XXXVIII

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Observo a mi gemelo con agradecimiento puro, el peso sobre mis hombros desapareciendo al escuchar reír a Rosalie. Cuando vi cómo, uno a uno, todos iban muriendo, mi corazón estaba a nada de explotar de dolor, verla a ella caer al suelo fue mi punto de quiebre.

Pero al parecer ni Morfeo ni Zeus contaban con el lazo que nos une, por lo que, al no morir cuando lo hizo ella, entendí que no estaba en mi realidad sino en alguna especie de situación alterna, lo que me hizo salir con rapidez de esta.

Sólo Apolo, Hades y Hécate se encontraban intentando tranquilizar y ayudar a los demás, algo bastante simple al ser dioses y contar con nuestros propios poderes, sin embargo, con mi bella fue mucho más complicado, su mente humana armando una barrera que nos costó derribar.

—Tenemos que ir por esos hijos de puta, no puedo creer lo que acaban de hacer. —Se queja Poseidón.

—Morfeo es mío, lo haré pedazos con mis propias manos. —Ares tiembla de furia, sus ojos repletos de llamas.

—Aún tengo su rastro, no se preocupen. Debemos ver qué vamos a hacer, no podemos simplemente llegar y atacarlos.

—Es lo que hicimos, Hécate, y no funcionó. Creo que nuestro mejor plan de acción es no tener uno —interviene Apolo.

—Concuerdo con el castaño. De algún modo, Zeus va delante de nosotros. Si no sabe qué haremos, no sabrá cómo responder. —Atenea luce pensativa y resuelta a la vez, meditando sobre la efectividad de su plan, que decidimos seguir.

Siguiendo la bola de energía de Hécate, nos dirigimos con paso rápido a donde nos guía, cuidando todos los flancos desde donde puede llegar un posible ataque, con especial cuidado al saber quién es uno de los aliados de Zeus.

Ares, quien se encuentra al lado derecho de la diosa, nos hace una seña para detenernos, y luego nos dispersa por diferentes lados, Rosalie quedando a metros de donde me encuentro, supongo que para no ser una distracción.

Una explosión se escucha cuando medito qué hacer, así que me dirijo al lado en que ocurrió, manteniendo la posición que me asignaron. Hades y Poseidón se enfrentan a Zeus, quien está protegido por Morfeo, más no por mucho tiempo, ya que el dios de la guerra, fiel a su palabra, se lanza en combate cuerpo a cuerpo contra él, dejándolo quejándose en el suelo.

Mi padre se encuentra vulnerable ante los ataques, así que aprovechamos toda la ventaja que podamos obtener, sin dar tregua, tal y como lo ha hecho él con nosotros, golpeándonos incluso en los lugares que sabe nos duelen más.

Morfeo encuentra a Ares desprevenido por observar al dios acorralado y lanza contra él ese maldito polvillo dorado, cegándolo con una sonrisa malvada en su rostro que nunca imaginé ver. No es un dios demasiado relevante entre nosotros, así que me extraña que esté tomando partido en esta guerra.

Apolo, debemos ver qué le hizo a Ares —hablo a través de nuestro lazo, sabiendo que desde la distancia que nos encontramos, y entre todo el ruido que hay, es casi imposible que me escuche de otro modo.

—¿Qué le hizo quién? Sabes que estoy cuidando a Hera, Artie.

Morfeo, sólo vi que lo cegó de alguna forma.

—Mierda. Espera un segundo, no puedo dejarla desprotegida.

Echo una leve ojeada hacia el lugar donde se encuentran, al parecer conversando, sin dejar de lado al dios que tengo encerrado con mis flechas, dándole en el mismísimo trasero para que recuerde por bastante tiempo lo que nos hizo. No se va a librar tan fácil de haberse metido con nosotros, conmigo ni con Ro. Su llanto está demasiado fresco en mi memoria.

Alguien Que Amaste (Serie Más Humanos Que Dioses 1)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora