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A esa hora de la tarde no habían tantos niños fuera de sus casas, mas siempre era de encontrarse con los dos mismo amigos de toda la vida. Ya sea jugando con el balón del mayor o con los peluches del menor. Siempre se los veía juntos sin desperdiciar el tiempo. Y es que ellos no eran conscientes del día pasar, pues juntos todo parecía ir más lento, más llevadero, juntos la vida se frenaba para darles el tiempo necesario para ser felices.

—¡Ya, hyung, devuelveme el balón! —gritó el má pequeño mientras correteaba al más grande por el parque.

—¡Tienes que alcanzarme, Innie! —respondió el pelinegro, aprovechando para subirse a uno de los juegos del parque. A su menor le asustaban las alturas, siempre lo supo y nunca desaprovechó una oportunidad para molestarlo con ello.

—¡No seas malo, Hyunjin, se supone que debemos jugar los dos juntos! ¡No tú solo! —lloriqueó Jeongin al reconocer que no era capaz de subirse a ese enorme, y alto, juego. Era un miedoso. —Si no bajas, ya no seré tu amigo nunca más.

El mayor al ver que el pequeño estaba dispuesto a irse, no dudó en bajar por el tobogán y corretear detrás de Jeongin con la intención de alzarlo. Pero sus piernitas eran cortas y no era tan rápido como Jeongin. Arrojó el balón, impactando contra la pobre cabecita del más bajo. Hyunjin podía ser no tan rápido pero eso sí, siempre tendría una muy buena puntería y fuerza.

—¡Lo siento, Innie! —gritó cuando el menor comenzó a perseguirlo nuevamente pero, esta vez, no para quitarle el balón, sino por venganza. ¡Le había golpeado con el balón! Hyunjin era un amigo muy malo y Jeongin era un poco fácil de hacer enojar.

Los dos pequeños siempre se encontraban en una constante discusión. Cada vez que se juntaban a pasar el día, siempre terminaban peleando por algún estúpido e insignificante motivo. Mas reconocían que era imposible separarse. A Jeongin me molestaba demasiado que su hyung fuera tan bruto con él y lo cargoseara todo el tiempo, y Hyunjin disfrutaba mucho de hacer el tonto para que el menor se enojara y le pegara. ¡Y sí que pegaba fuerte!

El sol comenzaba a ocultarse por el horizonte aquella tarde, dando comienzo al bonito atardecer que siempre veían juntos, sucios, y sudorosos por haber estado jugando todo el día. Hasta que sus madres vinieran por ellos a llevarlos a casa, bañarlos y darles de comer. Hyunjin y Jeongin se conocían desde siempre, sus madres eran amigas de la vida y a ellos les parecía bien estar juntos.

—Ya quiero ser grande —suspiró Hyunjin, Jeongin se giró curioso por su comentario. A él también le gustaría ser grande, pero no tenía prisa.

—¿Por qué? —indagó el menor. Se encontraban cada uno de una hamaca, Jeongin se balanceaba con su propio peso mientras que Hyunjin daba vueltas, enrollando la cadena que lo sostenía.

—Porque cuando sea grande me presentaré como alfa, y tú serás mi omega —orgulloso respondió Hyunjin, con el mentón en alto. Jeongin lo miró con una ceja arqueada y luego negó repetidas veces. No era que le desagradara la idea de ser Omega, pero él estaba seguro que sería un fuerte y bonito Alfa. Hyunjin no podía venir y arruinar sus planes.

—No seré tu Omega, porque seré Alfa, Hyunjin.

—¿Qué? ¡No! Una cosita tan linda como tú no puede ser Alfa, Innie, es contra las reglas ¡Serás mi Omega! Mi omega lindo, precioso, y bonito. Mío, mío, y solo mío.

Jeongin odiaba que su hyung lo tratara de algo demasiado bonito. Cuando su madre le agarraba las mejillas a él no le gustaba, porque luego le dolían y se ponían rojas. A Hyunjin le gustaba copiar la acción de su madre haciendo enojar al pequeño. Quizá por ese exceso de ternura que tenían los demás sobre él, era un repelente para las cosas dulces.

Caramelo [Hyunin] OmegaverseDonde viven las historias. Descúbrelo ahora