Capítulo 10.

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- ¿Por qué hiciste eso? — exigió ella, pasándose la mano a través de sus ahora mechones rubio-rojizos.
- Tenía sed. — Utilizando el borde de la sábana, se limpió con irritación, borrando rápidamente cualquier prueba de su fallido hechizo. Toda su vida, la magia se había arremolinado en su interior. Sin embargo, ya debería saber que era mejor no intentar realizar ningún tipo de encantamiento, ya que había aprendido a temprana edad que no era capaz de controlar la fuerza de su poder, algo que le molestaba enormemente y hería profundamente su orgullo.
- La próxima vez pídeme ayuda, ¿vale? Mi corazón no puede soportar otro susto esta noche. — ______ hizo saltar la anilla de su lata y se la dio —. Toma. Puedes quedarte la mía. De todos modos, yo no tengo sed.-
Dejó su bebida diezmada a un lado y aceptó la que ella le ofreció. Cautelosamente probó un sorbo. El delicioso elixir bajó por su garganta, y le gustó el sabor.
- Esto es lo bastante digno para la mesa de un rey — dijo, asombrado —. ¿Qué otras maravillas culinarias posee este maldito mundo?
- Muchas cosas. — Enganchó los mechones sueltos de su pelo detrás de sus orejas —. Chocolate. Patatas fritas. Tarta de queso.
El estómago de Justin rugió. No conocía ninguno de los artículos que ella había nombrado, pero todos sonaban como ambrosía para su hambriento cuerpo. Su seducción podía esperar a que comiera algo.
- Prepararás todas esas cosas para mí.
Sus cejas se juntaron.
- ¿A sí?
- Sí. Así es. — Cabeceó para asegurarse de que ella entendía sus palabras.
- Bueno, ¿adivina qué? Yo solo prometí llevarte ante un psíquico mañana, nada más.
- Tengo hambre, mujer.
Ella puso los ojos en blanco, algo que hacía a menudo en su presencia.
- Realmente no estoy de humor para soportar más de tus lloriqueos por esta tarde, así que te agradecería que pararas. No soy tu chef personal y este es final de la discusión.
- El ocuparse de las necesidades de un hombre "todas sus necesidades" es el único objetivo de una mujer en la vida.
- ¿Te estas burlando de mí, verdad?
- No. Nunca bromeo sobre los deberes de una mujer.
- Estoy segura de que no lo harías. — Perdió su mirada de divertida tolerancia, y en cambio le miró con los ojos de una mujer con una única misión: Matar a cada macho que se pusiera a su alcance —. Déjame explicarte algo, Justincito. No es...
- Justin. — No le gustaba eso de que acortara su nombre y usara aquel tono impertinente, haciendo sonar "Justincito" como si se dirigiera a un niño fastidioso.
Siguió como si él no hubiera hablado.
- No es tu día de suerte, Justincito, porque yo no cocino, y aunque lo hiciera, aquí no hay provisiones.
- Me proveerás de un arma para cazar nuestro alimento, o me proporcionaras comida de tu mundo. Nada más es aceptable.
Descruzando los brazos, ella apretó los puños a los costados.
Ella se estaba aplacando, asumió para sí, ya que él, un feroz guerrero de Imperia, acababa de dar una orden directa.
- ¿Cómo sobreviviste como estatua si no podías comer? — preguntó con calma.
- Eso no te concierne.
- ¿Quieres comer?
Un músculo vibró en su mandíbula.
- La magia me sostuvo.
- Entonces usa otro hechizo. Yo no cocino.
¿Cómo pudo pensar alguna vez que sus payasadas le divertían?
- Ya que estas decidida a privarme de comida — contestó bruscamente —, al menos llévame a otro lugar. He pasado mucho tiempo sin las comodidades de una casa, y no tienes nada aquí, salvo estos trapos sobre los que dormiríamos.
- ¿Nosotros? — chisporroteó —. No hay ningún nosotros en lo referente a dormir. Creí que ya estaba claro.-
¿Le llevaría la contraria en todo que lo que dijera?
- Donde tú duermas, también lo haré yo.
- Tú no tienes mi permiso para quedarte conmigo, mucho menos compartir mi cama.
- ¿Crees que soy tan tonto como para pedirte permiso? Podrías decir que no. — No era un hombre estúpido.
Sus labios se apretaron.
