Capítulo XXIX

284 62 12
                                    

Aún tenía los ojos bien abiertos cuando el despertador en mi celular sonó. No me quedó más que levantarme pronto. Podía sentir el clima frío. Mi cuerpo estaba lleno de una emoción extraña. No quería darle la cara a todo esto, pero debía hacerlo. Había llegado a un punto donde toqué fondo. Necesitaba respuestas. Tenía que hacer que Nahuael volviera a hacer acto de presencia en mí para que me las diera, o por lo menos estar segura de que realmente me había abandonado. Daniel seguía ocupado mi mente con despecho ¿Por qué no había asistido a la fiesta? Era el punto culmen en el que quería enfrentarlo y aun me sentía sumamente frustrada. No podía evitarlo, algo en mi pecho me decía que el sabía la verdad. Tenía que lograr hablar con él hoy.
Una vez que estuve lista, fui a despertar a papá para que me acompañara camino a la escuela, pues aún estaba muy oscuro por las calles, y ahora, posiblemente sin Nahuael protegiéndome, me percibía sumamente indefensa. Salimos de casa con cuidado y sin hacer ruido para no despertar a Alberto, quien aún dormía roncando graciosamente sobre nuestro sofá. Lo miré disimuladamente, para que papá no se diera cuenta. Si, era lindo, ¿pero realmente moría de amor por él? La respuesta estaba en duda, aún que tampoco estaba segura de que era lo que sentía él por mí. Tendríamos que hablarlo claro después.
El camino transcurrió en silencio. Papá completamente adormilado y yo cansada y abrumada, aún no lograba encontrar una manera adecuada de acercarme a Daniel. Cuando menos me di cuenta, ya habíamos llegado a la escuela. El ambiente caótico enseguida me revolvió estómago. No estaba segura de acostumbrarme a eso alguna vez. Me despedí rápidamente de papá y me encaminé para atravesar el portón principal y unirme así al mar de gente. No pude evitar empezar a burlarlo con la miradas, sin esforzarme en disimular, andado lentamente hacia mí salón.

—¡Ámbar!

A media alguien me interceptó por la espalda con un grito. No pude evitar pegar un salto, volteando alarmada. Enseguida reconocí a mi compañera Beatriz, quien me sonreía, divertida por casi causarme un infarto.

—¿Qué ocurrió contigo en la fiesta? —abrió mucho los ojos—. Me preocupé. Creí que habías muerto.

—¿De qué estás hablando? —inquirí, sintiendo mi corazón latir cada vez más rápido por el evento mencionado. Además, me estaba poniendo ansiosa la manera tan fuerte en la que hablaba.

—¡Desapareciste cómo si nada y luego ocurrió todo! —exclamó levantando los brazos.

—¿Ocurrir que? —fruncí el ceño, deseando que no viera la rojez de mi rostro.

—¿Me estas haciendo un pinche chiste, verdad? —detuvo su caminar, pasmada—. ¿No has visto nada del grupo?

—La verdad no —la miré de reojo, encogiéndome de hombros—. ¿Qué fue lo que ocurrió?

—¡Un Jodido animal corrió por toda la casa! —gritó—. Toda la escala esta hablando sobre eso. ¡Nadie sabe de dónde salió! O quien lo metió… si alguien lo hizo, fue la broma más grande de jamás allá visto. Los padres de Mario lo castigaron por el resto del año.

—Que locura —respondí, esforzándome por qué mi voz no temblara.

—Tienes que ver el video —dijo, picándole a su celular con rapidez, para tendérmelo un segundo después.

Lo tomé, tragando el nudo en mi garganta. Se trataba de una visión de menos de un minuto, pero fue suficiente para revolverme mi interior hasta hacerme sentir enferma y mareada. Yo era esa cosa que había aterrorizado a una escuela entera.

—Wow —exclamé con un suspiro.

—¡Lo sé! ¿Tú que crees que pasó? —me preguntó.

—mmm algún loco idiota lo hizo —respondí.

—Todos dicen que tal vez también ocurrirá aquí dentro de clases —miró hacia todos lados.

—Espero que no —reí nerviosamente. Beatriz no sabía de lo que estaba hablando.

Cuando llegamos a la puerta del salón mi temperatura corporal había aumentado gracias al nerviosismo. Sentía que al abrir todos voltearían hacia mí y me acusarían, pero al parecer ni siquiera Beatriz había relacionado que me había ido justo antes de la aparición del animal. Al atravesar la entrada, me di cuenta de que efectivamente todos estaban hablando sobre eso. Mirando los videos acomodados en grupos una y otra vez. Intentaban buscar una explicación, o a un culpable. Pero era muy estúpido, ¿quién iba a poder conseguir un alce? Entre las pláticas de los compañeros más cercanos, alcancé a oír que incluso creían que era obra de Mario. Se estaba presentando como el evento más caótico ocurrido en los tres años del ciclo escolar.
No lo pude evitar, enseguida volví el rostro hacia el lugar de Daniel. Justo ahí estaba, sentado entre los amigos de Mario. Su grupo era el más escandaloso, pero él sólo estaba ahí en silencio, incluso medio ido. Justo en ese momento soltó una pequeña risa, seguramente causada por algún comentario escuchado, pero el interior de mi pecho se revolvió con violencia. Estaba sintiendo eso de nuevo, esa ansiedad angustiosa que me provocaba. Mientras iba a mi lugar, no paré de mirarlo un solo segundo. Deseaba que el también volteara y me mirara a los ojos, intensificando todas estas emociones. Pero no lo hizo. Actuó cómo si simplemente no estuviera ahí. Él debió de haberme sentido al entrar como anteriormente había ocurrido, ¿por qué no pudo? ¿Algo había cambiado dentro de él? Tomé asiento, actuando como una boba ignorada.
El maestro de la primera clase entró y todos se quedaron cayados, obviamente no era un evento que querían que cayera en oídos de los profesores. Mientras las horas pasaban, esperaba sentir la mirada de Daniel clavada en mi espalda como ya era costumbre, pero nunca ocurrió. Esta vez era yo la que volteaba de vez en cuando para averiguar que estaba haciendo. Se dedicaba a presentar una recatada atención a la clase. En una de esas millones de veces que volteé, mi mirada se topó por equivocación con la de Mario.

—¡Honguito! —gritó de pronto con una gran sonrisa, agitando su mano con una exagerada velocidad.

Casi sentí que se me bajaba la sangre del rostro. Recordaba perfectamente como habíamos estaba coqueteando. Me sentía nerviosa al desconocer sus pensamientos hacia mí. Como respuesta le sonreí un poco, asintiendo. Varios a nuestro alrededor voltearon, incluso casi por instinto, menos Daniel. Regresé la vista al frente con el enojo naciendo en mi interior. Realmente estaba ignorándome.
El receso pasó. Me reuní con el grupo de las tres amigas para pasar el rato. Afortunadamente, Beatriz fue tan sensata como para no mencionar lo ocurrido en la fiesta con Mario enfrente de Mita, pues temía que por su comportamiento infantil nos hiciera una rabieta a media escuela por habernos estado rozando con su enamorado. Cuando regresamos al salón, ya no podía más con la ansiedad. Movía los pies de un lado a otro, preguntándome si realmente había imaginado todo lo ocurrido con Daniel. Tal vez solo yo había sentido esa extraña aura. Me levanté para pedir permiso de ir al baño, necesitaba aire fresco. Después de una pequeña reprimenda por no haber ido en hora libre, me permitieron salir. No sabía que hacer, incluso tenía ganas de llorar, mis emociones se estaban revolviendo demasiado. Y de nuevo todo era culpa del tonto de Daniel. Daba vueltas por la escuela, respirando, intentando calmarme. Pero nada me hacía sentir mejor. De pronto, una sensación de miedo me atacó el interior. Pero se trataba de un terror frío y de presentimiento, algo por lo que ya había pasado antes. Me llevé una mano al pecho, mirando en todas direcciones. Cuando me di la vuelta por completo, fue cuando me percaté de a que se debía tal sensación. Boquiabierta, miré a Dany parado justo en medio de los campos deportivos. Parecía anonadado y el lugar se encontraba desierto, a excepción del bulto tirado a varios metros de distancia. Pude reconocerla al segundo.
Ese cuerpo robusto. Esa ropa oscura y avejentada. El cabello cenizo. Definitivamente se trataba de una mujer. Por un momento creí que vomitaría por la impresión. Podía jurar que se trataba del fantasma de Jazmín. Pero lo aún más sorprendente era, ¿cómo era posible que Daniel lo estuviera viendo fijamente?

¿Tiene alguna teoría hasta aquí? :3

Cuidado con las sombras [Ámbar] Libro #2 <TERMINADA. BORRADOR>Donde viven las historias. Descúbrelo ahora