nosotros.

Lo miré, atónita. Realmente esperaba una respuesta negativa, o por lo menos una más dramática o exagerada como ya era costumbre. Su manera de ser tan bipolar siempre me causaba ligeros ataques de ansiedad. Pero después de todo, tenía razón. Justo en esa mesa estábamos los últimos vestigios de esa noche oscura y sangrienta.

Cuidado con las sombras [Ámbar] Libro #2 <TERMINADA. BORRADOR>Donde viven las historias. Descúbrelo ahora