5. Este sillón es una mierda

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Ya han pasado cinco días desde que me tomé la pastilla negra de Ben. No deja de preguntarme si estoy bien o si me duele algo. Creo que está preocupado por si la pastilla no hace efecto o peor aún, me mata...

Estamos en mi habitación, charlando tranquilamente, cuando entra Zack con una carpeta llena de papeles.

-¡Hola chicos! –nos sonríe amable mientras se acerca a la cama. -¿De qué hablabais?

-¡Compartíamos conocimientos sobre leyendas urbanas que supiésemos! –le sonrío de vuelta.

-¿Qué? ¿No serán esos creepypastas raros de los que no deja de hablar Leena, verdad Ben? – mira a Ben y parece ¿enfadado? –Te dije que esos temas de conversación no la ayudan en nada... -suspira cansado. Yo los miro con los ojos abiertos como platos. ¿Le había dicho a Ben que no hablara conmigo sobre creepypastas? ¿Por qué? Nota mental: Agradecerle a Ben que no haya hecho caso a Zack. –Bueno Leena, tenemos tus resultados. ¿Quieres verlos con Ben al lado o quieres que sean 100% privados?

-Seguramente se lo has enseñado a todos los enfermeros que te has encontrado de camino aquí, o sea que privado no es. -digo de forma seca, estoy enfadada con él por su comentario hacia Ben.

-¿Por qué estas así conmigo, Leena? –me habla como si fuera una niña pequeña. Desde que estoy encerrada en estos hospitales todos me tratan así, pero ahora me mosquea.

-¡Porque querías que Ben dejara de hablarme de lo que me gusta e interesa! –me pongo de pie encima de la cama y lo miro. Si las miradas mataran, él estaría peor que una víctima de Eyeless Jack...

-No te hacen ningún bien, Leena. Son historias tontas que... -no le dejo terminar la frase. Me acerco a él, caminando lentamente por la cama.

-¡No! ¡No son historias tontas! ¡Son reales y están entre nosotros! –estoy muy indignada con este hombre, enserio.

-¿Quieres un consejo, Leena? Si quieres salir de este hospital debes dejar de hablar de esas cosas, solo haces que la gente piense que estás loca y quieran encerrarte en un manicomio. –está muy serio, con la mandíbula tensa. Sé que no está mintiendo, es la más pura verdad... Debo evitar este tema para poder ser libre. Empalidezco al pensarlo y me siento con las piernas cruzadas en la cama. Zack se acerca a mí lentamente, como si tuviera miedo de que le ataque. Al ver que estoy más calmada, abre la carpeta y empieza a leer los resultados de las pruebas.


Paciente: Leena Bronx

Resultados de su análisis:

Su sistema nervioso ha quedado completamente arreglado. Las células regenerativas han actuado perfectamente. No hay ningún daño presente en la zona interna.

Su amnesia no puede ser tratada mediante medicamentos. Se requieren los servicios de un psiquiatra.


Al terminar de leer, Zack me mira. ¿Ya está? ¿Cinco días para decirme que ya estoy bien? Bufo resignada al pensar que quieren contratar un psiquiatra para ayudarme con mi amnesia. Nunca me han gustado, la verdad.

-Esta tarde tendrás tu primera sesión con tu psiquiatra. Él te ayudará, es bueno para ti...

-Empiezo a dudar de que me quieras ayudar, sinceramente... -murmuro mirando por la ventana, el cielo está lleno de nubes negras de tormenta, esta noche haré una escapada a respirar aire puro y a relajarme con la lluvia sobre mi piel... Zack suspira demasiado fuerte y me hace volver a la realidad, dentro de una habitación aburrida que mataría el espíritu de cualquier persona.

-Y evita hablar sobre esas cosas, ¿vale? Recuerda tu objetivo: salir de aquí... -y se va, dejándome con ganas de contestarle.

-Leena, déjalo... Debes olvidarte de ellos, aunque solo sea unos días, los suficientes para salir de aquí... Por favor, hazlo por mí... -murmura Ben, acariciándome la espalda suavemente para que me tranquilice.

-Está bien, lo haré por ti. –sonrío y le beso la mejilla.


Estoy sentada en un sofá verde, es muy incómodo. Miro el reloj de la pared, he llegado cinco minutos antes de la hora prevista y ahora tengo que aguantar mi aburrimiento... Recuerdo que antes siempre llegaba tarde a todas partes y mis compañeros de piso fingían estar enfadados. Espera... ¿acabo de recordar eso? ¡Genial! Sonrío feliz y cierro los ojos durante un segundo para disfrutar del momento.

El sonido de la puerta abrirse me sobresalta y abro los ojos rápidamente. Entra un hombre de mediana edad y me sonríe tranquilo. No deja de mirarme en ningún momento, ni cuando deja su chaqueta en el perchero, ni cuando coge una libreta y un boli de su maletín. Me incomoda demasiado, bajo la vista y me miro los nudillos de las manos, están completamente blancos. Sigo subiendo la mirada por mis brazos y veo las marcas. Están igual que la primera vez que las vi, excepto por la que estaba medio borrada que ahora es un poco más visible y la que estaba con la tinta corrida cada vez está peor, da un poco de miedo... Subo más la vista y me encuentro con el hombre sentado en la butaca azul de delante. Tiene el ceño fruncido y me mira cómo si intentara descifrar lo que estoy pensando.

-Me está intimidando... -digo con un hilo de voz. Y es la verdad, este hombre me da un poco de miedo. Se sorprende por mi frase y ladea la cabeza levemente.

-Lo siento. –suspira y parpadea varias veces. –Soy Mike, tu psiquiatra.

-Me lo imaginaba. –digo en tono burlón.

-Uy, te crees muy lista, ¿verdad? –me responde en el mismo tono y no puedo evitar reírme. -¿Cómo estás?

-Con amnesia.

-No estaba preguntando eso.

-Lo sé. –aprieta los labios en una fina línea y apunta algo en la libreta.

-¿Qué es lo último que has podido recordar?

-Que siempre llegaba tarde a todas partes. Y que vivía con mis compañeros de piso.

-¿Dónde?

-No lo sé.

-¿Recuerdas a alguno de tus compañeros de piso?

-No. –lo apunta en su libreta y me vuelve a mirar fijamente. Nos quedamos en silencio unos segundos, los mismos que utilizo para pensar que este sillón es la cosa más incómoda del mundo.

-¿En qué estás pensando?

-En que este sillón es una mierda.

-Sí, lo es. –y vuelve a sonreír.

Recuérdame en InviernoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora