Alguien Que Amaste (Serie Más Humanos Que Dioses 1)

XIII

Tan pronto la nube de polvo tóxica se disuelve, volvemos a una posición menos defensiva, guardando las armas que hemos sacado al momento de enfrentarnos a Zeus y las conversaciones en susurros y a gritos no faltan en el círculo de dioses, tanto de los que hemos apoyado a Hera, como quienes no.

Pequeñas despedidas son dichas antes de que Afrodita y Dioniso desaparezcan luego de chismosear unos momentos, sin dejar en claro del lado de quién están, aunque sospecho que serán más bien neutrales, como han hecho con anterioridad.

Poseidón se acerca a sus hermanos e intercambia unas breves palabras con ellos, su rostro luce bastante severo mientras los enfrenta, aunque lejos de nosotros, puedo verlo porque se encuentra de frente, y pese a que no puedo ver el rostro de Hera o Hades, sé que no estarán muy felices de que él los amoneste como niños pequeños.

Luego de unos minutos que se me hacen eternos, da un abrazo a cada uno de ellos, la conversación finalizada, supongo, y al resto de nosotros apenas nos dirige un asentimiento antes de marcharse a su reino, sin poder estar alejado de este durante mucho tiempo.

Miro a mi gemelo para ver si él entiende lo que acaba de pasar, pero lo encuentro mirándome de vuelta con la misma mirada que supongo tengo plasmada en mi rostro. Al parecer entendió lo mismo que yo, que es nada. ¿Qué acaba de pasar?, ¿Zeus se volvió loco?, ¿realmente acaba de castigar a Hades y a Hera? ¡Hera! No puedo creer lo que acabo de escuchar y ver. Ella es su esposa, ha estado con él durante eras y la castigó sin siquiera dar razones concretas. Como siempre, divagó y terminó diciéndonos nada, dejando que ella arregle el problema que él ha creado. Humillándola en frente de todos, sin darle derecho a réplica, a pesar de que Hera se veía bastante digna haciéndole frente.

Atenea, Deméter y Hefesto se despiden para retirarse a seguir cumpliendo sus funciones dentro del Olimpo, pero, tal y como lo hice desde que el primer dios se fue, me quedo a pesar de que el espectáculo ya pasó y no hay nada que ver, no me enfrenté a Zeus por eso.

Me acerco con paso firme hacia Hera, quien se encuentra en el mismo lugar en que conversó con Poseidón y Hades, el que parece mucho más relajado de lo que pensé estaría dada la situación actual, ambos parecen estar esperando nuestra reacción mientras permanecen estáticos en el mismo lugar, mirándonos fijo.

—¿Estás bien? —Escucho que se adelanta a preguntar Apolo, quien es uno de los pocos dioses que sigue en el salón.

Un poco más rezagado, a espaldas mía, se encuentra Ares. Sé que su relación con Hera no es la mejor, aunque no es mala, y que su razón de quedarse es más que nada la curiosidad y que le encanta estar envuelto en todo lo que tenga que ver con una buena pelea.

—Estoy bien, tranquilos —responde mirándonos a los tres.

—¿Tranquilos, Hera? Zeus acaba de soltar el equivalente a una bomba atómica hace sólo minutos —reprocho, molesta por la forma en que reacciona, como si nada hubiese pasado.

—He dicho que estén tranquilos —repite, encogiéndose de hombros con indiferencia.

—Mi gemela tiene razón, Hera, no podemos estar tranquilos frente a lo que acaba de pasar. Zeus los ha castigado.

—Y eso no es menos, Apolo, lo sé...

—Pues pareces no saber lo que significa porque... —Apolo dice con brusquedad, pero Hades lo interrumpe antes de que termine lo que sea que fuese a decir.

—Son palabras vacías, queridos sobrinos. Zeus sólo está alardeando de su poder, como ama hacer. Conozco a mi hermano, lamentablemente.

Así que esa es la razón de que se encuentre tan tranquilo, no cree que las palabras pronunciadas por mi padre sean reales, ya estaba demasiado sorprendida porque él no comenzara una guerra después del castigo que le impusieron. Zeus amenazó con quitarle a su esposa y eso es más que suficiente para hacerlo rabiar, y con justa razón. Todos conocemos el loco amor que él le profesa a Perséfone, así que sé Zeus conoce las consecuencias de imponer tal castigo al dios del Inframundo.