¿Ella quería hacer el amor con él, y él tenía curiosidad sobre su futuro marido? Enfadada, le contó más de lo que probablemente pretendía.
- Quiero a un hombre que me ame por la mujer que soy, no por la mujer que él quiere que sea. Y quiero a un hombre que me ame para siempre.
- Ya veo.
Un comentario tan simple la decepcionó. En algún rincón de su mente, quizás, había esperado que dijera yo soy ese hombre.
- ¿En cuanto a ti? ¿Qué buscas en una esposa? Además de lo obvio.
- Una mujer con espíritu y coraje. Una mujer que me fascine y haga que mi cuerpo lata de infinita necesidad... que me haga olvidar.
Los celos le recorrieron la espina dorsal. Ella no quería pensar en esa mujer anónima que un día sería su compañero de vida. ______ sólo quería pensar en el aquí y ahora.
- No quiero hablar más, Justin.
Sus cejas se arquearon.
- Entonces, ¿qué quieres hacer?
- Hazme el amor. Toda la noche. — Extendió la mano en invitación —. Hasta que ninguno pueda moverse.
En vez de correr y cogerla entre sus brazos, contestó.
- ¿Estás segura de que eso es lo que quieres,_____? —Había en su tono un borde afilado que sugería que ella debía de estar de acuerdo, y mientras esperaba su respuesta, sus ojos se volvieron fríos, acusadores. El brillo cristalino que normalmente iluminaba su interior se volvió de un zafiro oscuro —. Me has rechazado tantas veces.
- Estoy segura de que es lo que quiero. Hasta compré algunas cosas. — señaló la mesita con una ondulación de su brazo.
Con su expresión todavía ilegible, él cruzó la habitación. Pero no se acercó a ella. No, se sentó en el filo de la cama, delante de la mesa e inspeccionó sus compras. Con sus labios formando una dura línea, probó la resistencia de la cuerda y luego la dejó de lado. Él alzó las esposas.
- ¿Qué planeabas hacer con esto?
- Atarte a la cama. — Su corazón se aceleró ante la idea, los dedos de sus pies se curvaron y su nerviosismo aumentó.
- Quizás seré yo quien te ate a la cama. — Hizo una pausa, luego sonrió lentamente —. Sí, me gusta cómo suena eso. Tenerte sujeta a mi voluntad. — Volvió a dejar las esposas sobre la mesa y tocó una caja de condones —. ¿Qué es esto?
- Condones.
Su frente se arrugó por la confusión.
Ella le explicó las consecuencias del sexo sin protección.
Mitad divertido, mitad serio, soltó un suspiro.
- Yo sólo podría darte un niño si estuviéramos unidos de por vida,______. Así es como ocurre en Imperians.
- ¿De verdad? ¿Entonces no tengo que preocuparme de eso?
Él sacudió levemente la cabeza, enviando varios mechones de pelo sobre su frente.
- Bien, entonces — dijo entrecerrando sus pintados ojos y luchando contra su creciente nerviosismo —, tienes mi permiso para pasar al siguiente nivel.
- No, creo que aún no. — Levantó la bolsa del suelo, cogió el tubo de lubricante y lo estudió por todos lados —. ¿Y esto?
- Debe ayudar... — No, así no podía explicárselo —. Eso alivia... — No, así tampoco —. Hace que una mujer se humedezca.
Su sonrisa se borró por completo.
- Yo hago que una mujer se humedezca, ______— gruñó —. Qué artículo tan ridículo. Esto... — él miró el tubo con repugnancia — no es necesario. — Sin darle tiempo a contestar, arrojó el tubo sobre su hombro y la llamó con el dedo para que se acercara —. Ahora ven aquí.
Eso es, pensó ella. Llegó el momento.
Inexplicablemente, de pronto, la calma la inundó. Eso era lo correcto. Tan correcto. De hecho, era como si ella sólo hubiera existido para este momento, para este hombre. Ya no podía negarlo más como no podía negar que necesitaba aire para respirar.
