XXII

108 19 0
                                    

Un relámpago resuena con fuerza en la distancia y me levanto veloz de la cama, el olor de Rosalie inundando mis fosas nasales. Mi arco y carcaj aparecen en mi espalda con un simple pensamiento, y ágilmente saco una flecha para ponerla entre la cuerda, tensándola.

Agudizo mi audición para escuchar qué está pasando, pero luego del relampagueo no hay sonido. Hasta que un fuerte estruendo sacude la casa desde sus cimientos. Al igual que hace unas horas, un sonoro estruendo llena mis oídos y las cosas comienzan a caer.

Bajando mi arco, con presteza me acerco a Ro, tomando su brazo para atraerla hacia mí, poniendo una barrera de protección a nuestro alrededor en caso de que el templo comience a derrumbarse debido a la nueva liberación de energía.

Cuando el movimiento se detiene, suelto su brazo y otra vez intento escuchar qué está ocurriendo, mi cuerpo poniéndose en alerta al reconocer el timbre de voz de mi padre.

—Zeus —susurro hacia la rubia, quien me observa llena de dudas, sus ojos ampliándose, preocupados.

—¿Por qué está acá? —pregunta, usando el mismo tono.

—No tengo idea, pero necesito ir a apoyar a mi familia —informo, dudando si quedarme con ella o volver al salón principal, donde están reunidos.

Ninguno de los tres heridos durante la liberación de energía de Hades había despertado cuando vine a ver a Rosalie. Y, según Hécate, pasarían unas buenas horas antes de que hubiera novedades. Se encuentran desprotegidos ante Zeus.

—Vamos —dice. Vamos, no ve, uniéndose a mí para socorrer a mi familia en caso de que necesiten ayuda.

—Si vamos, Ro, tienes que mantenerte detrás de mí en todo momento —indico, y ella asiente con rapidez—. Si se desata la guerra, corres. —Ahora niega, contrariada—. Corres, Ro. No puedes quedar en el fuego cruzado.

—Está bien, correré. —Se da por vencida al verme firme.

Asiento en acuerdo y vuelvo a levantar mis armas, en posición defensiva frente a ella. Pongo una vez más protección alrededor de ambas y abro la puerta para avanzar con sigilo a través del pasillo. Más éste se encuentra en silencio, al igual que cada habitación que cruzamos antes de llegar al salón principal, que es donde está la acción.

—¡... mi otro hermano en mi contra! —Logro oír que Zeus ruge, no habla, casi escupiéndole a Hera en la cara.

—También son mis hermanos, Zeus, tienen derecho a elegir de qué lado estar —habla esta, manteniendo la calma.

—¡No había necesidad de armar bandos, Hera! ¡Por todos los malditos dioses!

—Tú lo hiciste al castigar a Hera y Hades, hermano —interrumpe Poseidón, dejando claro lo evidente.

El silencio llena el salón cuando ninguno de los presentes dice palabra. Hermes, Hades y Ánthropos aún recostados en las camillas, inconscientes. Hécate, Ares y Apolo cubriendo la espalda de Hera y Poseidón. Hefesto y Atenea relegados unos pasos más atrás, observando todo con cautela. Y nosotras a espaldas de Zeus, aunque no como su apoyo.

—Eso tiene fácil solución, Poseidón... Hera —Espera unos segundos, para el efecto dramático, supongo—. Que ella vuelva a los Campos Asfódelos y olvidaré todo lo que hicieron —anuncia, señalando con su mano el lugar en que nos encontramos, sin siquiera dignarse a mirarnos.

Nuestros aliados dirigen a la misma vez sus ojos hacia nosotras y yo tenso con mayor fuerza la flecha en mi arco, apuntando a la cabeza de mi padre. Que se atreva a poner un solo dedo encima de ella, bastardo.

Rosalie aprieta con fuerza la parte trasera de mi vestido de cazadora, temblando, de miedo o nervios, no lo sé.

—Isa... —susurra, pero la interrumpo.

Alguien Que Amaste (Serie Más Humanos Que Dioses 1)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora