- Os doy la bienvenida — dijo el hombrecito, haciéndoles señas para que se acercaran.
- He venido para...
- Sé por qué está aquí — dijo el hombre. Empujó los cristales más altos sobre la nariz. — Sin embargo, no soy el que busca. No puedo ayudarle.
Ante eso, un sentido agudo de temor pulsó a través de Justin.
- Alguien aquí puede ayudarme. De eso estoy completamente seguro.
- Sí. Hay alguien.
- ¿Dónde puedo encontrar a ese alguien?
El hombrecito se alejó de la longitud de su brazo.
- Usted no puede. Él le encontrará... Si quiere.
Los dientes de Justin rechinaron. ¡Maldita sea, le saldría algo bien en este día!
- Por ahora, deseo sólo hablar con el hombre, y lo encontraré tanto si quiere ser encontrado como si no. Y usted me ayudará. ¿Dónde está?
- Podría estar en todas partes, realmente.
Justin agarró el borde del mostrador tan fuerte que casi se rompió los dedos.
- ¿Donde Está Él? — La voz, enfurecida, salió como una afilada cuchilla.
El hombrecito palideció.
- ¡Eh! ¡Eh! Alto ahí. No es el único que desea un viaje a casa. El señor Graig tiene muchas residencias diseminadas por todos los mundos y viaja mucho a través del vórtice. A veces se va por unos días, a veces por años, pero nadie, nadie sabe exactamente donde está o cuándo volverá.
- ¿Cuánto hace que se fue en este último viaje? — preguntó ______ suavemente. Colocó la mano sobre el brazo de Justin, y él se relajó.
- Nueve semanas más o menos.
Lo que no significaba nada, pensó Justin, cerrando los ojos. Esperar, esperar, esperar. Las palabras abrasaron un camino a través del cuerpo. Estaba cansado de esperar las cosas que deseaba.
Los dedos de ______ apretaron suavemente su antebrazo. Estaba tan cerca que el aliento soplaba sobre su piel. Simplemente con eso, se relajó otra vez. ¿Cómo lo calmaba con tanta facilidad?
- Por lo que sabemos, el hombre podría volver mañana — dijo, el tono tan apacible como el toque.
Justin asintió rígidamente.
- Tienes razón.
- Viajó esta vez para obtener algo de dinero — lanzó el hombrecito. — Estos viajes no son baratos, sabe.
- ¿Cuánto es necesario? — Justin observó tan intensamente al empleado que el hombre comenzó a moverse nerviosamente.
- Es, uh, diferente para cada uno. El señor Graig le dirá cuánto le pedirá a usted.
- No pagaré nada hasta que no me encuentre de pie en el suelo de mi patria.
- Comprensible.
- Bueno. — Cabeceó satisfecho, ya que había hecho todo lo que podía hacer. — Entonces diga al señor Graig que mi nombre es...
- No importa cuál sea su nombre. El señor Graig le encontrará. Estoy seguro de que ya sabe de su visita.
Frunciendo el ceño, Justin pasó el brazo alrededor de la cintura de ______ y cruzaron de una zancada la puerta de salida.
Cuando la camioneta rodaba a través de la carretera, echó un vistazo a Justin. Apenas había dicho ni una sola palabra desde que habían abandonado el Vórtice. Ahora mismo, su comportamiento entero gritaba –no me toques–. Sabía que estaba decepcionado, que necesitaba tiempo para hacerse a la idea de que debía prolongar la estancia, pero como le gustaba recordarle, el tiempo era su enemigo.
Tenía que haber algo que pudiera hacer para animarlo.
Pronto entraron en Dallas. Veinte minutos más tarde, metía con cuidado la camioneta por el tortuoso camino de entrada del Victorian. A Justin le gustaba el trabajo físico, así que ¿Qué mejor manera de mantener la mente ocupada que poniéndolo a trabajar?
Aparcó la camioneta en el jardín y entrecerró los ojos. Un viejo, oxidado, y desconocido Dodge Dart, estaba aparcado en el frente de la casa.
Con curiosidad se mordisqueó el labio inferior. ¿Si el coche no perteneciera a uno de sus hermanos, a quién le pertenecía?
- ¿Quién está aquí? — preguntó Justin. Cada palabra reflejando las oscuras emociones que se arremolinaban en su interior.
- No lo sé — No había nadie dentro del coche, y no veía a nadie holgazanear sobre el césped. — No esperaba a nadie.
Encontró al dueño del Dart de pie en el porche. Frances, la camarera del café, junto a alguien más. Otra mujer –Heather comprendió ______– estaba parada a su lado, con la aburrida y despectiva mirada de siempre, abrigándose a sí misma con los brazos, como si el húmedo calor no la afectara.
- ¿Qué ocurre? — le preguntó a Frances.
La camarera enroscó las manos y se miró fijamente los dedos.
- ¿Dijiste en serio que querías que trabajara para ti?
No vaciló en la respuesta.
- Absolutamente. — No le gustaba contratar ayuda de empresas grandes, o incluso de agencias temporales; prefería tratar con gente que conocía, gente que necesitaba el dinero.
Frances parpadeó y sonrió, una sonrisa tan brillante que iluminó el rostro entero, borrando las arrugas y haciendo que resplandeciera de exuberante juventud.
- Entonces acepto. No puedo agradecértelo lo suficiente,______. De verdad. Te debo un favor de los grandes.
- Sí — dijo Heather, el tono lleno de desdén. — Te lo agradece un montón.
La mirada de ______ se deslizó hacia la muchacha. Recordando que coqueteó con Justin, le frunció el ceño.
Heather la fulminó con la mirada.
Frances tosió discretamente.
- Uh ¿_____? ¿Puedo hablar contigo en privado?
- No necesito que tú... — comenzó Heather, pero Frances la cortó murmurado — Cállate. — Luego — Por
favor ______.
Hirviendo de curiosidad, asintió.
- Sí, desde luego. — Pero odió marcharse, dejando a Justin y Heather a solas y juntos. No importaba que Justin
fuera libre de hacer lo que -y con quien -quisiera, admitió que, ahora, lo consideraba de su propiedad. Tal vez
debería conseguir un cartel que pusiera –Tengan cuidado – Posesión de ______– y colgárselo al cuello.
Aunque, algunas mujeres, considerarían ese cartel como un afrodisíaco y se echarían a la persecución. Así que,
simplemente, tendría que marcar a Justin de otra manera. ¿Un tatuaje, quizás?
Mientras caminaba rápidamente con Frances hacia un lado de la casa, esquivando los charcos de lluvia a lo largo
del camino, se imaginó el cuerpo de Justin y todos los sitios en los que podía hacerle un tatuaje. Lentamente,
formó una gran sonrisa. Sin embargo los pensamientos lascivos murieron en el acto, en el momento en que ella y
Frances alcanzaron un rincón apartado.
- Heather es mi hija — soltó la camarera.
El shock retumbó a través del cuerpo y se quedó de pie, congelada
- ¿Tú hija? Pero eso es imposible.
- Me temo que no — respondió suspirando — Realmente, de verdad es mía. ______ masajeó la base del cuello.
Intentó digerir la información, pero tenía problemas para imaginarse a la bromista Frances y a la deprimida
Heather, emparentadas.
- He estado en la cafetería casi cada mañana durante tres semanas y ella también estaba, pero vosotras dos no
hacíais caso la una de la otra.
- Ha tenido una vida realmente dura. — Frances cambió el peso de un pie a otro. — Su padre, mi ex, era un mal,
mal hombre. Le hizo cosas, y yo no supe nada hasta que fue muy tarde. Cuando cumplió los doce, se escapó de casa.
No tuve noticias suyas hasta hace aproximadamente un año. No le gusto mucho, pero ha estado quedándose conmigo, y
vamos muy cortas de dinero. Yo... Yo... Pensé — Tartamudeó — Tenía la esperanza de que me contrataras, y que
quisieras contratarla a ella. Juro sobre la tumba de mi ex, que se queme en el infierno, que podemos venir aquí
directamente después de que salga de la cafetería. Y trabajaremos siete días a la semana si nos necesitas.
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Estatua ~Justin Bieber y tú~ [TERMINADA] By: Javiera
FanfictionCréditos a la creadora Javiera Nicole Mardones Muchas gracias por tu maravillosa historia ------- UN AVISO MUY IMPORTANTE las novelas que yo tengo en Wattpad NO SON MÍAS, las e publicado aquí porque las e encontrado muy buenas y quería que disfruta...