Cαρíƚυʅσ Tɾҽʂ

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La chica abrió la puerta cuidadosamente. No quería que alguien la escuchase y tener que escuchar regaños estúpidos.
No podía empezar mal las vacaciones de verano.

Al estar completamente dentro, se dio la vuelta para cerrar la puerta sin hacer ruido.

Lo logró. Lanzó un suspiro aliviado y sonrió.

Dio media vuelta otra vez para ir su habitación, pero la voz de su madre la detuvo.
Claro, ellas siempre tienen un sexto sentido.

— ¿Dónde estabas? —preguntó enojada.

— Lo siento, me entretuve —.

— No lo puedo creer, señorita —exclamó—. Dios, personas perfectas siempre son puntales y nunca se entretienen. ¿Cómo conseguirás trabajo si se enteran que nunca llegas a tiempo?

— Pero mamá... —la interrumpió.

— Pero nada. Y mírate —apuntó su atuendo—. Siempre tienes que ir con vestidos o faldas, ¿qué es eso de llevar pantalón? Te lo he repetido varias veces y no sé cómo no puede entrar a tu cabeza.

— Pero, no me gusta. Los chicos se me quedan viendo y siempre dirigen su mirada a mi trasero —recibió una cachetada.

— ¡Ese vocabulario no es digno de una señorita! ¡Te he educado bien para ser perfecta! —exclamó— ¡Tu hermana a tu edad ya había conseguido novio!

— ¡Deja ya de compararme con ella! ¡Te lo he repetido varias veces y no sé cómo no puede entrar a tu cabeza! —

— ¡No me hables en ese todo y no me vuelvas a contestar así! ¡Ve a tu habitación y quédate ahí! No quiero que salgas y no quiero verte el resto del día hasta que hayas aprendido tu lección —.

La chica sólo miró a su madre directo a los ojos y se fue. No quería saber nada de ella y una parte de _____ agradecía que su madre no quisiera saber nada de ella tampoco.

Corrió escaleras arriba y cuando llegó a su habitación, cerró la puerta dando un portazo.

— 3, 2, 1... —

— ¡Las personas perfectas no dan portazos! —gritó su madre desde la planta baja.

Cerró los ojos y se acercó a su cama sintiendo las lágrimas caer. Se acostó boca abajo y ahogó el sollozo en su almohada.

Siempre era la misma historia. Había intentado demasiadas veces cambiarla, pero siempre hacía algo mal a los ojos de su madre. _____ esto, _____ aquello... Era mucho.

Limpió con brusquedad sus lágrimas y se sentó. Subió la manga de su blusa, observando sus cortes. Sólo lo hizo una vez, para ver si eso pararía su dolor y después no pudo detenerse. Su madre no sabía la existencia de ello y lo agradecía, pues en vez de ayudarla; la haría sentir peor.
No necesita un experimento, para saber que su teoría estaría correcta: «Deberías preocuparte en cómo te quitas esas marcas en tu piel»

Dirigió su mirada hacia el cajón donde guardaba sus cosas de higiene y se levantó para estar delante de este.

Lo abrió y sacó esa pequeña navaja que usaba siempre. Se la había robado a su padre cuando él y mamá habían salido a pasear.

La pasó por su piel, viendo cómo la sangre resbalaba hasta dejar pequeñas gotas en el suelo.

Se encaminó hacia el lavabo.

Limpió la sangre de su brazo y el pequeño artefacto. Mojó un pedazo de papel y limpió también lo que cayó al suelo. Escondió la navaja en su cajón y llegó hasta la ventana.

𝖯𝖤𝖱𝖥𝖤𝖢𝖳𝖠𝖲                    𝖨𝖬𝖯𝖤𝖱𝖥𝖤𝖢𝖢𝖨𝖮𝖭𝖤𝖲Donde viven las historias. Descúbrelo ahora