Cαρíƚυʅσ Vҽιɳƚҽ

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Después de que el evento de Stan haya terminado, Richie y _____ fueron a saludarlo y a felicitarlo.

No tardó mucho su conversación, así que después de un rato los dos chicos se fueron al Arcade.

Pasaron un buen momento, cambiando de videojuego a otro y el de anteojos burlándose de la chica al ver que la pobre no podía jugar.

En ese momento estaban en Street Fighter, con el chico jugando y _____ viéndolo divertida por las muecas extrañas que hacía.

— ¡Richie! —

La voz agitada del tartamudo los hizo voltear, pero Richie no tardó tanto en volver a su juego.

— ¿Qué quieres? —

— Hola, Bill —la chica sonrió.

— _____ —devolvió la sonrisa, pero al instante la borró.

— ¿Pasa algo? —

— ¿Ves al que estoy golpeando? —interrumpió el de anteojos— Imagino que eres tú.

— E-eso tiene a Beverly —ignoró el comentario anterior.

— ¿De qué estás hablando? —

— Eso, Richie —hizo una pausa —. Tiene a Beverly.

El chico giró a ver a su amigo mientras que la chica se reincorporaba asustada.

>><<

El teléfono en la casa del asmático sonó. Se levantó de la silla en la que estaba sentado mientras escribía algo en su yeso y contestó.

— ¿Hola? —

Escuchó atentamente y observó a su alrededor antes de responder.

— De acuerdo —alejó el teléfono y suspiró, para luego colocárselo cerca del oído otra vez—, los veo allá.

Colgó y caminó con firmeza hacia la puerta, pero su madre le cortó el paso.

— ¿Y a dónde crees que vas, Eddie? —

— Con mis amigos —respondió sin rodeos.

— Cariño, te dije que no. Te recuperas de tus dolencias, mi amor —.

— ¿Mis dolencias? Oye, ¿qué dolencias, mamá? —sacó de su cangurera las pastillas— ¿Saben qué son? ¡Son placebos, son mentiras! —las arrojó contra el suelo.

La mamá observó las pastillas esparcidas alrededor suyo y después movió sus ojos hacia su hijo.

— Te sirven, Eddie —habló serena—. Tenía que protegerte.

— ¿Protegerme? ¿Mintiéndome para mantenerme en esta pocilga? —preguntó incrédulo— Perdón, pero los únicos que querían protegerme eran mis amigos y por ti les di la espalda cuando más me necesitaban. Así que me voy.

Rodeó a su madre y salió de la casa con la Sra. Kaspbrak detrás.

— No, mi amor —trató de agarrarlo—. Eddie, regresa.

El chico bajó las escaleras ignorando los llamados desesperados de su madre.

— Lo siento, mamá, tengo que ir con mis amigos —se alejó y se fue.

— Eddie, no me hagas esto. ¡Por favor! ¡Eddie! —

>><<

Los 7 amigos pedaleaban con rapidez hacia la casa de la calle Neibolt.

Ya enfrente, bajaron y tiraron sus bicicletas al suelo para adentrarse a las rejas.

— Chicos, alístense —.

𝖯𝖤𝖱𝖥𝖤𝖢𝖳𝖠𝖲                    𝖨𝖬𝖯𝖤𝖱𝖥𝖤𝖢𝖢𝖨𝖮𝖭𝖤𝖲Donde viven las historias. Descúbrelo ahora