XXX

78 16 2
                                    

Mental y físicamente agotada, camino junto a Rosalie por el camino a través del bosque que nos dirige hacia nuestro hogar. Hay algo en su presencia silenciosa que calma las emociones que sin ella a mi lado estarían desbordándome, y siento que quiero que el camino no termine nunca.

—¿Vas a estar bien esta noche? —pregunta, rompiendo el silencio.

—Creo que sí, tendré que verlo.

—Podría... hacerte compañía —sugiere, ante mi mirada atónita—. Sé que las cosas han estado complicadas entre nosotras, pero tú me ayudaste cuando más lo necesitaba. Quiero ser esa persona para ti.

—Ro... hay tanto que no te he dicho...

—Lo sé, y espero me lo digas pronto. Mas esta noche, necesitas alguien que te apoye, y debes saber que me tienes a mí.

Aprieta nuestras manos unidas cuando nos detenemos a sólo unos centímetros de la entrada, y fijo mis ojos en los suyos, buscando. La necesito tanto, siempre la he necesitado. Y con tanta muerte rondando, necesito que me vuelva a hacer sentir viva.

—Te estaba esperando —Ares. Su voz interrumpe el momento entre nosotras, y Rosalie retrocede unos pasos para estar frente a él, sin separarse de mí.

—¿No puedes esperar a mañana, Ares? No tengo ganas de discutir contigo.

—No vine a discutir, sólo quiero aclarar algunas cosas.

Miro hacia el cielo, buscando la paciencia que me falta con él, y emprendo el camino, la puerta abriéndose tan pronto me encuentro a una distancia prudente. Observo a Rosalie y ella, sin decir una palabra, se marcha sin siquiera despedirse del dios de la guerra.

—Deberías enseñarle algunos modales a tu chica —comenta mientras se sienta en su sillón favorito.

—Al grano, Ares. ¿Qué quieres aclarar?

—¿Por qué sólo ella sigue con vida? —pregunta.

—Sé lo mismo que tú. Así que no puedo responder eso —señalo, tomando asiento en el sofá frente a él.

—Es muy extraño. De un grupo de cuarenta mujeres, que Zeus asesinó sin siquiera pestañear, la única sobreviviente es Rosalie.

—Sabes lo sádico que es, quizá sólo buscaba hacerme sufrir. —Un escalofrío me recorre, es demasiado crudo, demasiado reciente.

—¿También por eso fue su frase final?

—Ares, por favor, podemos hacer esto en otro momento... —pido, sintiéndome culpable, Rosalie se encuentra demasiado cerca.

—Escuché a nuestro padre decir con absoluta claridad que ella extrañaba tus besos. Así que hubo algo entre tú y Helena... —cuestiona y escucho un grito ahogado.

Dándome la vuelta, observo a Rosalie parada en el umbral del salón, un vaso de leche en su mano al tiempo que con la otra cubre su boca.

—Ro... —intento acercarme y ella retrocede un paso.

—Escuchar conversaciones ajenas es de mala educación.

—Ares, no eches más leña al fuego —regaño, viendo durante breves segundos su mirada de satisfacción. Y sé que fue su plan desde el inicio, romper lo que se volvía a formar entre nosotras.

—¿Es cierto lo que acaba de decir? —pregunta la rubia, saliendo de su estupor.

—No de la forma que estás pensando —aclaro.

—¿La besaste?

—¿A ti qué te importa? Ni siquiera estaban juntas —molesta Ares y yo lanzo un cojín a su cara para que se calle.

Alguien Que Amaste (Serie Más Humanos Que Dioses 1)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora