Capítulo 29.

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- ¿Si hubieras decidido desafiar a tu tío por la corona, podrías haberlo hecho?
- ¿Por qué? — La mirada se volvió fría, como estanques de hielo en el invierno. — ¿Tienes la esperanza de que te llevaré conmigo y te haré mi reina?
- No — le aseguró, un poco ofendida de que pensara tan mal de ella. — Soy curiosa, eso es todo. Tú madre era, es una bruja, pero su linaje no le impidió convertirse en reina.
La frialdad permaneció en los ojos, pero esta vez no iba dirigida a ______. Parecía perdido en los recuerdos.
- Mi madre nunca fue, realmente, aceptada. Su soberanía y autoridad siempre fueron ignoradas.
- Eso es horrible.
- El matrimonio entre un hechicero y un mortal siempre ha estado prohibido. — Suspiró y se paso la mano por el rostro. — Tanto mi madre como mi padre lo sabían y aceptaron las consecuencias.
- ¿Por qué prohíben tal unión?
- Porque la esperanza de vida de un inmortal y un mortal son diferentes. Mientras que un hechicero puede vivir por siempre, un mortal no puede. Mi madre vio a mi padre envejecer, mientras permanecía joven. Cada día era consciente de que mi padre se moría, y que no había nada que pudiera hacer para salvarlo. Y luego, de pronto, ya estaba muerto.
La compasión brilló en los ojos de ______, y eso afectó a Justin más de lo que debería, calentándolo en todas partes. Había entrado en esa habitación con la idea de protegerse contra su encanto, pero mientras hablaba, compartiendo una parte de su vida que nunca había compartido con nadie, de algún modo consiguió que la conexión existente entre ellos se fortaleciera.
- ¿Se volvió a casar tu madre? — preguntó, el tono suave como una ligera brisa.
- No. Amó a mi padre con todo el corazón, y siempre dijo que sólo se puede amar de esa forma una sola vez. Además, abandonó a su gente para estar con él; hasta abandonó a su primer hijo, mi hermano. Ningún hombre del Druinn la querría, y dudo que algún otro hombre mortal la quisiera, tampoco.
- ¿Incluso aunque sea una antigua reina y una gran sacerdotisa?
- Incluso entonces. El Druinn es leal a Ryan ahora, y no se atreverían a enfurecerlo. Ryan...La imagen se formó en la mente de Justin. Cuando era niño, había rezado por tener una oportunidad de encontrarse con su hermano. Había querido que alguien jugara con él, que le enseñara los secretos de la magia. Pero su madre siempre se negó a presentarlos, diciendo que Ryan estaba con su propia gente y no necesitaba ningún recordatorio de los lazos mortales.
En vísperas de su octavo cumpleaños, finalmente decidió visitar a su hermano solo. Mientras sus padres estaban demasiado ocupados con la celebración como para notar la ausencia, se había escapado del palacio. Caminó durante tres horas, imaginándose el deseado encuentro a cada paso. La cara de Ryan se iluminaría de felicidad, y cogería a Justin entre sus brazos y daría vueltas con él en alegre abandono.
Las ilusiones murieron con rapidez cuando entró en la blanca playa de Druinn.
Ryan lo reconoció al instante. En vez de felicidad, una oscura nube de odio descendió sobre su hermano. Lo había empujado, ridiculizado, y escupido sobre él, todo el rato destruyendo sus sueños de niño. Nunca había vuelto, tampoco le había contado a su madre lo que había pasado. Simplemente se lamentó en el silencio por el hermano que nunca conocería.
- Casi compadezco a tu hermano — dijo ______, la voz perdida en tristes recuerdos. — Quiero decir que lamento su pérdida. La pérdida de una madre es muy dura. La mía murió de un paro cardíaco cuando yo tenía nueve años, y todavía la echo de menos. — Con suavidad, su aliento se mezcló con el aire del mediodía. — Siempre supe que me amó. No sé lo que habría hecho si hubiera pensado que me odió.
Aquella ______ que podía sentir dolor por alguien que nunca había visto, sin importar que esa persona fuera el mayor enemigo de Justin, tocó el mismo centro de su ser. No muchas personas eran capaces de entenderlo, de llenarse de esa empatía. ________ podría esforzarse por aparentar que era fuerte, como un guerrero, pero poseía el corazón suave y caritativo de una mujer.
Maldita sea. No quería, pero le gustaba ese lado de ella.
Los labios empezaron a moverse otra vez, pero no entendió las palabras. Justin, simplemente, los observó atentamente. Observó los labios llenos y rosados mientras el mundo a su alrededor dejaba de existir. Incapaz de detenerse, su mente se imaginó a aquellos labios cerrándose sobre su eje, el pálido cabello desbordándose sobre sus piernas. El deseo se despertó dentro suyo como un león se despierta al atardecer. Los músculos se tensaron. Si no conseguía distraerse, le arrancaría la ropa, y al infierno con la conversación o la resistencia.
- Háblame de tu vida — ladró.
Una expresión de pánico cruzó por el rostro, pero rápidamente fue sustituida por determinación. Lentamente, lo miró. Él se preguntó en qué estaría pensando.
De pronto, el calor creció en sus ojos, caliente y devorador, y despacio se extendió por el resto de los rasgos.
Ella sonrió de forma seductora.
Lentamente se puso a gatas, y se acercó, hasta que las narices se rozaron. — Nací el dieciséis de noviembre.
El azul es mi color favorito, y cuando me muera, quiero que sea de placer. — Entonces plantó los labios sobre
los suyos, metió la lengua dentro de su boca y chupó.
El cuerpo saltó a la vida inmediatamente, y él gimió contra los labios. Las lenguas lucharon por el control,
empujando, saliendo rápidamente y empujando otra vez. Quiso aullar cuando se retiró pero sólo deslizó la lengua
por los bordes de su boca, y él la agarró por la cintura, no fuera que decidiera terminar con el abrazo
totalmente.
- ¿Te gusta esto? — Preguntó en cambio.
- Sí.
- ¿Quieres que lo haga otra vez? — En aquel instante, ______ lamentaba que no estuviera desnudo, y que ella
tampoco lo estuviera. Sin ser consciente de nada. ¡Señor no podía pensar, sólo sentir! Se inclinó y presionó
más el cuerpo sobre él. Los pezones se endurecieron, los labios temblaron y el cuerpo volvió a la vida.
- No — susurró él.
- ¿No? — Se congeló. ¡Lo ansiaba con cada onza de su ser y no quería que lo hiciera otra vez!
- Esta vez — dijo— quiero hacerlo yo.
Mientras se relajaba con alivio, la punta rosada de la lengua rodeó sus labios, probó cada esquina, y mordisqueó
cada curva.
Ella enredó los dedos en su pelo, perdiendo el aliento completamente cuando se movió para lamer su oreja.
- Quiero más. — Necesito más.
- Entonces tendrás más.
- Pero sólo un beso más — susurró, recordando donde estaban. — Un beso y luego pararemos. Si todavía me
quieres, podemos empezar otra vez más tarde.
- Te quiero ahora, y te querré más tarde. Ahora te daré ese beso que pides — dijo —pero será un beso que
dure toda la noche y requerirá que nuestros cuerpos se desnuden y se entrelacen.
Antes de que pudiera contestar, su boca la reclamó posesivamente. Se abrió a él y gritó de placer al mismo
tiempo. Con cada movimiento rápido de su lengua, el deseo la envolvió con energías renovadas, provocándole
temblores en su interior. Ardiente e impaciente, sin piedad, movió la boca sobre la suya, inclinando los labios
con un hambre salvaje que le hizo ver estrellas centellando tras los párpados.
El primer beso había sido ardiente y maravilloso, pero esto era la esencia de todos los sueños. Calientes y
eróticos sueños. Éste beso compensaba todas la malas citas que había tenido, todas las tardes horribles que
había soportado en pésima compañía y todas las noches que había pasado sola, deseando que alguien la quisiera.
Perdida en su olor, su cuerpo, su hombre, se entregó completamente al beso, sin retener nada. Le dio cada onza de
su ser. ¿Alguna vez habían experimentado otras mujeres tal dicha? ¿Una dicha que eclipsaba a la razón y al
tiempo? .
Desde luego, el cine y los libros describían tal pasión, ¿Pero realmente lo había experimentado alguien alguna
vez, como lo sentía ahora?
Qué triste si nadie lo hubiera experimentado.
Los brazos rodearon el musculoso pecho de Justin, sintiendo la piel, dentada en algunos sitios y lisa en otros,
pero caliente por todas partes. Ella tiró de la espátula en su cintura y la arrojó al suelo. Su lengua siguió
acariciando la boca, audaz y apasionada. Lo empujó hacia abajo hasta que él sintió el suelo bajo la espalda. Las
rodillas se afianzaron a los lados, abarcando las amplias piernas, y ella arqueó las caderas, empujando
ligeramente contra su erección.
- Sí, justo así — la elogió. — Otra vez.

Estatua ~Justin Bieber y tú~ [TERMINADA]  By: JavieraDonde viven las historias. Descúbrelo ahora