Capítulo 34.

145 9 0
                                    


El llegar hasta la tienda le llevó poco más de quince minutos y _____ caminó de un pasillo a otro, agarrando un par de pantalones de deporte, dos pares de pantalones negros y otro par de vaqueros para Justin, pensando alegremente que se quedaría con ella algo más de tiempo mientras intentaba persuadirla. Es más, todavía tenían que encontrar a un auténtico psíquico. Mirando entre un montón de camisetas, eligió las más grandes, rezando para que fueran de la talla de un hombre con la constitución de un luchador de la WWE. Los zapatos vinieron después, pero no estaba segura del cuál sería el número.
Si es grande por todas partes, pensó, calcula que los pies también serán igual de grandes. _____ no quería continuar pensando en esa dirección pero, aun así, tuvo que hacerlo...¿Bóxers? ¿O calzoncillos? Con las mejillas enrojecidas y el cuerpo caliente, lanzó un paquete de cada uno en la cesta.
Después vinieron los condones. Había tantas marcas que simplemente no sabía cual escoger, así que extendió la mano para coger una caja, cualquier caja, pero luego se congeló. ¿Y si sus hermanos se escondían cerca, esperando para saltar y gritar ¡Buuu!. Alzando la barbilla, miró hacia la izquierda y a la derecha, asegurándose de que nadie la observara. Encontrándose sola, agarró rápidamente una caja con grandes letras anaranjadas, dos cajas de lubricante y otra de des lubricante, sin saber que preferiría Justin.
También cogió con rapidez un tubo de espermicida y otro tubo de lubricante vaginal. No estaba segura de que todas esas cosas fueran necesarias, pero no quería equivocarse en cuanto a la precaución. Además, sin duda alguna, Justin había estado con muchas, muchas mujeres, todas sofisticadas y con experiencia a la hora de proporcionarle placer, estaba segura. No quería quedar como la peor amante de todas las galaxias.
Justin había mencionado una vez un masaje con aceite y plumas. Quizás era una de sus fantasías, una fantasía que podía realizar. Después de encontrar el aceite, tropezó con un plumero con todos los colores del arco iris. Perfecto.
¡Um!, ¿Y ahora qué? Obviamente, era un poco pervertido, ya que una vez habló de azotarla, y no es que planeara recordárselo... No en un futuro próximo, en todo caso. Sin embargo, ______ no quería que pensara que no podía manejar una pequeña esclavitud, así que caminó hacia el pasillo de los juguetes y se apropió de un par de esposas de plástico y un poco de cuerda, decidiendo dejar de lado el sombrero vaquero de paja.
En la caja, un feroz rubor se extendió como la pólvora a través del rostro y cuello cuando el vendedor, un chico alto, desgarbado, de no más de veinte años, levantó la caja de condones y le dirigió una sonrisita de sé-lo-que-harás-esta-noche, seguido de:
- ¿Quiere que compruebe el precio de esto? Creo que están rebajados.
- Uh, no. Pagaré el precio entero. — Con un poco de suerte, no tendría que volver a ver a ese adolescente que se rió a carcajadas.
Conduciendo hacia la casa, se preguntó cómo reaccionaría Justin ante las compras. ¿Le dirigiría aquella lenta sonrisa que le derretía los huesos, y luego la cogería entre sus brazos? Oh, sí. Eso era exactamente lo que haría, y no necesitaba de ninguna capacidad mágica para predecir lo pasaría después.
Aparcó el coche en el camino de entrada y levantó las bolsas del asiento del pasajero. Prácticamente flotó hasta la puerta delantera, que estaba abierta, notó, frunciendo ahora el ceño. ¿No le había dicho expresamente a Justin que se quedara dentro?
¿Dónde había ido el guerrero extraterrestre?
- Será mejor que esté aquí — refunfuñó con ferocidad.
Enfurruñada, empujó hasta abrir la puerta de la calle y entró. La primera cosa que notó fue que el volumen de la televisión aumentaba a cada paso, demasiado alto. Pudo distinguir varias voces masculinas riendo, bromeando y eructando. Pero pronto descubrió que no estaba en la sala de estar, y que la televisión no estaba encendida.
Las voces venían de la cocina.
______ experimentó un destello de confusión y temor. Sin saber con qué se encontraría, tragó aire y caminó despacito hasta entrar en la cocina .Cuando vio la fuente del ruido, los ojos se ensancharon y la mandíbula casi tocó el suelo.
- ¡Eh! — La llamó su hermano Denver. Estaba sentado sobre un taburete de bar cerca del mostrador, con una cerveza en una mano y un margarita en la otra. El labio inferior estaba hinchado y ensangrentado. — ¿Viniste para unirte al partido?
Antes de que pudiera contestar, otro de sus tres hermanos dijo:
- Mira quién llegó finalmente — con fingida alegría.
- ¿Qué ocurre aquí? — Miró a todos sus hermanos con los ojos entrecerrados. — ¿Y dónde están sus coches?
- Aparcamos atrás —explicó Erik. El pelo del color de la arena, que normalmente estaba peinado hacia atrás, ahora estaba de punta y en completo desorden.
Nick se frotó los dedos sobre la amoratada mejilla.
- Cuando le dije a los muchachos lo que me preguntaste antes, decidieron traer el partido hasta aquí.
______ quiso pisarle fuertemente el pie pero se conformó con gruñirle.
- ¡Prometiste no contarlo!
Se encogió de hombros.
- Mentí.
- Queríamos conocer al bueno de Justin — señaló Gray, hablando con esfuerzo. Luego sonrió abiertamente,
lanzando un brazo sobre el hombro de Justin. Gray tenía un ojo morado; Justin un corte en el labio. Ambos hombres
se tambalearon. — Estamos encantados de conocerle. Conseguimos resolver algunas dudas.
- Resolvimos algunas dudas — repitió Justin. Asintió, balanceándose. Cabeceó otra vez.
- ¿Habéis estado peleando? — La incredulidad rebotó en las paredes, aunque sabía que no debería sorprenderse
en absoluto. Estos eran sus hermanos, después de todo, y encontraban divertido el golpearse como demonios unos a
otros.
Nick se tambaleó hasta ella y le plantó un beso en la punta de la nariz. Salió corriendo antes de que pudiera
pegarle con la mano.
- Teníamos que aclarar algunas cosas con el Chico del Amor.
- ¿Qué tipo de cosas?
- Cómo tratar a nuestra hermanita, por ejemplo.
- ¿Estás de broma, verdad? Por favor, dime que estas bromeando. — Cuando nadie habló, cedió ante el impulso
interno y le pisó con fuerza el pie. Una vez. Dos veces. — Debería matarlos a todos. Realmente debería. — Se
pasó la mano a través del pelo. — Además de utilizar a Justin como saco de boxeo, ¿Qué más le hicieron?
- Nada. — Erik sostuvo la mano izquierda en el saludo de Boy Scout. — Lo juro.
Justin gimió y se agarró la cabeza con la mano.
- La sala gira. Haz que pare. — La dorada tez se volvió lentamente de color verde.
Preocupada de que pudiera tener una conmoción cerebral, dejó caer las bolsas de la compra y corrió a su lado. Su
olor acre invadió las ventanas de la nariz, y de pronto comprendió que su condición no tenía nada que ver con
un traumatismo craneal.
- ¡Por Dios! — Agitó la mano delante de la cara. — Estás borracho — le acusó.
- Seguro que lo está. — Gray frunció el ceño. — Aunque no comprendo cómo pueden ser los Anguillares tan
malos bebedores. El hombre no ha podido aguantar ni una maldita ronda.
- Eso es porque no está acostumbrado a beber, idiota. — No había querido gritar las palabras, pero juro por
Dios, que estaba a punto de sobrepasar el nivel de tolerancia con su hermano mayor. —Simplemente ¿Cuántas
cervezas le dieron?
- No le dimos exactamente cerveza — contestó Nick.
- ¿Entonces qué le dieron exactamente?
- Tequila. Directamente de la botella. — Eso lo dijo Gray, el gran defensor de la ley.
Justin se balanceó. Casi cayó, pero logró sostenerlo contra la cadera. Simplemente, no podía creer que esto
estuviera sucediendo. Su guerrero extraterrestre estaba enfermo. Total y completamente hecho pedazos.
- _______— dijo despacio, articulando cada sílaba con cuidado. — Creo que me muero.
- Tú no te mueres — contestó secamente, conduciéndole al sofá de la sala de estar y ayudándole a tumbarse.
Con cada movimiento, gemía. Sentándose a su lado, le acarició la frente. — Pero para mañana, desearás estar
muerto.
Justin se cubrió los ojos con una mano y se lamentó, murmurando en una lengua que no entendía, pero que, por su
tono, supo que no eran palabras agradables.

Estatua ~Justin Bieber y tú~ [TERMINADA]  By: JavieraDonde viven las historias. Descúbrelo ahora