XXVI

97 19 6
                                    

Retiro a todos de mi casa poco después de que Hades, Artemisa y Samir se dirigiesen al Inframundo, Apolo y Ares locos de preocupación por lo que sea que esté pasando en estos momentos. Yo, sin embargo, confío en ella para cuidarse sola o, en su defecto, en mi hermano para hacerse cargo. Hades no es niñero, muchas veces me lo ha repetido, pero tiene una fuerte lealtad a su familia, que me ha demostrado incontables veces.

Espero que este viaje, ayude a superar sus heridas en vez de abrir nuevas. Helena acompañó a Artemisa durante eras, casi desde que ella se convirtió en la diosa de la caza, perderla.... debe ser un golpe duro, que deberá soportar y sobrellevar pronto, no podemos arriesgarnos a vernos débiles frente a Zeus.

Camino hacia mis aposentos, realmente agotada a pesar de que estamos apenas a media tarde, los acontecimientos recién pasados siendo demasiado incluso para mí.

Un pequeño aleteo llega a mí nada más recostarme, y me incorporo veloz para ver a qué se debe, una carta de Hermes volando en medio de la habitación. Con presteza me acerco a esta y leo lo que hay en ella.

Hera:

Creo conveniente informarte que Zeus ha atacado hace unos minutos la Tierra, causando gran caos y destrucción en esta. Apolo vaticina muchísimas muertes, así que Hades estará bastante ocupado. Junto a algunos dioses hemos decidido venir a prestar ayuda, para disminuir en algo el daño que causó, sabiendo que somos, en parte, culpable de esto.

Debes estar atenta ante cualquier eventualidad, ya sabes cómo encontrarme.

Hermes.

Ahogo un grito con mi mano al leer su firma en esta, la carta desvaneciéndose en el aire nada más la suelto, sin darme posibilidad de releerla. Zeus... ¡oh, hermano, ¿qué has hecho?! Pienso mientras lo recién leído se asienta en mí.

Los humanos han resultado ser un daño lateral en esta guerra que no tiene ni pies ni cabeza, aún conociendo a mi esposo, saber lo que acaba de hacer me sorprende, porque ellos tienen nada que ver en lo que pasa con nosotros.

Hace siglos que se decretó la norma que separaba nuestros mundos, imposibilitando nuestra involucración en cualquier tema o problema que los aquejara, y ahora esto. Zeus ha perdido su mente.

Durante todas las largas eras que hemos compartido, vi cómo supo manejar el poder que le concedía ser el Rey de los Dioses, pero los últimos años este pareció consumirlo, llenarlo de una arrogancia de la cual nunca lo creí capaz. Sí, es un ser arrogante por naturaleza, pero todos tenemos nuestros límites. Y él los tenía.

Hasta ahora.

Ojalá pudiera estar ayudando a reparar ese caos, apoyando a mis hermanos e hijos, porque pese a que no son de mi sangre los siento de esta forma, sin embargo, estoy recluida en este templo, más por voluntad propia que por el castigo que me entregó Zeus.

Sé que puedo salir de acá, pero, ¿bajo qué consecuencias?, ¿quién pagará por incumplir con mi condena? No podría soportar que otra persona fuese castigada por mi culpa, así que, por más que odie estar encerrada, es preferible a ver mis manos manchadas de sangre.

Un leve chisporroteo llena el aire y mi piel hormiguea de una forma que se me hace demasiado familiar, el lazo de matrimonio haciendo presencia en mí una vez más. Dándome la vuelta, me encuentro con quien inunda mis pensamientos, sentado sobre la silla similar a mi trono en el Olimpo que me regaló hace tantos milenios.

—Hera.

—Zeus.

—¿Ya estás lista para rendirte? —pregunta, analizándome de pies a cabeza.

Alguien Que Amaste (Serie Más Humanos Que Dioses 1)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora