Te amo.
Dos palabras que tienen tanto significado. Cobijada entre sus brazos, a los que salté nada más le dije lo que siento, no puedo evitar pensar en todo lo que hemos pasado juntas. Demasiadas cosas, una historia que comenzó en el momento que me salvó por primera vez, y nunca se rompió, incluso cuando nos separamos.
Ambas estamos derramando lágrimas de felicidad, y yo me estoy riendo porque todo es tan irreal. Desde volver a estar con ella, a saber que ambas nos seguimos amando. Creo una leve distancia entre nosotras, mas nuestros brazos aún nos unen, anclándonos la una a la otra.
Sus ojos están brillando, el verde tomando el color más claro que le he visto desde que estoy acá. Mis brazos dejan de rodear su cuello para que mis manos se posen en su rostro, recorriendo con ellas todo lo que la hace mi Artemisa.
—Tuya —dice.
—Tuya —repito, porque lo importante no es que ella sea mía, sino que yo soy de ella, y viceversa.
Mis manos continúan vagando y me deja hacerlo en silencio, sin quitar sus ojos de cada movimiento. Recorro su larga trenza, sus cejas, sus ojos verdes, sus mejillas, nariz y boca. Esos labios traen tantos recuerdos, apenas puedo recordar cómo se siente unirlos con los míos, mucho menos recuerdo su sabor. Pero sí recuerdo cómo me hicieron sentir, los ramalazos de placer que me recorrían con sólo un aleteo de ellos sobre mí.
Humedezco mis labios en anticipación, y sus manos se aferran con mayor fuerza a mi cintura al saber cuáles son mis intenciones. No espero una señal de su parte, sé lo que quiere y se lo voy a dar, ya hemos esperado demasiado tiempo.
Al inicio es ligero, una leve tentativa para redescubrirnos la una a la otra, recordando texturas, sabores y sentimientos. Sin embargo, pronto se vuelve algo que no puedo controlar. Su boca moviéndose contra la mía como si fuera lo que necesita para estar completa, y es justo lo que necesito yo.
Da igual el aire, ella es lo que deseo respirar, sentir... lo que me hace vivir. Mis manos se aferran, intentando unirla a mí con la misma urgencia que ella, sin querer dejarla escapar.
—Mmhmm. —Alguien carraspea y quiero ignorarlo, pero Artemisa no tiene la misma intención, separándose con las mejillas arreboladas y el pelo despeinado.
—Gemelo —saluda, y siento cómo me pongo tiesa, mirando por mi visión periférica al dios.
Levantándose, extiende su mano para que me levante con su ayuda, sin soltarme pese a que ya me encuentro sobre mis pies. Esquivo su sonrisa, sabiendo que mis mejillas se encuentran aún más sonrosadas que las de su hermana.
—Ya era hora —aprueba y devuelvo la sonrisa, aún algo avergonzada por la forma en que nos encontró, prácticamente encima de la otra—. Hera desea hablar con nosotros.
—¿En este mismo instante? —cuestiona, contrariada.
—Sólo te estábamos esperando a ti, así que me ofrecí a buscarte. Supongo que prefieres que sea yo a otro dios.
—¿Ares está ahí?
—Hera dijo que ya habló con él, que no podría estar cuando estuviésemos todos. ¿Pasó algo entre tú y él?
—Tengo demasiado que contarte —reconoce ella, pensativa—. Pero primero debemos ir con nuestra madre, te explicaré todo después.
Apolo asiente en acuerdo y se adelanta, confiando en que lo seguiremos. Artemisa no suelta en ningún momento mi mano, aunque sigue luciendo contrariada. Sin embargo, que aún estemos unidas significa que no es porque nos besáramos, sino que probablemente porque nos interrumpieron.
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Alguien Que Amaste (Serie Más Humanos Que Dioses 1)
FantasyA lo largo de la historia, hemos leído y visto, cómo los dioses aman y odian al igual que los mortales, así lo narran sus múltiples travesías. Artemisa, absorta en sus ocupaciones con sus cazadoras, cumpliendo su rol como diosa de la caza, decide ec...