XIV

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Luego de unos minutos, Ares se controló del todo, y sin pronunciar una nueva palabra, desapareció. Esperé a que Apolo dijera algo sobre todo lo que acababa de pasar, pero sólo prometió ir a ver qué pasaba con nuestro amigo luego de terminar sus quehaceres por el día, desapareciendo entre rayos de luz. Mirando hacia el horizonte, veo porqué su apuro, ya que puedo ver cómo, poco a poco, el sol comienza a darle paso a la luna, la luz sumiéndose en tinieblas.

Me hubiese gustado seguir a Ares y preguntarle cómo se siente con lo que acaba de pasar, sin embargo, necesito hablar con Hera para que me explique bien qué fue lo que hizo y también porque sé quién estará con ella. Además, la forma en que se marchó sin siquiera mirarnos, me dejó más que claro que quiere un tiempo a solas, y eso es algo que debo respetar, como tantas veces lo ha hecho él. Por primera vez desde que murió Ro, mi mente y corazón indican un solo camino, y eso es a casa de Hera, donde ella está.

A Hades ni loca voy a visitarlo, primero porque cuesta mucho acceder al Inframundo y segundo, porque sé que con lo rabioso que debe estar, posiblemente hasta se enfrente a mí para sacar un poco de ira de su cuerpo. Al menos, de momento, la mejor opción es dejar que se calme solo, y luego podremos hablar sin que alguno de los dos termine lastimado.

Con presteza me transporto hacia los jardines que divisé hace sólo unos minutos y me quedo parada observando durante unos segundos, indecisa, la imponente mansión.

Justo ahora, me estoy cuestionando si es una buena idea venir tan pronto, e incluso si fue inteligente pedirle a Hera que sacara a Ro del Inframundo, ¿vale la pena una guerra entre los dioses? En mi defensa, diré que nunca pensé que a Zeus le molestaría tanto, sabía que se enojaría, más no a estos extremos. ¿Si hubiese sabido que ésta sería la consecuencia, lo habría pedido de todos modos? Lamento que sea una pregunta que no pueda responder ahora. La Artemisa racional y la sentimental se pelean en mi cabeza, sin llegar a un acuerdo.

Mis cuestionamientos se detienen cuando la puerta frente a mí se abre, concediéndome la entrada a la morada de Hera y haciéndome saber que reconoce mi presencia acá, quizá desde el inicio, y quiere que deje de estar pensando estupideces, supongo.

—¿Necesitas que te golpee? —Es lo primero que me dice nada más poner un pie dentro.

—¿En serio? —Enarco una ceja al observarla, a ella y sus brazos apoyados en su cadera.

—En serio. Que no sea conocida como una diosa guerrera no significa que no sepa dar unos cuantos golpes.

—No estoy poniendo en duda eso, sino el que me quieras golpear...

—Quiero y lo haré si vuelves a dudar de tus decisiones. Lo hecho, hecho está, así que afróntalo de una buena vez.

—¿Cómo...?

—Eres muy evidente, querida. —Vuelve a interrumpirme. Da la vuelta y comienza a dirigirse hacia el living, así que la sigo de cerca—. Y descuida, lo que acaba de hacer tu padre no es culpa tuya.

—Se siente de esa forma —resoplo, por sus palabras y porque me lee demasiado fácil para mi gusto. Ella deshecha mi comentario con un simple movimiento desdeñoso de su mano.

—Zeus es un hombre adulto, responsable de sus acciones. Créeme, me costó aceptar eso, pero es la verdad.

—No hay punto de comparación entre serte infiel y desterrarte —digo, obedeciendo su gesto y sentándome en la butaca que hace sólo unas semanas ocupé, aunque se siente como si hubiese pasado mucho más tiempo.

—Claro que no, pero son decisiones suyas y de nadie más. —Finaliza el tema tomando un sorbo de su taza de té, sin dejar espacio para replicas por mi parte, lo que sin duda quería hacer.

Alguien Que Amaste (Serie Más Humanos Que Dioses 1)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora