Cαρíƚυʅσ Dσƈҽ

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Bill Denbrough pedaleó con rapidez hacia la casa de la calle Neilbolt.
Si había una esperanza de encontrar a Georgie y llevarlo a casa, cada segundo contaba.

Al estar enfrente, tiró su bicicleta y miró la casa por unos instantes, debatiendo si esto era o no una buena idea. Alejó esos pensamientos negando con la cabeza, ¡claro que era una buena idea! Encontraría a su hermano y los dos finalmente se irían a casa.

Sin más preámbulos, se adentró.

— Él lanza sus puños contras los p-postes y aun así insiste en que ve f-f-... —

— ¡Bill! —

El chico volteó y se encontró con la pelirroja, seguido de los demás perdedores. Todos tiraron sus bicicletas y caminaron a paso lento hacia él.

— Bill, no puedes entrar —habló—. Es una locura.

— Les dije que no tenían que venir conmigo —contestó firme—. ¿Pero qué pasará cuando otro Georgie desaparezca? ¿U otra Betty u otro Ed Corcoran? ¿O uno de nosotros? ¿Van a fingir que no pasa nada como los demás en Derry? Porque yo no —hizo una pausa—. Cuando vuelvo yo solo veo que Georgie no está ahí. Su ropa, sus juguetes, sus estúpidos animales de peluche... pero él no. Así que entrar a esta casa, para mí, es más fácil que ir a la mía.

Se dio la vuelta decidido y subió el porche.

— Wow —exclamó Richie.

— ¿Qué? —preguntó Ben sin entender.

— Él no tartamudeó —.

Los chicos empezaron a subir.

— ¡Esperen! —la voz del rizado les hizo dar la vuelta— ¿No creen que debería vigilar alguien? —no contestaron— Sólo en caso... de que algo malo pase.

— ¿Quién q-quiere quedarse afuera? —

Todos los varones levantaron la mano.

— Rayos —maldijo Richie.

>><<

Luego de decidir quién entraría y quién no, en los adentros de la casa Neilbolt se encontraban Bill, Richie, _____ y Eddie.

— No puedo creer que perdiera —habló el de anteojos—. Tienen suerte que no fue medición de penes.

— Cállate, Richie —.

Los chicos -y chica- miraron a su alrededor. Como esperaban, estaba todo cubierto de polvo, telarañas, bichos y animales.

— Lo puedo oler —comentó Eddie.

— No respires por la boca —sugirió Richie.

— ¿Por qué? —

— Te lo estás comiendo —completó la chica.

El asmático casi vomita por el asco. De su cangurera sacó su inhalador y le dio una bocanada.

Richie colocó su atención en una de las habitaciones. Se alejó de los chicos y fue a investigar. Detrás de un sofá de la habitación, se encontraba un árbol repleto de telarañas. El de anteojos agarró un papel que habitaba en una de las tantas ramas.

La cara de susto que tenía fue la que alertó a sus amigos.

— ¿Qué? —

— Dice..., dice que desaparecí —Bill llegó a su lado y observó el cartel.

— T-tú no desapareciste, Richie —.

— "Policía, ciudad de Derry" —habló alterado—. Es mi camiseta, mi cabello, es mi cara.

— Cálmate —.

— ¡Es mi nombre, es mi edad, es la fecha! ¡Lo dice aquí! —Bill le arrebató el papel y lo tiró— ¡¿Qué no entiendes?! ¡Desaparecí, voy a desaparecer! ¡Maldición!

La chica le tendió una cachetada. Agarró las mejillas del bocazas y lo obligó a verla a los ojos.

— Eso no es real, sólo está jugando contigo. Nadie dejará que algo te pase... Yo no dejaré que algo te pase, estaré a tu lado —.

— ¿Hola? —una voz en el piso de arriba hizo que todos dirigieran su mirada a esa dirección— ¿Hola? —se acercaron hacia las escaleras— ¡Ayúdenme, por favor!

Los chicos subieron las escaleras llegando al piso superior. Habían varias habitaciones y un gran corredor. Al final de este, se encontraba la voz que pedía ayuda. Estaba tendida en el piso mientras tosía.

— ¿Betty? —

— ¿Ripsom? —

La chica volteó, pero con un grito desapareció tras ser jalada por los pies.

Los chicos se sobresaltaron. Miraron el lugar en donde anteriormente se encontraba Betty y a paso lento se fueron acercando. Bill, _____ y Richie iban adelante, en cambio Eddie iba un poco más atrás.

— Eddie... —escuchó—, ¿qué estás buscando?

El chico giró, pero sin poder ver al causante de la voz.

— Chicos —los llamó con la voz temblorosa—, ¿oyeron eso?

Los otros tres siguieron caminado, sin escuchar al más pequeño.

Asustado, sacó de su cangurera su inhalador y nuevamente le dio una bocanada. Claro que la suerte no está de su lado, ¿qué mejor que el asmático pierda y tenga que entrar a una casa embrujada?

Bill, _____ y Richie llegaron a la habitación. Los tres observaron todo a su alrededor, pero no había rastro de que alguien hubiera estado ahí.

— Estaba aquí, ¿a dónde se fue? —

Sin que ninguno se diera cuenta, la distancia que había entre ellos y Eddie se volvió más larga.

El más pequeño suspiró aterrado; todavía no se había dado cuenta de que sus amigos ya estaban al otro lado del pasillo.

— Chicos —.

Se abrió la puerta de una de las habitaciones y pudo escuchar un gruñido con claridad. Eso no era bueno.

— Chicos, chicos —volteó—. ¡Chicos!

Corrió como si su vida dependiera de eso al ver cómo la puerta se cerraba; sin embargo, esta logró su cometido con un gran portazo que hizo que sus amigos se dieran la vuelta.

Bill, Richie y _____ se espantaron al no verlo ahí parado junto a ellos.

— ¡Chicos, chicos! —se oyó en el otro lado.

— ¿Qué? —Bill intentó abrir la puerta, pero esta no cedía— ¡Eddie!

— ¡Chicos! —

Estando a punto de llegar, el piso se rompió y se formó un gran oyó que dejaba ver el piso de abajo. El asmático gritó de terror.

— ¡¿Qué es esto?! —

Miró hacia abajo, en el instante en que una escalofriante música de circo invadió sus oídos y una mano muy maltratada llena de vendajes se posó en su hombro.

El chico se giró lentamente para después tener al mismo leproso que había visto antes.

— Hora de tu pastilla, Eddie —.

El antes nombrado abrió los ojos aterrados y sin querer, cayó en el hoyo rompiendo una mesa de madera por completo y amortiguando un poco su caída.

Miró su reloj y el sonido que este emitía indicando que tenía que tomar una de sus tantas pastillas fue lo último que escuchó antes de quedar inconsciente.

𝖯𝖤𝖱𝖥𝖤𝖢𝖳𝖠𝖲                    𝖨𝖬𝖯𝖤𝖱𝖥𝖤𝖢𝖢𝖨𝖮𝖭𝖤𝖲Donde viven las historias. Descúbrelo ahora