XVIII

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Estoy cerrando mi puerta cuando un fuerte ruido me hace saltar. Estando en un lugar desconocido, me he acostumbrado a escuchar sonidos que no solía oír en mi vida diaria, o a saltar con cada pequeña cosa nueva que descubro, pero el motivo principal de mi preocupación en este momento, es ella.

Artemisa.

Sé, a grandes rasgos, lo que pasa en el Olimpo en la actualidad, mi reciente desarrollada súper audición hace que me ponga al día con lo que ellos no han querido decirme, o no han creído necesario informarme.

Hace una semana, se reunieron y encerraron en el salón principal para hablar con mucho secretismo, lo que causó en mí muchísima más curiosidad que verlos a todos reunidos en el templo de Hera.

Y lo que escuché, con mi oído pegado a la puerta de mi habitación... me descolocó por completo. Leí mucho sobre los dioses tras la... muerte de Isa, pero no podía recordar haber leído sobre un conflicto de tanta magnitud a excepción del ocurrido cuando los seis dioses originales se enfrentaron a Cronos.

Que todos se estuvieran enfrentando a Zeus, la traición de su esposa... era un tema fuerte, y sabía que vendrían graves consecuencias. Si en algo los mitos concordaban con la realidad, era en que el Rey de los Dioses tiene un gran ego, énfasis en GRAN.

Por lo que, nada más escuchar el fuerte estruendo a mi alrededor, me dirijo hacia el lugar donde se encontraban Hera y Artemisa hace sólo unos minutos. Espero, con miedo y algo de estúpida excitación, hallar a los dioses encarándose con ellas o a alguien desatando su poder en su contra. Nunca esperé encontrar a Isa rompiendo el piano que Hera me obsequió tan pronto me quedé acá y se lo pedí.

Cuando la sangre empieza a correr por sus manos, el sentimiento que provoca en mí verla hacerse daño, es más peor y doloroso que si estuviera llorando, porque eso yo no puedo curarlo, ni tampoco sé si quiero hacerlo. Las emociones en mi pecho y cabeza están demasiado enredadas, así que sólo observo desde mi posición relegada y escondida de ambas.

Lo que es, de manera evidente, lo mejor que puedo hacer. Ella no parece encontrarse en posición de hacerme frente, ni a las emociones o a todo lo que tenemos que hablar. Este reencuentro... la está rompiendo igual que a mí. Verla así... tan humana luego de descubrir su divinidad, es un soplo de aire fresco. No es tan diferente a la Artemisa que algún día creí conocer y amar.

No quiero quedarme de chismosa, escuchando sus conversaciones a escondidas o espiándolas, pero, al igual que le ocurre a Hera, la negrura en los ojos de Isa atrae mi atención. Por un breve momento, creo estar acostumbrándome a ver sus ojos de un verde brilloso, y que de repente se vuelvan tan negros como el carbón, me choca demasiado.

¿Qué es esa Oscuridad de la que hablan?, ¿por qué se la lleva?, aunque, más importante aún, ¿cómo es que ninguna de ellas puede ayudarla? Desde la distancia puedo ver cómo cambia su actitud y todo lo que la hace ella, y verla así duele.

Duele demasiado.

Sé sobre la fuerza de los poderes de Hécate, la madre de todas las brujas, y también sé la gran inteligencia que posee Atenea, por algo es la diosa de la sabiduría, ¿cómo es que, ni siquiera unidas, no pueden encontrar una solución?

Cuando la veo caminar hacia mí, me quedo tiesa en el mismo lugar, esperando... Si ella me habla, ¿seré capaz de responderle o, todo lo contrario, le gritaré por el daño que me causó perderla? Aunque, esa pregunta no necesito responderla porque, al igual que hice yo antes, pasa junto a mí como si no existiera, sin siquiera darme un breve vistazo.

Mi corazón se aprieta ante su indiferencia, a pesar de que la tengo bien merecida, un nudo formándose en mi estómago. Es lo que quiero, ¿no?

Intento retroceder y ahora sí entrar en mi habitación de una buena vez, pero los ojos entrecerrados de Hera me detienen en mi lugar.

Alguien Que Amaste (Serie Más Humanos Que Dioses 1)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora