Capítulo 62.

158 5 0
                                    

Para el amanecer, el señor Graig estaba atrapado en su propia estatua de piedra.
- Heather todavía no se encuentra bien.
____ bajó su rodillo de pintura de la pared y miró en Frances, que estaba en el umbral del Victorian. La luz del sol se extendía a su alrededor, mezclándose con la de la lámpara del techo. ____ procuró mantener el espeso líquido de color malva goteando sobre la alfombra de plástico, intentando no mancharse los zapatos.
- ¿Está bien? Lleva enferma toda semana.
- Eso espero. — La preocupación oscureció los ojos color avellana de Frances.
- Aunque no puedo menos que preocuparme, ya que está en la cama día y noche. No come ni duerme, simplemente mira al techo. A veces incluso le habla.
- Si hay algo que yo pueda hacer, avísame ¿vale?
- Lo haré. Gracias por tu comprensión. — Con una sonrisa inestable, Frances se marchó para seguir con su trabajo en el jardín. La pequeña rendija de luz se esfumó cuando la puerta de mampara se cerró.
_____ se dio cuenta de que ya había pasado medio día. Se había fundido tan rápidamente como toda la semana. Frunciendo el ceño, dejó caer el rodillo en la lata. Los músculos del brazo le dolían de empujarlo de arriba a abajo por las paredes. Ella se preguntó cómo le iría a Justin arriba. ¿Habría terminado ya de pintar el dormitorio?
Con cada día que pasaba, él se vuelto cada vez más inquieto, incluso más reservado. Él no sonreía, ni le gastaba bromas. Casi parecía... triste. Cada día le decía que la amaba, y cada día le preguntaba si ella lo amaba. Su respuesta siempre era la misma, No. Ella no está dispuesta a amar a un hombre del que no podía confiar por completo. Mientras una parte creía que aquellas maravillosas palabras que él le decía eran ciertas, otra parte era suspicaz y sospechaba de sus intenciones.
Pero el tiempo se agotaba, y ella no podía permitir que volviera a convertirse en piedra.
¿Qué iba a hacer?
_____ no lo sabía. Con la necesidad de verlo y asegurarse de que todavía estaba aquí, que todavía era el guerrero de carne y hueso que la abrazaba todas las noches, _____ subió arriba por las escaleras. Sus zapatillas de deporte chirriaron a cada paso, y ella tomó nota mental de colocar unas cuñas entre los tablones para evitar esos chirridos. Cuando entró en el dormitorio, ella se paró y lo observó en silencio, Justin estaba de espaldas y en mangas de camisa. La luz natural inundaba la habitación a través de la ventana sin cortinas, acariciando sus músculos, haciendo que su piel brillara con un marrón dorado.
La punta de sus nervios volvieron a la vida mientras lo observó deslizar el rodillo arriba y abajo, tal y como ella le había enseñado. Los músculos de sus hombros estaban tensos, pero no de pintar. Él sabía que estaba de pie detrás de él, y estaba decidido a no hacerle caso.
No seré ignorada. Con pasos cortos, ella se acercó, le quitó el rodillo y lo hizo rodar por su cara. ¡¡Ja!! Ignora esto.
Al principio, él permaneció completamente quieto.
- Esto lo pagarás, — dijo suavemente. Pero en vez de castigarla, él limpió sus ojos de pintura y se agachó a coger la brocha. Baño las cerdas en la lata de pintura y untó el espeso líquido amarillo en las paredes. Su cara mostraba la expresión debo-concentrarme-porque-el-destino-del-mundo-descansa-en-mis-manos. Arriba. Abajo. Arriba. Él ponía el cuerpo entero en acción, estirando y doblando los músculos.
Incluso cuando la ignoraba, el hombre era la pasión encarnan. Ella supuso que su físico era fruto de los muchos años pasados en el campo de batalla, supuso ella, pero el mirarle no hizo que evocara imágenes de sangre y mutilación. No, mirarle le hacía pensar en sábanas de seda y cuerpos sudorosos.
- Necesito más pintura, — dijo él finalmente, aún sin mirarla.
- ¿Para pintarme?
Su mandíbula se tensó.
- Para terminar de pintar la pared.
A ella le llevó un momento registrar sus palabras, y cuando lo hizo, eso rompió de su fantasías lascivas.
- Te di la suficiente como para pintar la Gran Muralla China.
- Y aún así mi lata está vacía.
Sin saber lo que buscaba, _____ repasó la pared. La estudió con intensidad y luego se giró para inspeccionar la pared de detrás de ella. Su repentino jadeo rompió el silencio.
- Oh, Dios mío. ¿Qué hiciste?
- Pintar. — Tres latas de pintura vacías ocupaban una esquina del cuarto — Con un poco de magia, — confesó él de mala gana.
- Abriste y usaste otros colores. — Susurró horrorizada, con voz abatida, pero que pronto subió de volumen. — Sólo te di un color. Uno. ¡Uno!
- Aquellos estaban disponibles, así que los aproveché. — Él hizo señas hacía la fila de latas de pintura que ella había organizado según el color. Él había cogido uno de cada fila —. Si no querías que los usaras, me lo tendrías que haber dicho.
- Que los colores no se mezclan es de sentido común.
- No pinté el suelo, como dijiste. No pinté el adorno lateral, como dijiste. No usé movimientos circulares, como dijiste. No hice ninguna de esas cosas
- Entonces veremos quién maneja el cepillo más poderoso. — En un segundo, él la tenía inmovilizada contra el suelo y despacio, muy despacio, le pintó el pelo, la clavícula y las piernas.
Al final, ella se reía con tanta fuerza que podía regañarlo. Finalmente, él abandonó el rodillo. Él bajó la vista hacía ella, con un brillo serio en sus ojos, mirándola durante un largo y silencioso momento. Luego la besó, un beso lánguido que continuó y continuó, despertó su deseo. Sin embargo, en vez de hacerle el amor, él se separó y, sin una palabra, recogió su rodillo y volvió pintar la pared.
¿De nuevo alejándose de ella, no? Ella vertió la pintura restante sobre su cabeza.
Él se quedó parado, atontado, durante mucho tiempo, con los riachuelos amarillos goteando por su cabeza y cara. Sus ojos se estrecharon.
- Pagarás por esto, ____.
- Primero tendrás que pillarme, — se burló ella, saliendo corriendo.
- Ah, te pillaré. No lo dudes.
-Tienes razón. — Infiernos, él tenía razón, y ella no podía castigarlo de su propio error.
Pero la pared estaba horrible. Absolutamente horrible. Como un lastimoso y descolorido arco iris. Varios sitios estaban burbujeando con... ¡Dios mío! ¿Eso era fango? Ella sofocó un gemido. ¿Cómo iba a arreglar aquella pared? Con sus cuatro años de experiencia, ella nunca se había encontrado con esta clase de problema antes.
- ¿No lo he hecho como querías? — Preguntó él con expresión rebelde... y cómica debido a las rayas de pintura amarilla que surcaban sus mejillas.
Encima, ahora, ella había herido sus sentimientos. Maravilloso, simplemente maravilloso.
- Lo has hecho bien.
- Entonces, Oiré tu agradecimiento.
¿Qué él oiría su agradecimiento? ¿Qué ella le daría las gracias? Una nube roja nubló su vista, eliminando su anterior benevolencia. La había ignorado durante todo el día, había arruinado su pared, ¿y ahora él oiría su agradecimiento?
- ¿Por qué debería agradecértelo cuándo te has olvidado de pintar un sitio? — Con esto ella, brocha en mano, le pintó la nariz.
Él hizo sólo una breve pausa y le devolvió el favor.
Ella jadeó cuando el frío líquido cubrió su piel.
- No hagas eso otra vez, — gruñó ella. Pero mientras decía esas palabras, extendió la mano para darle otro brochazo.
Él la sujetó al instante, pareciendo el juguetón y bromista amante que ella conocía.
- ¿Crees que puedes pintarme?
Ella sonrió.
- Sí, en realidad, lo hago.

Estatua ~Justin Bieber y tú~ [TERMINADA]  By: JavieraDonde viven las historias. Descúbrelo ahora