- Te dejaré quedarte en mi casa esta noche porque no tienes ningún otro sitio a donde ir, no porque tú lo ordenes. Y para tu información, esto — sus brazos abarcaron toda la habitación — es donde trabajo, no donde duermo. Mi casa está a unos kilómetros de distancia y es muy cómoda.
- ¿Entonces por qué estamos todavía aquí? Vámonos. — Impaciente ahora por llegar, no esperó a ver si estaba de acuerdo, simplemente se dirigió hacia la puerta.
- Sin embargo, tengo algunas reglas — dijo _______ precipitadamente.
Él paró de golpe, luego, despacio, giró para afrontarla.
- ¿Reglas? — dijo, su tono aparentemente suave.
- Espero que aceptes tres reglas si quieres quedarte conmigo — Levantó un dedo —. Regla número uno: no me dirás lo que yo tengo que hacer. He notado que eres uno de esos tipos que tiende a dar órdenes. Bueno, yo soy esa clase de muchacha de "coge tus órdenes y métetelas por donde te quepan". No es compatible. Por lo tanto, si te quedas conmigo, tú me obedecerás a mí. Y eso no es negociable.-
Mientras ella hablaba, Justin desenrolló despacio el paño multicolor de su cintura. Su desnudez la había
desconcertado antes, y sabía que también lo haría ahora. No quería hablar de reglas a no ser que fuera él
quien las emitía.
La boca de _______ formó una pequeña O, pero lejos de callarla, su acción pareció incitarla a continuar.
- Dos — dijo —. Nada de toqueteos sin mi permiso.
A él le gustó esa, incluso menos que la primera.
- ¿Y la tercera?
Otro dedo.
- Desde ahora hasta que me libre de ti, Tú, siempre, siempre llevarás ropa.
Justin cruzó los brazos sobre el pecho. En realidad prefería llevar ropa encima. Por supuesto, si no estaba
haciendo el amor. Pero la pequeña bruja intentaba controlarle, y eso no le gustaba. El guerrero en él se rebeló,
ella no era su Lord para que le dictara órdenes que no eran de su agrado.
Así que, ¿cómo haría un trato con una hembra tan descarada?
La respuesta le vino con un destello; él casi sonrió con satisfacción.
- ¿De acuerdo? — Las manos se anclaron sobre las caderas.
- Estoy de acuerdo con tus términos, ________.
Una autentica sonrisa de alivio levantó las esquinas de sus labios, una sonrisa que ablandó su expresión e
iluminó sus rasgos. El efecto era devastador, y el aliento se le atascó en los pulmones. Ninguna mujer tenía
derecho a poseer tal sonrisa. Se resistió a ese encanto recién descubierto, jurando permanecer impenetrable y
cauteloso ante aquella sonrisa encantadora.
Ha sido más fácil de lo que esperaba — dijo ella, todavía sonriendo.
- Estoy de acuerdo con tus condiciones — añadió, como si ella no hubiera hablado —, con unos pequeños
ajustes.
Eso borró la sonrisa de su cara, y él fue capaz de respirar otra vez.
- No tienes nada con lo que negociar, Justin.
Él arqueó una ceja.
- ¿Ah, no?
- Si planeas usar tu magia...
- Nada de magia, te lo prometo.
- Bien, entonces vas listo, porque no pienso cambiar las reglas. — Su satisfacción sonó alta y clara.
Fingiendo no haber escuchado sus anteriores palabras, él se acarició la mandíbula.
- Debemos irnos a tu casa esta noche, ¿no es así? — No la dio tiempo a responder —. Puedo hacerlo llevando
este paño... o puedo hacerlo desnudo.
Ella jadeó.
- Hey, espera un maldito minuto. Puedo simplemente abandonarte aquí, y lo sabes.
- Si piensas marcharte sin mí, te encontrarás sobre mis rodillas recibiendo esos azotes que tanto mereces.
- ¡Si intentas azotarme, te encontrarás recibiendo la paliza que tú te mereces!
- Escucharás mis condiciones o romperé cada una de tus reglas. Empezando por la primera. — Con paso decidido,
él cerró la distancia entre ellos.
- De acuerdo — soltó, con las manos levantadas para rechazarlo —. De acuerdo.

Estatua ~Justin Bieber y tú~ [TERMINADA]  By: JavieraDonde viven las historias. Descúbrelo ahora