Capítulo 26.

164 8 0
                                    


- Independientemente de lo que desees, es tuyo — dijo ella con esperanza, aunque sin mirarlo todavía.
Él sabía exactamente lo que quería.
- Devuélveme la estatua.
- No. Eso no — sacudió firmemente la cabeza —. Nunca haré eso.
- Maldita seas, ¿por qué me la robaste? ¿Por qué? Por amor — se mofó de la palabra — una madre me habría dejado tener mi venganza.
Por fin sus ojos se encontraron. Él la perforó con su intensa mirada llena de furia. Ella no apartó la vista, de hecho, la sostuvo firmemente con la barbilla orgullosamente alzada.
- Justin es mi hijo, como lo eres tú, y no lo veré sufrir por mis pecados.
Escuchar esas palabras de devoción para su más odiado enemigo, le hirió más profundamente que una espada afilada.
- Pero al enviarlo a otro mundo, me castigas a mí. ¿Es que te complace verme sufrir?
- Tu felicidad me importa más de lo que piensas, pero no podía permitirte que condenaras a tu hermano a una vida de encarcelamiento — como un oscuro ángel entre la blanca playa, ella se puso de rodillas y agarró un puñado de diminutos cristales, dejando que los granos se deslizaran lentamente entre sus dedos. Una solitaria lágrima goteó en su palma, mezclándose y espesando la arena —. Si tuviera el poder de romper tu maldición, lo habría hecho, en vez de mandarlo lejos.
Las ventanas de la nariz de Ryan llamearon. Durante toda su niñez siempre rezó por el amor de esta mujer, lo había ansiado con cada fibra de su ser, aunque sólo había encontrado vacío. Siempre vacío. Suponía que no debería de culpar a Simone por abandonarlo ¿Qué madre podría adorar a un hijo al que resultaba tan horrible de mirar? Él sabía que sus cicatrices, su monstruoso aspecto, eran, a veces, difíciles de soportar.
Ese era uno de los motivos por los que odiaba a Justin tan apasionadamente. Justin poseía esa belleza que contaban las antiguas leyendas y la fuerza de un guerrero. Con esa fuerza física que lo diferenciaba de cualquier otro, el hermoso gigante eliminaba a sus enemigos con una determinación mortal que pocos poseían. Sus acciones eran alabadas, a diferencia del triste reconocimiento que Ryan recibía cuando requerían de sus poderes místicos. Deberían de haber elogiado su magia, exaltar sus habilidades.
- Él es tu hermano, Ryan— dijo ella suavemente —. Libéralo.
- Él es mi mayor enemigo, Madre. Antes lo veré muerto.
Sus labios se separaron con otro suspiro, y ella intentó tocarlo otra vez. Él se apartó. Ahora no aceptaría su consuelo.
- Necesitas una mujer — distraídamente, ella cogió otro puñado de arena —. Alguien que cure tu dolor interior.
- ¿Qué mujer me querría? — Se rió él, el sonido sonó áspero y amargado en sus oídos —. ¿Qué mujer querría un hombre cuya piel está estropeada por tantas cicatrices? ¿Cuyo cuerpo está doblado y retorcido?
Ella contestó sin vacilar.
- Una mujer que pueda mirar más allá del aspecto físico y ver al maravilloso hombre que hay en el interior.
- Y eso lo dice la mujer que no sólo abandonó a su primer hijo, sino que también destruyó al segundo...
Su cabeza se alzó ante sus últimas palabras.
- No lo digas. No digas esas palabras en voz alta.
- ¿Qué? ¿Que no diga tus pecados en voz alta para que todo el Druinn pueda enterarse? Sé lo que le hiciste...
- Ryan — ella lo cortó otra vez, desesperada. Se puso de pie, poniéndose a su altura —. Es suficiente.
Él hizo una pausa, considerando su súplica.
- Tienes razón. Tus pecados contra los mortales me importan poco. De hecho, me alegro de que los cometieras — su cabeza cayó hacia atrás y miró fijamente al cielo. Las lunas gemelas brillaron, creando rayos de luz violeta. ¿Por qué no podía la vida ser más simple? Un hombre, se suponía, vivía, se enamoraba y moría. En cambio, él vivía, sufría, y seguía sufriendo —. ¿A qué mundo enviaste a Justin?
Sus párpados revolotearon hasta cerrarse, pero no antes de que él vislumbrara su alivio.
- Lo envié muy lejos, donde una cariñosa doncella lo liberará algún día. Él se merece una vida feliz.
- ¿Y yo no? — Ryan golpeó un puño contra su palma.
- No dije eso — le aseguró ella con cuidado —. Pero tu felicidad no vendrá del sufrimiento de Justin.
Sí, lo haría. O quizás... quizás la redención le llegaría con el sufrimiento de algún otro.
- He castigado tan duramente a Justin al igual que tu abandono endureció mi corazón — dijo él, más para sí mismo que para ella —. Pero quizás, en cambio, debería haberte castigado a ti.
Sólo una vez que las palabras fueron dichas, comprendió su significado. Si ella fuera una estatua, no podría decirle esas cosas que le hacían daño. No podía dejarlo solo y desamparado. No podía escoger, otra vez, a Justin por encima de él.
Ella debió de leer sus intenciones en sus ojos, porque dijo:
- Ryan no lo hagas — mientras daba un paso atrás y agarraba su amuleto para tele transportarse a otro lugar.
Sus poderes eran mucho más fuertes que los suyos, el Druinn se había ocupado de eso.
Por Elliea, ella se había ocupado de eso. Con una ondulación de sus dedos, él congeló sus pies en el lugar,
haciéndole imposible el moverse físicamente o mágicamente.
- Tendrás tiempo para pensar en tus pasadas acciones y decisiones. Aunque Justin estuviera ahora aquí, no podría
salvarte de mi encantamiento. Ambos sabemos que él no posee mis capacidades mágicas, aunque tú siempre escogiste
al más débil de tus hijos. Piensa en ello.
- Ryan...
Una sonrisa elevó la comisura de sus labios.
- Simplemente recuerda esto, yo, y sólo yo, puedo liberarte de este hechizo. Una de las ironías de la vida,
supongo, que la misma persona que te hace daño es la única que pueda salvarte — sin darse tiempo a reconsiderar
sus acciones, se replegó en su interior y elevó los brazos al aire. Sus enjoyadas manos se iluminaron bajo la luz
la luna, creando coloreados rayos de luz que se clavaron en la arena.
- Aunque carne y sangre puedes ser — cantó él, concentrando toda su energía en su madre —, piedra será todo
lo que otros ojos puedan ver.
- No hagas esto — pronunció ella una vez más, sus ojos llenos de horror.
No escuchó sus súplicas. ¿Había escuchado ella las suyas durante todos aquellos palmos? No. Ella siempre había
parecido demasiado impaciente por abandonarlo. Frunciendo el ceño, terminó su maldición.
- Frío mármol, dura roca, con esta maldición yo te encierro en ella. La Reina de Piedra siempre serás, a no ser
que la sangre de mi vida te ponga en libertad.
De pronto el viento explotó, golpeando a través de la noche como el aliento del Diablo. Un relámpago estalló en
el cielo y se estrelló contra la playa. Poco a poco, su carne se endureció hasta convertirse en plateada piedra.
Ya estaba hecho.
Pero él no se sintió mejor, su sufrimiento no se alivió, tal y como había esperado. No, él
sentía...vergüenza, dolor y necesidad. Profundos, todos esos sentimientos que él añoraba dejar de soportar,
pero que nunca había conseguido hacerlo. Extendió la mano, pero en seguida la dejó caer a su lado. Ella se
alzaba tan hermosa ante él.
Sus hombros cayeron.
- ¿Debería liberarte ya? — preguntó, aunque sabía que no lo haría —. Voy a buscar a Justin. ¿Ya lo
sabías, no? Sólo porque lo enviaras a otro mundo no significa que no pueda encontrarlo.
En lo alto, las estrellas desaparecieron bajo una capa de nubes espesas y grises que lentamente se formaban. El
fragor de un trueno resonó, luego estalló. Era como si las emociones que había en su interior cambiaran el
tiempo.
- Ambos sabemos que el tiempo pasa de forma diferente entre un mundo y otro. ¿Un día ha pasado en Imperia, pero
cuántos días han pasado para Justin? ¿Es libre? Y si es así, ¿estará viejo y consumido? Sea cual sea su edad,
su vida, lo traeré de vuelta a casa. El tiempo y la distancia no tienen ningún dominio sobre mí.

Estatua ~Justin Bieber y tú~ [TERMINADA]  By: JavieraDonde viven las historias. Descúbrelo ahora