XL

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Ser la única que queda inconsciente frente al bando enemigo apesta. Tener que enterarme de los pormenores de lo que pasó, es aún peor. Odio no haber podido estar ahí para darle unos buenos golpes a Deméter, por todas las pérdidas que sufrí y todo el daño que causó en su intento de venganza.

Le dio igual quiénes resultamos ser los daños colaterales, cegada por algo que ocurrió casi desde nuestra creación. Y pensar que muchos se le unieron por ese mismo motivo, me da ganas de ponerlos en fila y comenzar a golpearlos de uno a uno.

Pero nadie me dejó, escudándose con que debo «guardar reposo» después de drenarme, sin embargo, yo ya me siento llena de energía para volver a enfrentarlos, mi sed de venganza creciendo al recordar todos los horrores que cometieron, sin importarles quiénes quedaban en medio.

—Esa mirada en tu rostro me asusta. —Rosalie cepilla mi cabello, su mano pausada en la cima de este, observándome como un halcón a su presa.

—Ellos son los que deberían estar asustados. Deméter siendo la primera, merece la muerte.

—No manches tus manos con más sangre, amor, creo que ya se derramó suficiente.

— ¡Ella ni siquiera luchó, Ro! Se escondió en un templo robado, usurpó el territorio de Hades, ¡no dio la cara! Sus títeres hicieron todo lo que pidió...

—Sigo sin creer quiénes se le unieron. Bajo mi punto de vista, sus razones son inexistentes... Tanto Morfeo, Afrodita, Hipnos y Deméter hicieron todo eso por razones egoístas.

—No te olvides de Helios, espero que Zeus lo encuentre pronto, merece un millón de flechas en su trasero olímpico —gruño, levantándome para estirar los músculos que siento agarrotados.

—Comprender que Zeus no es tan malo me va a llevar bastante tiempo, la imagen que tengo de él ya cambió.

—Seguramente ese era el plan de Deméter, moonbow...

—¿Moon qué? —interrumpe, divertida.

—Moonbow. Es cuando un arcoíris aparece de noche, tú eres eso para mí.

—Y yo diciéndote algo tan simple como «amor», haces que sea difícil ser romántica —exclama, cruzándose de brazos, aunque con expresión de felicidad.

—Soy tu amor, ese apodo me basta.

—A mí me bastaba con que me dijeras «bella».

—Pero quiero decirte «moonbow»... ¿acaso esta es nuestra primera pelea de casadas? —Me burlo con retintín, entretenida porque estamos discutiendo, pese a que no es un tema de mayor importancia.

—Créeme que será la primera de muchas discusiones, si no dejas de ser tan testaruda, Artemisa.

—Qué lástima, es uno de los pocos defectos que tengo.

—Y yo amo cada uno de ellos. —Extiende su mano hacia mí y la agarro con fuerza para aproximar su cuerpo al mío, nuestros rostros a centímetros por el movimiento.

—¿Tengo que demostrarte cuánto te amo? —interrogo, mi mano recorriendo su espina dorsal, justo a través de su tatuaje, sintiendo el escalofrío que la recorre.

—Creo que ya lo estoy necesitando. Siempre te necesito. —Suspira, su nariz trazando la curva de mi cuello.

—Como he dicho antes: sus deseos son órdenes, mi señora.

Escuchando su gritito de júbilo, la tomo en volandas y corro hasta lanzarla sobre la cama de nuestra habitación, rebotando entre risas que pronto borro con mi boca, su cuerpo acoplándose al mío como piezas de un puzzle.

Alguien Que Amaste (Serie Más Humanos Que Dioses 1)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora