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Jooheon
Me cuesta respirar, tanto mi nariz como mi garganta están oprimidas, cerradas por algo invisible que me causa mucho dolor. Mis mejillas se calientan más con cada lágrima que resbala por ellas y tengo que llevarme las manos a la cara para... no sé para qué. Nada detiene el llanto, ni el sentimiento.
Sal, Minah, por favor.
Quiero gritar. Quiero bajarme del coche y abrazarla, apretarla en mis brazos y curar su roto corazón aun cuando esto signifique hacerme pedazos yo.
Pero no puedo hacerlo. No debo hacerlo.
Todos tenemos un límite para todo, incluso para las mentiras y los falsos sentimientos, y aunque yo no había llegado a el, sabía que no era lo suficientemente fuerte para seguir. El corazón de Minah tenía un precio muy alto, por más que yo lo quisiese... jamás...
Me muerdo la lengua, los labios, las mejillas.
Sal. Pruébame que me equivoco, pruébame que en esto estamos los dos y no sólo yo.
Echo un rápido vistazo a la entrada de su casa, lugar donde la he dejado con una carta y una rosa en las manos, pero no hay ni rastro de su sombra. Ella no va a salir. Ella no va a venir conmigo.
Pierdo los estribos y golpeo fuertemente el volante del coche, sintiendo que todo en mí se debilita ante el dolor. El cuerpo se me hace pesado y la cabeza comienza a punzarme por el esfuerzo que estoy haciendo al llorar tanto.
Te lo dije.
Lo sabía. Yo sabía que todo esto iba a suceder, sus ojos me lo dijeron todo aquel día del concierto de Busan al mostrarse decepcionados por tratarse de mí, por ser yo quien la encontrara en aquellas condiciones y no... no él.
Y aun así me atreví a tenerla conmigo. Me atreví a correr el riesgo, me atreví a jugar con los vidrios rotos de su alma y me corté en muchísimos pedazos el corazón. Porque así se sentía, como si dentro de mí hubiese un gran error, un gran mal que no la hacia escogerme.
Esto te pasa por ingenuo.
Otro golpe en el voltante, uno más, otro y mi puño comienza a arder pero no me importa, el dolor que siento en el corazón es mucho más grande y sólo quiero sacarlo de mi pecho, extraerlo de una sola y después arrojarlo en la acera fría que está frente a su casa para que cuando salga vea todo el daño que me hizo y para que jamás me vuelva a pasar lo mismo.
Ella no va a salir. Yo no soy Kihyun.
ーMierdaーCómo duele ser yo ahora, cómo duele...
No espero un segundo más, con la vista borrosa por el agua saláda y los puños más calientes que nunca enciendo el auto y me voy. Me voy lejos con la idea de jamás regresar. No miro por el espejo retrovisor, ni doy el retorno, conduzco derecho y lejos de ahí.
