Capítulo XLIX

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—Hay que irnos antes de que llegue Jerry —le dije apretando el libro contra mi pecho.

Comenzamos a caminar uno junto al otro hacia la puerta.

—Ellos no deben saber que yo tenía a Nahuel —le expliqué—. Solo mantente callado y sígueme la corriente.

Mientras salíamos a la calle intentaba idear un buen plan. Con el primero que nos topamos fue con Mario, quien realmente me esperaba parado en la banqueta.

—¿Qué fue todo ese ruido? ¿Y ese quien es? —preguntó mirando a Alberto.

Rápidamente lo tomé por el brazo justo debajo del hombro y lo empecé a jalar con un poco de violencia para que avanzará más rápido. Alberto se quejó e intentó zafarse lleno de desconcierto, pero lo seguí sosteniendo con fuerza.

—Cuida que no se escape —le dije a Mario—. Hay que llevarlo ahora mismo con tu tía. Él nos puede ayudar a encontrar a Daniel.

Mario se apresuró a tomar mi lugar y hacerlo caminar a la fuerza. Alberto me miró de reojo buscando alguna explicación hacia su trato, pero yo le dediqué un ligero asentimiento de cabeza para indicarle que siguiera adelante.

Una vez llegando al carro los tres nos plantamos frente a la ventana del copiloto para que Laura pudiera vernos. Pero la mirada de la mujer sólo se situó sobre mí. Se bajó un poco los lentes con la expresión molesta y en silencio sin preguntar, pero esperando una respuesta.

—Él te puede interesar —comencé a hablar—. Se llama Alberto, vivía conmigo. Me acaba de confesar que pertenecía al grupo de los nahuales. Conoce sus escondites, allí pueden tener a Dany.

—Ámbar —me nombró arrastrando la palabra mientras daba un largo suspiro—. Esto no me está gustando para nada. Cada vez que hablamos tienes algo nuevo para decirme. ¿Cómo es que no sabias que alguien que estaba en tu propia casa pertenecía al grupo de las bestias?

—Igual que Daniel no sabe que su familia adora a la diosa de la muerte —le regresé la pedrada intentando sonar convincente–. Debes creerme, Laura, era tan ignorante como tu hijo.

Miró hacia enfrente mientras se lo pensaba inexpresiva por unos segundos.

—Súbelo atrás con los demás —aceptó de mala gana.

Hice lo posible por ocultar mi sonrisa de gusto. Mario obedeció y se lo llevó para subirlo al auto. Los cuatro sujetos quedaron en amontonados en los asientos.

—Él no es un cambia formas —me dijo Laura cuando cerraba la puerta del copiloto—. Si no me dice algo útil no lo volverás a ver.

—No me interesa volverlo a ver —aclaré.

Puso el carro en marcha.

—Se que me mientes, Ámbar. Solo porque rescataras a mi hijo no he acabado contigo, pero cuando descubra que me ocultas espero que sea lo suficientemente interesante como para no acabar con tu vida.

—No se de que me hablas —le respondí.

La mujer solo frunció los labios y siguió conduciendo.

Laura tenía a su lado a la persona que siempre había estado buscando, la posible portadora de Nahuael.

Cuidado con las sombras [Ámbar] Libro #2 <TERMINADA. BORRADOR>Donde viven las historias. Descúbrelo ahora