Capítulo 53.

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- Todo — contestó, imitando su respuesta a la misma pregunta.
Entonces _____ le habló de su vida. Él escuchó atentamente y rió ante sus payasadas de niña. Le confesó sus miedos, esperanzas y sueños. Una vez, él se quedó tan callado, tan serio, que casi dejó de hablar, pero finalmente decidió contarle lo peor antes de que se arrepintiera.
- No me gustan las cintas del pelo, o los vestidos con volantes y encaje. No me gustan las uñas largas porque son un fastidio. Lo que realmente me gusta son mis herramientas, los deportes, los coches rápidos y mis vaqueros — aspiró un profunda bocanada de aire. — Cuando mi camioneta se estropea, y creo que es el motor o la transmisión, no simplemente los neumáticos, no necesito llevarlo al mecánico. La reparo yo misma.
Ya está.
Ahora ya conocía su naturaleza de marimacho.
Esperó oírle reír, o soltar una broma a su costa.
No lo hizo.
- Ven aquí — dijo. La puso en pie, la arrastró ante un espejo de cuerpo entero que estaba colgado en la pared, y se colocó detrás de ella, con las manos sobre sus hombros.
Ruborizándose, ella intentó apartarse pero Justin la sostuvo firmemente en el lugar.
- Mírate, _____. Mira lo que yo veo.
Ella no quiso hacerlo. ¡Qué vergüenza! No quería observar sus defectos mientras él miraba.
- No.
- Mira — suplicó él. — Mira.
Como le rogaba tan dulcemente, ella lo hizo.
- ¿Ves los hermosas que son tus piernas? ¿Lo rosados y maduros que son tus pezones? Y la curva de tus caderas me excita siempre que te miro — cada lugar que nombraba, lo acariciaba con la ligereza de una pluma, haciendo que su aliento se atascara en su garganta. Él susurró todo tipo de cosas en su oído. Cosas calientes que la enardecieron, cosas eróticas que la ruborizaron. Palabras dulces y cariñosas que le hicieron llorar.
Entonces Justin comenzó a hablar en su lengua materna, una lengua armoniosa que flotó a su alrededor, excitándola de un modo que ella nunca hubiera imaginado. Sus manos estaban por todas partes, manos que ahora podía sentir y ver también. Sus piernas temblaron con la fuerza de su deseo.
- ¿Qué sientes cuándo te toco? — preguntó, sin quitar las manos.
- Fuego — jadeó. — Puro fuego.
- Lo mismo siento yo ¿Crees que una mujer que careciera de gracias femeninas podría calentar mi sangre tan profundamente? — Mientras le decía esto, le separó las piernas y la agarró por la cintura. Entonces entró dentro de ella, empujando lentamente en su interior, provocándole gritos de placer.
Incluso con su mente aturdida por la pasión, ella comprendió el impacto de sus palabras.
Dios mío, pensó, de pronto asustada. Realmente podría caer profunda e irrevocablemente enamorada de este hombre, únicamente para perderlo.
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Heather se mecía sobre la pequeña litera, temblando de frío. La delgada y rota manta que la cubría hacía poco para mantenerla caliente. El aire de la noche era tibio y cargado de los olores del verano, así que no había ninguna razón para que se sintiera tan destemplada. Pero últimamente, nada parecía calentarla. Ni el café o la sopa de pollo ardiendo. Ni las gruesas chaquetas de franela o los guantes negros de cuero. La frialdad se asentaba demasiado profundamente en su interior.
Intentando distraerse de sus temblores, permitió a su mente divagar. Mañana comenzaría a trabajar con ______ Klein, una circunstancia que Heather aborrecía casi tanto como agradecía. Ella necesitaba el dinero, pero la idea de pasar hora tras hora con esa mujer tan perfecta hacia un nudo su estómago. ¿Cuántos recordatorios necesitaba de que algunas personas eran bendecidas con vidas felices, normales... y otras no?

