Entrenar es una jodida mierda, pienso mientras todas nos tomamos un pequeño descanso luego de correr de un lado para otro durante horas que se me han hecho eternas. Cada día, nuestra señora, que es cómo debemos llamarla, nos ordena diferentes modos de entrenamiento que son más bien nuevos métodos de tortura.
No soy una persona muy dada a decir groserías e insultos, debido a que nunca he entendido la razón de utilizar semejantes palabras cuando tenemos tan amplio vocabulario a nuestra disposición, sin embargo, la ocasión lo está comenzando a ameritar. O quizá yo estoy llegando a mi tope, al momento en que digo que ya no puedo más.
Aún con la fuerza divina que tiene mi cuerpo desde que estoy en el Olimpo, cada día que paso como aspirante a cazadora, lo siento todo agarrotado y acalambrado a causa del continúo entrenamiento al que lo estoy sometiendo, para nada acostumbrada a exigirme tanto ni en tan poco tiempo.
Tampoco soy una persona que se ejercita con regularidad. En mi vida como humana, agradecía diariamente a la genética por hacerme una persona que se mantenía en su peso por más que comiera. Y como divina... pues rápido me di cuenta de que el estado en que hoy me encontraba, no iba a cambiar, sino que se mantendría hasta el fin de mis días.
Artemisa, quien nos ha entrenado desde el día uno, no nos ha dado tregua ni por un solo segundo, siempre instándonos a dar el máximo. Siempre vigilando que obedezcamos sus palabras al pie de la letra, mostrando una faceta de ella que nunca vi. Una guerrera nata, de pies a cabeza.
Ya perdí la cuenta de las veces que quise rendirme, que me cuestioné por qué hacerme sufrir tanto... hasta que recordaba el motivo de estar haciendo esto. Hasta que sus palabras vinieron a mi mente como si las hubiese dicho ayer.
A pesar de que no he hablado, realmente, con la diosa desde nuestro exabrupto hace ya un mes, deseo mantener la promesa que le hice, de intentar convertirme en una cazadora, porque sé lo importante que es para ella mantenerme a salvo, ya que me lo ha repetido incontables veces. Así que no me rendiré tan fácil, no cuando lo que está en juego es mi vida.
Oigo murmullos entre las aspirantes a mi alrededor, y el mismo hormigueo de excitación comienza a recorrer mis venas, extrañándome. Perdida, miro en dirección a lo que ellas se encuentran observando, y diviso lo que desde el día que los vimos juntos, hemos llamado «El trío»: Artemisa, Apolo y Ares.
Que ellos estén acá, reunidos como uno solo frente a nosotras, significa una sola cosa: que me iré a casa con agujetas hasta en el cabello. Suspiro al igual que todas las demás, no extrañaba esto.
Casa... no recuerdo el momento exacto en que comencé a pensar en su templo como mi hogar, pero se siente así, incluso con las cazadoras rondando 24/7. Sin embargo, sé que me sentiría aún más cómoda si la tuviese a ella más cerca mío. Porque a pesar de que vivimos juntas, entreno con ella y la veo todos los días, la siento incluso más lejos que cuando murió.
Ha puesto una pared entre nosotras que no puedo derribar, lo he intentado, pero es imposible. Al parecer, algo se rompió esa noche. Quizá fue mi error intentar hablar cuando volvía del entierro de una amiga tan querida, sin embargo, nunca fue esa mi intención. Desde que asimilé todo, lo único que he querido es volver a ser lo que éramos, o al menos algo cercano a eso, pero termino consiguiendo todo lo contrario.
—Atención, aspirantes. —Escucho su voz y salgo de inmediato de mi mente, mis reflejos haciéndose cargo para levantarme junto con mis compañeras, todas silenciadas con sólo dos palabras—. Este entrenamiento será distinto, ya que será el último. Mañana al anochecer, será la ceremonia donde descubrirán si son dignas de combatir a mi lado.
Mañana.
Sus palabras me golpean profundamente, el fin a toda esta agonía por fin llegando, ya puedo sentir las sábanas bajo y sobre mi cuerpo, o el agua calmando mis músculos adoloridos. Pero también, una sensación de felicidad me recorre, feliz de que llegué hasta acá a pesar de mi escasa confianza en mí misma. Y, cómo no, preocupación por si realmente soy digna o no.
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Alguien Que Amaste (Serie Más Humanos Que Dioses 1)
FantastikA lo largo de la historia, hemos leído y visto, cómo los dioses aman y odian al igual que los mortales, así lo narran sus múltiples travesías. Artemisa, absorta en sus ocupaciones con sus cazadoras, cumpliendo su rol como diosa de la caza, decide ec...