Prólogo. ¿Un principio?

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Luces y sirenas de coches policía, disparos, una casa en llamas, mi cuerpo quemándose en las cenizas, unos brazos arrastrándome hacia el exterior de la casa y un grito desgarrador que resuena en mi cabeza. Eso es todo lo que recuerdo de la noche en que la parte más importante de mi murió, la de la esperanza y el amor.

Abro los ojos y estoy en una habitación de hospital. Llevo unos dos meses aquí encerrada, los mismos que llevo soñando y recordando lo mismo: La casa en llamas, policías rescatándome y esa sombra negra. Nunca puedo ver quién es, siempre despierto. Odio despertar. Intento levantarme de la cama pero estoy muy débil, los médicos siguen haciéndome pruebas para ver que me pasa. No tienen ni idea, mi cuerpo está débil porque no quiere seguir viviendo. Quiere morir para deshacerse de este sufrimiento. Vuelvo a cerrar los ojos intentando descubrir quién es esa maldita sombra, pero nada. Es inútil.

Oigo la puerta de la habitación abrirse y abro los ojos para ver quién es. Es Ben, mi enfermero. Es muy bueno conmigo, aunque me hace preguntas muy raras. Tengo mucha confianza con él, siempre le cuento sobre mi sueño y él siempre me pregunta con los ojos brillantes sobre la sombra. Parece estar muy interesado. Pero ahora parece triste o... ¿enfadado? ¿Por qué será? Detrás de él aparece John, mi médico. Viene muy serio, con los labios formando una fina línea. ¿Qué le pasa hoy a todo el mundo? Ben se sienta en la silla que hay del lado de mi cama y me coge la mano, acariciando mis nudillos repetitiva y tranquilizantemente. John se pone en la punta de la cama y suspira antes de hablar.

-Leena, ya tenemos los resultados de tus pruebas... Aunque ya se veía por tu estado psíquico, hoy se ha confirmado. Tienes amnesia.

Me quedo en silencio, absorbiendo toda esa información. Intento esconder mi cara debajo de mi largo pelo negro, pero sé perfectamente que Ben me estaba viendo. Lo miro y está preocupado. Le sonrío tranquilizante y este me devuelve la sonrisa.

-Leena, deberías hablar... -vuelve a hablar John. –Llevas dos meses sin decir nada, esto ya es preocupante.

Es la verdad. Desde que llegué no he dicho nada, solo hablo con Ben. Pero mis frases suelen ser cortas, como si mi boca no quisiese hablar mucho por miedo a decir algo que les haga creer que estoy loca y me encierren en una sala de esas para locos enfermos. Ben a veces me cuenta mi primera noche aquí, como si fuera un cuento para niños. Le da énfasis a las palabras y habla con emoción, moviendo los brazos e haciéndome sonreír alguna que otra vez. Creo que esas son las únicas veces que muestro algún sentimiento.

-Leena... -esta vez habla Ben. Lo miro con los ojos cargados de lágrimas. No voy a llorar, no delante de ellos. –Aún hay más... -murmura triste. ¿Qué? ¿Más? Lo miro sin entender. Él solo suspira y mira a John, que este dirige la mirada de su carpeta con mis resultados a mí.

-También hemos descubierto porque tu cuerpo es tan débil. En el incendio de tu casa, las llamas quemaron tu cuerpo y dañaron tu sistema nervioso. Tu situación es mortal Leena, por eso hemos decidido traspasarte a un hospital especializado en accidentes del sistema nervioso.

Abro los ojos como platos. ¿He oído bien? Vuelvo a mirar a Ben, está llorando pero se limpia las lágrimas rápidamente.

-Tengo que irme Leena, tengo más pacientes que atender. –John se gira y se va por donde ha venido. Ben me mira y miro la puerta en señal de que la cierre. Ben se levanta y rápidamente la cierra. Vuelve a acercarse a la cama, pero esta vez, se tumba a mi lado y me abraza con fuerza.


-Tengo miedo Ben... -mi voz sale de mis labios en un susurro. Escondo mi cara en su pecho y lloro desconsolada. Tengo miedo, mucho miedo de lo que me pueda pasar. No quiero sentirme más sola de lo que ya estoy.

Recuérdame en InviernoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora