XVI

111 20 11
                                    

-Buen día, hija -saluda una voz masculina a mi espalda y, al reconocerla, de forma deliberadamente lenta retiro la flecha del tronco en que estaba practicando.

-Zeus. Es mi simple respuesta cuando por fin decido darme la vuelta y enfrentarlo.

-Me sorprendí al saber que estabas acá, pensé que estarías con Hera -dice, observándome sostener mi arco. Debería darle las gracias a Hefesto por hacerlo tan firme, con la fuerza que estoy aplicando en este, un arco más débil se habría roto.

-¿Quién te dijo? -pregunto, evitando a propósito hablar de mi «madrastra». Este es un lugar que pocas personas visitan, por eso lo elegí como mi lugar para practicar, nadie me molesta, y me sorprende verlo acá.

-Helena. -Es su simple respuesta.

-¿Por qué interrogas a mi mano derecha?

-Necesitaba hablar contigo y no te encontraba en ningún lugar. -Su tono no cambia, pese a que sus dientes se aprietan al encontrarme a la defensiva frente a él. Correcto, no me encontraba porque lo he estado evitando a propósito, sin querer tener la conversación que sé tendremos ahora. Atrasando lo inevitable.

-Bueno, acá me tienes -señalo luego de pensarlo durante unos segundos, creando la expectativa que sé tanto le molesta-. ¿De qué quieres hablar?

-De que te enfrentaras a mí, Artemisa. De que todos ustedes se enfrentaran a mí -agrega.

-Estabas siendo injusto y lo sabes. -Me encojo de hombros, dándole la espalda para volver a posicionarme con mi arco y flecha en mano, necesitando sacar la energía nerviosa que siento recorrerme desde que llegó.

-Estaba haciendo que se cumplieran nuestras reglas, como corresponde. Todos saben la existencia de estas, desde que derrotamos a mi padre. Así que no pueden decirme que estuvo bien lo que hicieron.

-Ay, por favor. -Ruedo mis ojos frente a sus palabras, pese a que no puede verme. Lanzo mi flecha con más fuerza de la necesaria, perforando el árbol que he usado de práctica, rompiéndolo en el proceso.

-Me enfrentaste y eso tiene consecuencias. Las tendrá para todos ustedes.

-¿Acaso planeas castigarnos a todos? -Sin poder creer lo que estoy escuchando, sacudo mi cabeza y vuelvo a estar frente a frente con él.

-Como corresponde, ya te he dicho. Si no reciben alguna sanción por sus acciones, me arriesgo a que sigan pasando sobre mi autoridad, y eso no lo puedo permitir.

-¿Tanto te molesta verme feliz? -pregunto, siendo una egocéntrica de mierda, pero en realidad siento que es ese el problema. Siempre pone alguna traba cuando estoy con Rosalie, y lo que provoca ella en mí es absoluta felicidad, así que es lo único que viene a mi mente cuando lo veo actuar de esta forma.

-Claro que no. ¿Cómo puedes pensar eso? -Su mirada me perfora, y yo sólo atino a encogerme de hombros otra vez, sin saber qué responderle, es así cómo me siento. Lo que sus acciones han provocado-. No me preguntaste al respecto.

-¿Preguntarte sobre qué?

-Sobre Rosalie, Artemisa. Te habría ayudado. Y de ese modo ni Hera ni Hades hubiesen incumplido nuestras reglas.

-¿Así que ahora es mi culpa? -Esta vez es su turno de encogerse de hombros. Incredulidad llena mi rostro y voz-. No te pregunté porque la última vez que ella estuvo envuelta, morí. ¿Te parece suficiente razón?

-Nuestras reglas dicen...

-¡Al diablo las putas reglas! -Levanto mi tono, sin llegar a gritar, pero sólo porque no quiero enojarlo más-. Me tienes harta con tus reglas. Y mira que yo soy la que menos ha roto. ¿Por qué no cuestionas las que rompiste tú?

Alguien Que Amaste (Serie Más Humanos Que Dioses 1)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora