XX

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Deseando saber qué sucedió, sin pensarlo dos veces, me transporto al Inframundo. Al llegar, descubro asombrada que puedo entrar en él, al parecer, la barrera que nos impedía el acceso, fue eliminada.

Sin antes saberlo, me encuentro con que me acompañan Ares, Apolo, Poseidón, Hefesto, Atenea y Afrodita, siendo claro que nuestra curiosidad sobre lo que acaba de pasar necesita ser saciada, sin entender el porqué de semejante demostración de poder. Todos sabemos qué es capaz de hacer Hades, pero él nunca lo había mostrado.

Me extraña la ausencia de Deméter y Hermes, presagiando un mal augurio que ellos no estén junto a nosotros en este momento. Necesito saber pronto qué ocurrió con Hades, aunque lo más seguro es que tenga que ver con Zeus, pero necesito más detalles para informar a Hera. De seguro debe estar volviéndose loca encerrada en su templo.

Sigo el camino que dirige Poseidón, quien parece conocer dónde está ubicado el hogar de su hermano, mas me detengo abruptamente, chocando con su espalda cuando él se detiene, encontrándome desprevenida observando lo que nos rodea.

Me disculpo algo avergonzada, pero aún pendiente de lo que es el Inframundo. Siempre pensé que sería un lugar más oscuro o deprimente, sin embargo, es bastante... normal. No es un paraíso, pero tampoco el páramo que siempre imaginé.

Mirando a mi tío, observo que mira hacia todos lados, viéndose bastante confundido. Creyendo que lo más seguro es que olvidó la dirección hacia el hogar del dios de la muerte, me dispongo a preguntarle, pero la voz de Afrodita se adelanta.

—¿Vamos a seguir avanzando o nos detendremos acá? Este ambiente no le hace bien a mi cabello —se queja al pasar sus manos sobre este, luciendo contrariada.

—Yo... no entiendo —farfulla, mirándonos a todos—. Se supone que el camino es por acá, pero no hay más que montañas.

—¿No recuerdas el camino, padre? —Vuelve a preguntar, molesta.

Este es el camino, Afrodita —explica, la mirada de extrañeza manteniéndose.

Tomando en cuenta las palabras de Poseidón, todos comenzamos a observar nuestro alrededor, confirmando lo que acaba de decirnos: hay nada en este lugar. Ni un camino que nos guíe hacia Hades, ni su dichoso templo, nada más que un terreno lleno de piedras y tierra.

Hefesto, pensativo, se aleja unos pasos de nosotros, camino hacia el lugar en que íbamos, para luego apoyar sus manos en el suelo. Cierra sus ojos durante un momento, concentrado en lo que está haciendo y esperamos a ver qué es lo que hará, manteniendo un silencio expectante mientras lo observamos.

Sacudiendo sus manos, que tienen un polvo negruzco en ellas, Hefesto se acerca a paso firme pero irregular, cojeando hasta llegar a donde nos encontramos detenidos, esperando lo que sea que tenga que decirnos.

—Estamos en el epicentro del sismo que acabamos de vivir. Fue acá donde se liberó toda la energía —informa a medida que limpia sus manos ahora en sus pantalones, dejando una mancha negra evidente ante el café de estos.

—¿Algo más que puedas decirnos? —pregunta Poseidón, preocupado—. Se supone que sólo unos metros más allá debería estar erigido su templo.

—Es todo lo que puedo sentir, un sismo de enorme magnitud que nació en las entrañas del Inframundo.

—Un sismo así de fuerte, puede destruir nuestras edificaciones —piensa en voz alta Atenea—. Vieron cómo quedaron nuestros hogares.

—¿Estás diciendo que el templo de Hades se destruyó? —Hefesto sigue el hilo de su pensamiento, llegando a la misma deducción que nosotros.

Alguien Que Amaste (Serie Más Humanos Que Dioses 1)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora