Cαρíƚυʅσ Uɳσ

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Enfrente de la computadora yacía un Bill Denbrough con la mirada seria y sin mover un músculo.

Miraba el artefacto sin expresión alguna, sin tener una idea de cómo continuar.

Y estaba apunto de tener un ataque, si no fueran por los golpecitos en su puerta.

Dirigió su mirada a esta, pero antes de poder hacer algo, alguien ya la estaba abriendo.

Se bajó los lentes con un movimiento de cabeza y empezó a escribir en su computadora mientras escuchaba el sonido de unos tacones subiendo las escaleras.

— ¿Señor Denbrough? —una señorita apareció por el umbral— Lo necesitan en el set.

Bajó las escaleras y cerró la puerta de su camerino.

Se giró hacia la señorita y empezaron a caminar.

— Iremos por aquí —indicó ella.

El portón empezó a cerrarse conforme se acercaban.

Bill corrió para lograr adentrarse.

— Lo lograré —.

— ¡No, no lo hagas! —

Pasó por el pequeño espacio que quedaba y se reincorporó.

— ¡Oye! —él volteó— ¡Aléjate de la puerta!

— Por favor, ¿nunca has visto Indiana Jones? —replicó.

Dio media vuelta y tuvo que meter el estómago para no chocar con un carrito.

— Cuidado —habló el empleado al pasar.

Siguió con su camino.

— Oye, ¿eres parte del equipo? —interrumpió uno.

— Soy el escritor —contestó Bill vagamente mirando al hombre por encima del hombro.

Continuó su camino y se posicionó detrás de una chica, quien parecía estar practicando expresiones con un pequeño espejo que tenía en mano, mientras otros empleados la retocaban. 

Se dio cuenta de la presencia del chico cuando un ayudante se acercó a ella para avisarle.

— Tu esposo está aquí —.

Dio media vuelta con rapidez.

— ¡Hola! ¿Terminaste el guion? —se acercó a Bill con una mueca.

— Todos, despejen la grúa —.

Y antes de poder contestar, alguien llegó hasta ellos subido en una grúa.

— Amigo mío, una película necesita un final —Bill enarcó las cejas incrédulo—. Lo sabes, ¿verdad?

— Ah, sí —.

— Dijiste que necesitabas otro día para terminar el guion, y estamos filmando. Es esta noche —replicó su esposa.

— Como en 17 horas —.

— Todos tranquilícense, ¿de acuerdo? —intervino el director.

— Estoy tranquilo —contraatacó Bill.

— Quiero que te sientas satisfecho con la película —habló el director, ignorando lo anterior dicho—. ¿Me entiendes? Estoy de tu lado.

— Es fantástico. Porque en mi libro, el final... —

— Es muy malo —terminó el mayor—, con todo respeto. A la gente le encantó tu libro, le encantó. Pero odiaron el final.

— Dijiste que te había gustado el final —.

𝖯𝖤𝖱𝖥𝖤𝖢𝖳𝖠𝖲                    𝖨𝖬𝖯𝖤𝖱𝖥𝖤𝖢𝖢𝖨𝖮𝖭𝖤𝖲Donde viven las historias. Descúbrelo ahora