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—No entiendo por qué no quieres ver a Ignacio, hija. Deberías apoyar a tu prometido en el difícil momento que está viviendo. —Mamá me sermonea con reproche desde su posición frente a mí cuando nos encontramos en el comedor de la casa cenando.

Muevo el pollo a las hierbas en mi plato, no porque piense volverme vegana al igual que Isa, sino porque hablar sobre él me revuelve el estómago. Las náuseas me inundan y mi apetito desaparece por completo.

—No me... no me siento cómoda con él —murmuro, las palabras sin querer salir de mis labios—. Además, no es mi prometido...

—Aún, Rosalie. Sabes bien que su matrimonio está planificado desde hace años. —Esta vez habla mi padre, el reproche siendo claro en sus ojos también, aunque en su caso no sé si lo hace porque me niego a llamar a Ignacio mi prometido, o por negarme a ir a visitarlo.

—Lo entiendo, también sé hace años sobre su arcaica decisión. —señalo esta vez con voz clara, y ambos me observan molestos, claramente sin estar de acuerdo con mi opinión, como suele suceder mucho en este último tiempo—. Es arcaico y lo saben, que ustedes se casaran por un acuerdo no significa que yo deba seguir sus pasos. Estamos en tiempos modernos...

—Está acordado y así se quedará, no sé de dónde sacas esas ideas, hija. Espero que esa nueva amiga tuya no esté metiendo opiniones tan liberales en tu mente. —Papá vigila cada uno de mis movimientos mientras habla, y sé que está buscando la más mínima excusa para prohibir mi amistad con Isa. Al igual que ha hecho con todas las amigas que he presentado antes que ella.

—Ella tiene nada que ver con esto. Ni me he atrevido a mencionarle que mi familia tiene tradiciones tan... antiguas — miento. Bajo la vista hacia mi plato y la comida que queda en él, ahora sí que sin apetito ni ganas de finalizarlo—. Con su permiso, creo que lo mejor es que me retire a mi habitación.

Asiento en dirección a mis padres, parándome de mi asiento luego de que estos me den permiso para retirarme de la mesa y me dirijo hacia lo que se ha vuelto mi refugio personal, caminando lo más rápido que puedo sin que parezca que corro para alejarme de ellos.

Desde que Isa entró a mi vida y, por consecuencia, a la suya, las sospechas sobre ella han ido en aumento. Por alguna razón, pueden ver que algo extraño ocurre entre nosotras, que tenemos algún secreto. Bien dicen que las madres lo saben todo, pero yo no seré quien les revele la verdad. No cuando están dispuestos a unirme de por vida a ese... malnacido pese a todas las protestas y peros que he puesto, más aún luego de lo ocurrido.

Sé que ellos no podrían siquiera imaginar el porqué de mi repulsión hacia él, que es mi culpa que no lo sepan, pero no puedo decirles. No me atrevo.

Cada vez que revivo como si hubiese sido ayer los sucesos ocurridos en ese oscuro y frío callejón, me siento tan avergonzada, estúpida e inservible.

Pude haber hecho algo y sólo me quedé inmóvil, resignada. Si no hubiese sido porque llegó Isa y me salvó, de seguro Ignacio habría logrado su propósito, nuestro compromiso se hubiese formalizado y yo viviría con ese secreto hasta el día de mi muerte. Aunque, no creo que distara mucho del secreto que guardo ahora. Sólo sé que necesito encontrar la fortaleza suficiente para desenmascararlo y que, de una vez y para siempre, desaparezca de mi vida.

Necesito a Isa, sé que ella podrá ayudarme con esta lucha en mi interior. Así que planeo qué excusa usar para vernos sin que sea por clases o luego de estas, pero ninguna viene a mi mente. Después de esos primeros besos en el cine, no nos hemos vuelto a besar, aunque eso es más por culpa mía que por ella.

Lo que me produce es algo tan difícil de explicar, pero a la vez tan simple. No sé cómo ni por qué, cada vez que veo a Isa, es como si millones de mariposas revolotearan en mi estómago. Por supuesto que es un cliché, pero es algo que nunca había sentido antes. Algo que no quiero volver a sentir otra vez, a no ser que sea con ella.

Alguien Que Amaste (Serie Más Humanos Que Dioses 1)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora