Calculo que está recién empezando un nuevo día cuando todos comenzamos a aburrirnos de estar sólo esperando. Cada uno se ha adueñado de algún rincón del salón para dedicarse a lo suyo, el silencio reinando a pesar de que somos en total doce personas las que nos encontramos reunidas en el mismo lugar.
Intenté cerrar mis ojos, aunque sea para descansar, más no me fue posible debido al leve zumbido que generan todos los dioses en el templo, así que sólo me dediqué a velar el sueño de Rosalie, quien se recostó en el sofá según para relajarse, y terminó quedándose dormida al lado de Ares, con quien no he podido hablar pues sigue evitándome.
—¿Y ahora qué? —pregunta Hefesto, hartándose de estar dando vueltas—. Debo volver a mi fragua, tengo trabajo que hacer.
—Lamentablemente, no podemos sólo quedarnos esperando a que ellos despierten —razona Hécate, mirando en su dirección.
—Yo me quedaré —espeta Ares desde donde se encuentra, pendiente de nuestra conversación.
—Yo también. Con tu permiso, claro está, Hera —agrega Apolo.
—No tengo problema con que se queden. —Sonríe, dando una breve mirada a Ares—. Prepararé sus habitaciones.
—Creo que ambos preferimos quedarnos acá —habla Apolo, mirando hacia el mismo lugar.
—Está bien, entonces. Los demás deberían ir a descansar, imagino que deben estar agotados —insta, y yo asiento, concordando con ella.
Buscarlos en el Inframundo drenó por completo mi energía. Sé que, si no fuera porque la luna que nos alumbra me concede energía, ni siquiera podría mantenerme en pie.
—Bien. Volveré a ver los avances por la mañana —avisa Poseidón a Hera antes de marcharse luego de despedirse. Hefesto sigue sus pasos y desaparece minutos después.
—Nosotras deberíamos trabajar en un modo de despertarlos. —Se dirige Atenea a Hécate.
—Mañana, es tiempo de descansar —señala, viéndose agotada luego de hacer tanto uso de su magia.
—Yo... —hablo, sin saber qué hacer.
—Rosalie, querida, debes ir con Artemisa en esta ocasión. —Se dirige Hera a la recién despertada, sin observarme.
—¿Por qué? Acá estoy más segura que en cualquier otro lugar.
—No, no lo estás. Cuando Hades despierte... no sabemos en qué estado estará —aclara, dirigiendo sus ojos hacia él—. En el templo de Artemisa, estarás resguardada por sus cazadoras y por ella.
—Además, si corren peligro, lo sabré de inmediato —agrega Apolo, haciendo alusión a nuestro vínculo.
—Está bien, si piensas que es lo mejor. Gracias, Hera. —Es su turno de abrazarla, sorprendiendo a la diosa, quien con ojos llenos de asombro responde su abrazo.
~~*~~
Caigo en mi cama sin una sola gota de energía en mi cuerpo luego de organizar todas las cosas en el templo. Cambié nuestras habitaciones a las que se encuentran en el fondo, para menor posibilidad de ser atacadas desprevenidas por Zeus. Posicioné veinte cazadoras en el frente de este, diez en la parte interior y cinco apostadas fuera de cada una de nuestras puertas. Helena, mi mejor guerrera, protegerá desde dentro la habitación de Rosalie, aunque cueste su vida.
Oír esas palabras salir de sus labios, fue un duro golpe a mi corazón, pero entendí la fuerza de su compromiso hacia mí, el de todas ellas. Y no pude menospreciarla rechazándola.

ESTÁS LEYENDO
Alguien Que Amaste (Serie Más Humanos Que Dioses 1)
FantasyA lo largo de la historia, hemos leído y visto, cómo los dioses aman y odian al igual que los mortales, así lo narran sus múltiples travesías. Artemisa, absorta en sus ocupaciones con sus cazadoras, cumpliendo su rol como diosa de la caza, decide ec...