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Kihyun
La aprieto contra mi cuerpo, sin hacerle daño. Intento pegarla lo más posible a mí, temiendo el instante en que decida apartarse. Tomo aire, bocanada tras bocanada, disfrutando del dulce aroma que Minah siempre tuvo consigo.
No intento moverme, sé que cualquier detalle ahora mismo puede traerla de vuelta a la realidad en la que seguimos sin poder estar juntos, y en la que todo roce de su anatomía con la mía es prohibido.
Si tan sólo las cosas fueran menos complicadas...
Maldigo al aire interno de mi alma y elevo la mirada a aquello que tiene absorta en sus pensamientos a la chica que estoy abrazanado y que quiero abrazar siempre.
El cielo, para mi fortuna, yace despejado, sin el rastro de una sola nube. Hay una cantidad interminable de estrellas por encima de nuestras cabezas, son tantas y cada vez se hacen más. Quiero saber qué está pensando ella, quiero saber de nuevo que siente cuando sus ojos se topan con los astros, pero Minah permanece tan callada como el vacío mismo.
Parece no tener más intenciones que mirar, pensar y llorar.
Las lágrimas no han parado de rodar por sus mejillas desde hace rato. Mis impulsos quieren reforzar aun más el agarre que tengo sobre ella, como si esa acción tuviera un efecto positivo en su agonía. Pero no lo hago.
No porque disfrute de verla sufrir, sino por el miedo a que se aparte.
Eres un maldito egoista. Me reprime el subconsciente.
Los brillantes puntos en el cielo dejan de ser el centro de mi atención. Dos orbes igual de brillantes como la luz que con miles y miles de años de restraso está llegando a este lugar del universo, cautivan por completo mi mente. Minah está trazando figuras en el cielo, puedo verlo debido al movimiento de sus ojos, algunas son muy largas y otras parecen marearla. Pero todas, le dan algo en qué pensar y tal vez algo por lo que sufrir.
Nunca antes había sentido tanta curiosidad por saber qué hay dentro de los pensamientos de una persona hasta que ella apareció cargando una batería enorme en su bolso. Minah no era alguien común, ni mucho menos alguien que repitiera las palabras de los demás. Ella se inventaba sus propias palabras, y sus propias oraciones, convencida de que, a pesar de ir por el lado contrario de la corriente, era lo correcto.
Quizás eso fue lo que me hizo regresar una y otra vez a ella, dejando de lado la promesa que alguna vez le había hecho a un mayor.
Un sollozo despedido de sus labios rompe a pedazos el silencio de la noche. Mi organismo completo entra en alerta, todo se contrae dentro de mí, como si el dolor que ella está sintiendo ahora mismo hubiera sido de alguna forma transportado a mí también. Busco su mirada pero Minah no cede, sus ojos están fijos donde yo la obligué a mirar.
Un sentimiento se recuesta de inmediato en la superficie de mi pecho, el arrepentimiento. Rozando un poco mis dedos con su barbilla, retiro la mano que tiene contacto con su rostro, soy cuidadoso con cada uno de mis movimientos no obstante, este cuidado tiene fin cuando uno de sus brazos se mueve con fuerza, mi mano es detenida por la suya. Ambas se quedan volando y mis ojos se posan en ese lugar.
