Despierto desorientada, en una cama que nada más salir de mi sueño sé que no es la mía, la tela de las sábanas rastrillando mi piel debido a la aspereza de estas.
El ruido de diversas máquinas pitando a mi alrededor hace a mis oídos doler. Intento abrir mis ojos, pero la luz que entra por estos provoca que ardan, así que me lleva varios intentos y mucha fuerza de voluntad mantenerlos de esa forma. Intento hablar, pero siento mi garganta como de lija, doliendo como el mismísimo demonio. Paso mi lengua por mi boca, sintiendo mi cuerpo como de algodón.
Emito un leve gruñido al mantener finalmente abiertos mis ojos, y mis padres se apresuran a mi lado, sus ojos llorosos y con ojeras, pero al parecer felices porque he despertado.
—Al fin despertaste, no sabes cuán preocupados estábamos. —Papá aferra mi mano, teniendo especial cuidado con la intravenosa conectada a ella.
—Yo...
Mi voz está rasposa, como lija, tal como pensaba. Viéndome carraspear, mamá es rápida al acercar un vaso de agua a mi boca, del cual bebo con avidez. Cuando siento que podré hablar, y bajo la atenta mirada de mis padres, pregunto lo único que se me viene a la mente.
—¿Estoy... hospital? —logro decir entre el nudo que cierra mis cuerdas vocales.
—Sí, mi niña. Llevabas varias semanas en coma, no querías despertar... —responde mi madre, sus ojos manteniendo el brillo lloroso en ellos.
—¿Qué... pasó?
—Intentaron asesinarte. Ignacio intentó asesinarte —carraspea al mismo tiempo que tapa su boca con su mano izquierda, sin poder creer las palabras que acaban de salir de esta.
Totalmente creo lo que me dice, aunque ahora mismo no puedo recordar con exactitud qué fue lo que pasó, mi mente se siente cansada... agotada a pesar de que llevo apenas unos minutos despierta, el sueño llamándome una vez más a sus brazos. Arrullándome.
—Iban viajando en tu auto cuando él las chocó, a propósito. Tu auto fue arrojado por un barranco y se precipitaron por la montaña. Es un milagro que sigas viva. —Papá pasa su mano por mi cabello, apoyando esta sobre mi cabeza, lágrimas recorren sus mejillas y las de mi madre mientras me observan como el milagro que dicen soy.
Pero sólo una palabra queda dando vueltas en mi mente. Iban... ¿estaba Isa conmigo? ¿Dónde se encuentra ella si es así? Muevo un poco mi cabeza para observar el lugar detrás de mi padre, esperando ver su morena cabellera atrás de ellos, pero sólo me recibe una habitación vacía.
—¿Isa...? —Miro a mi madre y sus ojos me responden todo lo que pregunté y no necesitaba saber. —No.... No.... No.
—Dijeron que... cuando las encontraron, ella estaba aferrada a ti. Su cuerpo cubría por completo el tuyo... Ella... —Intentando explicar, consolarme, mi madre dirige una mano hacia mi brazo, pero yo no quiero que me toque, así que la esquivo a pesar del dolor que me recorre producto de la aguja insertada en él.
—No... —sollozo a medida que los recuerdos llenan mi mente como pequeños haces de luz.
Nuestra noche en la cabaña, la llegada de Ignacio y nuestra salida apresurada. La mirada férrea de Isa, sólo pendiente de sacarnos de ahí. El choque. Su te amo.
~~*~~
Concepción, Chile.
Viernes, 15 de septiembre de 1978.Tomo asiento en la hierba a medida que los recuerdos vuelven a invadirme, al igual que ese frío día. Sé que en realidad era un día bastante caluroso a pesar de la estación en que nos encontrábamos, pero al perder su constante presencia, todo se volvió frío y sin luz. Con Isa, se fue todo.
Puedo recordar con total claridad la sensación de absoluta desconexión que sentí con sólo tres palabras.
Se ha ido.
Isa volvió a salvar mi vida, cubriendo mi cuerpo con el suyo, protegiéndome una vez más. De ese modo, fue ella quien recibió de frente toda la fuerza del choque, ocasionando que yo sólo quedara con algunas lesiones que se podían curar. Causando su muerte.
Se fue y me dejó acá, reuniendo los pedazos rotos de mi corazón... de mi alma que no quiere vivir sin la suya a su lado, juntando la fuerza para salir adelante cuando todo mi ser grita que no, que sin ella la vida no es vida.
Nadie me dijo cómo se sentiría amar, nadie siquiera me propuso que en algún momento amaría a alguien. Mi vida era un sinfín de leyes y normas a seguir, en las cuales yo no tenía ni voz ni voto, hasta que apareció ella, en el peor momento que podía imaginar, pero salvando mi vida en más de una forma.
Cuando sentí y luego vi a Isa aparecer a mi lado, no me asusté, su sola presencia me reconfortaba, había algo en ella que decía que podía estar segura a su lado. Y siempre fue así, hasta ahora.
Ahora no puedo respirar, me falta una parte de mí misma, una parte que sé nunca volverá, por más lágrimas que derrame. Mi Artemisa no volverá... la perdí, para siempre.
—Me prometiste un para siempre, Isa, ¿por qué no lo cumpliste? —Lloro desconsolada sobre su tumba, no hay cura alguna para el dolor que siente mi corazón—. Ni siquiera supiste que te amaba, no alcancé a decirte lo mucho que te necesitaba —sollozo rodeando con mis manos el collar que me regaló, aferrándome a la única parte de ella que me queda.
Aunque han pasado semanas desde ese día, recién ahora me atreví a visitar su tumba, atrasando lo máximo posible venir a verla, como si de ese modo no fuera real, como si fuera posible revivirla y traerla a mi lado una vez más.
Recorro con mis dedos lo escrito en su tumba, lo que es nada comparado con todo lo que ella significó en mi vida. Ni siquiera estuve para celebrar su cumpleaños y odiaba más que nunca que mis padres me llevasen a Londres en ese período de tiempo, porque no estuve para ella como sí hizo siempre conmigo.
Las fechas resaltan sobre la anodina piedra como un letrero de neón, apenas veinte años, tan joven y con tanto por vivir... Toda una vida para disfrutar juntas...
Artemisa Pansélinos.
03.05.1958 – 06.07.1978Tu luz brillará, aunque tu ausencia me parta el alma.
Apoyo mi frente en la fría lápida, las lágrimas aún cayendo sin parar, y decido que le haré una promesa. Algo que pruebe cuánto me importó y sigue importando, a pesar de que ya no se encuentre acá. Una que espero, esté donde esté, reciba.
Nunca te voy a olvidar.
Nunca voy a olvidar tus besos ni tus caricias.
No olvidaré tu sonrisa ni tu risa.
Mucho menos tus mañas y muecas, porque te hacían ser tú.
Prometo que, donde quiera que estés,
sonreirás por la vida que viviré gracias a tu sacrificio.
No te olvidaré, Artemisa.*Pansélinos (πανσέληνος): Luna llena en griego.
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Alguien Que Amaste (Serie Más Humanos Que Dioses 1)
FantasyA lo largo de la historia, hemos leído y visto, cómo los dioses aman y odian al igual que los mortales, así lo narran sus múltiples travesías. Artemisa, absorta en sus ocupaciones con sus cazadoras, cumpliendo su rol como diosa de la caza, decide ec...