Llena de una mezcla embriagadora de deseo y anticipación, cerró la distancia entre ellos. Sus manos la agarraron por la cintura, colocándola entre sus muslos. Su aliento caliente y suavemente perfumado a menta, beso la V de su bata.
- Podría darme prisa y acabar pronto con esto — dijo él, su voz acerada con la determinación —, pero ahora que este momento ha llegado, voy a tomarme tiempo contigo, saborear cada toque. Cada sonido. — Sus ojos destellaron con una emoción que ella no pudo identificar —. No quiero juegos esta vez. Sólo tú y yo.
- Sí. — Las palabras salieron como un suspiro, entrecortadas —. Sólo tú y yo.
- Después... jugaremos después — su mirada se deslizó lentamente por su cuerpo y luego la miró fijamente a los ojos. El calor, el deseo y la pasión ardían juntos en sus profundidades azules.
Pasó un segundo, un mero susurro de tiempo, antes de que sus labios tocaran los suyos. Su lengua se deslizó en su boca con narcótica y exótica lentitud, consumiéndola. Antes, cada vez que la besó, se sintió como lava fundida. Ahora él era como el agua, y ella el desierto, desesperada por cada gota que él le ofreciera.
- Tienes que saber — dijo él, retirándose para mirarla a través del espeso escudo de sus pestañas —, que
cuando sentí la piedra desvanecerse, no fue la venganza o mi hogar lo primero que ansié. Fuiste tú. Aquellas
palabras se deslizaron sobre ella, apacibles, maravillosas, y oh, tan esperadas.
- Yo también te deseaba.
Él pronunció una risita suave.
- Si hubiéramos seguido nuestros instintos, nos habríamos ahorrado muchas frustraciones.
- Estoy segura de que habríamos hecho el amor una y otra vez. En el jardín, en la camioneta, en el cuarto de
baño.
- En la cámara alquilada — añadió él afectuosamente —. Sus manos recorrieron lánguidamente sus costados y
ahuecó su mandíbula. Él le dio unos pequeños besos y mordiscos sobre su nariz, ojos y barbilla —. Por
supuesto, ya sabes que no estaré satisfecho hasta que no te posea en todos esos sitios.
El calor resbaló por su espalda.
- ¿Me lo prometes?
- Oh, sí. Tienes mi palabra, y mi palabra es mi honor.
Con cuidado tiró de su cabeza hacia abajo para otro beso. Mientras su lengua hacía su magia, la empujó hacia su
regazo, extendiendo sus muslos y enganchando sus piernas alrededor de su cintura hasta que quedó sentada a
horcajadas sobre él y completamente encajada en su erección. Su boca nunca se separó de la suya.
En esa posición, ella notó que estaba increíblemente excitado, que él era enorme, grueso y duro... y que ella
había causado esa reacción. Ella, una mujer demasiado alta, demasiado mandona y que carecida de las gracias
femeninas, había llevado a ese seductor hombre a tan potente excitación. Aquel conocimiento le dio poder, un
poder que era muy, muy embriagador. Sin cesar el beso, Justin la exploró tranquilamente, prolongando su placer,
quemándola un poco más. Él dejó a su lengua remontar el contorno de sus labios, dejando un fuego a su estela.
Su mano se extendió sobre su clavícula, tan ardiente, tan incitadora, como si en un instante fuera a deslizarse al interior de su bata y cogerle el pecho.
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Estatua ~Justin Bieber y tú~ [TERMINADA] By: Javiera
FanfictionCréditos a la creadora Javiera Nicole Mardones Muchas gracias por tu maravillosa historia ------- UN AVISO MUY IMPORTANTE las novelas que yo tengo en Wattpad NO SON MÍAS, las e publicado aquí porque las e encontrado muy buenas y quería que disfruta...