Alrededor de _____, Heather siempre se sentía sucia y usada. Como un mueble barato en un cuarto lleno de gloriosas antigüedades. _____ lo tenía todo. Dinero. Talento. Amor. Justin la miraba como si fuera de oro, y _____ hablaba de sus hermanos como si ellos fueran dioses.
Quizás si Heather hubiera tenido un hermano, la habría protegido de su padre. La habría protegido de la larga hilera de hombres que la habían usado durante los años mientras ella buscó a alguien, cualquiera, que la hiciera sentirse entera. Rodando hacia un lado, Heather pegó la almohada a su cuerpo, fingiendo que su suavidad era el calor de un hombre, un hombre que la consideraba más importante que seis paquetes de cerveza. Un hombre que pensaba que ella era más valiosa que lo que descansaba entre sus piernas.
Al cabo de un rato, sus afilados pensamientos se apagaron y ella descendió despacio hacia la oscuridad. Pasó un minuto, o tal vez una hora, cuando su mente gritó para que se despertara. Ahora estaba caliente. Tan deliciosamente caliente. El sonido de una voz profunda y masculina cantaba suavemente en su oído, y se estiró lánguidamente, gozando de la profundidad de su sueño.
l hombre habló otra vez, y esta vez lo entendió. Él pronunció una sola palabra: Despierta.
Sus párpados revolotearon hasta abrirse. Un hombre extraño se cernía sobre ella y el miedo volvió a la vida en
su interior, un antiguo y familiar miedo que había soportado durante toda su niñez. Ella se tensó, intentado
alejarse, gritar, pero el hombre cantó algo más, algo que la arrastró hacia la relajación. Todo a su alrededor
se volvió lentamente nebuloso y distante, como algo irreal, maravilloso. Una paz que ella no pudo explicar se
coló en su interior.
Respirando lánguidamente, se sintió total y completamente relajada. Sus brazos y piernas parecían estar
inmovilizadas con grilletes a la cama, pero cuando miró hacia su cuerpo, vio que era totalmente libre. ¿Por qué,
entonces, no podía moverse? Ah bueno, no importaba. No quería moverse, estaba feliz donde estaba.
- Estas soñando — oyó el suave eco en su mente.
Sí, todavía soñaba, un sueño glorioso del que nunca quería despertar. ¿No acababa ella de desear a un hombre
que la calentara? Sí, lo hizo, y su deseo se había materializado de esa forma, en una aparición de la noche. Una
aparición que sentía extrañamente familiar a ella misma. Suspirando, se acomodó sobre el firme pecho masculino
y miró hacia arriba, a su cara. Su aliento se atascó en la garganta. Él era tan hermoso; sus rasgos eran
fuertes, cincelados con una perfección clásica. Tal perfección física la acobardó, y eso no le gustó. Pero no
intentó apartarse.
Después de todo, la mantenía caliente.
- ¿Quién eres? — susurró.
- Ryan.
El timbre bajo de su acento, un acento muy parecido al de Justin, hizo que se estremeciera, consciente de su
feminidad.
- Ryan — repitió ella, gustándole como sonaba en sus labios.
- He venido por ti — dijo él.
Sus ojos se ensancharon por la sorpresa.
- ¿Por mi? No lo entiendo.
- Tú me perteneces — sus ojos la taladraron, haciéndole temblar pese a que las corrientes de calor seguían
recorriendo sus venas. — Sólo yo. Jamás pertenecerás a Justin otra vez.
Aquellas palabras le gustaron demasiado como para corregirlo. Sí, había querido a Justin al principio, tal vez
para hacerle daño a ______, o tal vez porque había pensado que Justin era especial, alguien que podría ayudarle
a vencer su pasado. No sentía nada por él y, seguramente, ella nunca le había pertenecido. Pero a este
hombre...a este hombre no le importaría pertenecerle. Ella había sido muchas cosas en sus veintidós años, pero
nunca una mujer para pertenecer.
- Ya que soy tuya para hacer conmigo lo que te dé la gana — dijo ella —¿qué vas a hacer conmigo?
Él se quedó callado durante mucho tiempo, como si debatiera consigo mismo.
- Esta noche, simplemente te abrazaré. ¿Quiere que te abrace?
- Oh, sí. — Ella estaba tan caliente. Más caliente de lo que jamás había estado. — Abrázame y nunca me
dejes ir.
- Pronto tomaré tu cuerpo. ¿Qué piensas de eso?

Estatua ~Justin Bieber y tú~ [TERMINADA]  By: JavieraDonde viven las historias. Descúbrelo ahora