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Si los mosquitos se habían enamorado de Jeongin. Entonces seguramente las luciérnagas lo estaban de Hyunjin. ¿A esto se le llama preferencia? De todas formas no le gusta tener bichos merodeando cerca de su cara.

—¿Tengo algo en la cara?

Sí, bueno, demasiados insectos luminosos titilando exageradamente como si estuvieran excitados. Pero Jeongin no va a subirle el ego de aquella forma al bonito azabache que no deja de sonreír con las mejillas sonrojadas y los ojos hechos dos líneas por la expresión.

—Hueles mal —susurra Jeongin tratando de esquivar la mirada del otro. Misión imposible si los brazos del alto se interponen a cada lado.

Tenerlo cerca lo abruma. Porque puede sentir la presencia del animal demasiado potente para alguien tan endeble como él. Endeble por la razón de su enfermedad que minuto a minuto se encarga se destrozarlo, pero obvio, no va a mencionar nada del dolor que siente al hacer algo tan sencillo como recostarse sobre el césped. Puede hacerlo. El aguantar los pastitos recién crecidos clavarse como cuchillas en su columna sobresaliente. Puede hacerlo porque de alguna u otra forma no conseguiría nunca en su vida esta escena de película donde alguien tan deslumbrante como Hwang Hyunjin lo acorralara contra la tierra y no dejara de besarlo.

Ojalá poder vivir de sus besos. Pero es imposible, al menos por el momento. Los labios de Hyunjin dan la sensación de cortar. A pesar de los suaves que aparentaban el primer periodo de libertad, ahora nada aquella suavidad queda. Quizá sea él quien perdió la sensación delicada del tacto suave. Porque incluso está esperando llegar a la cama y saber si también le van a raspar la piel como lo hace el césped debajo suyo.

Aun así, escapar de esa imagen preciosa no es su primer plan. Ni el segundo ni mucho menos el último. Parece un sueño, pues Jeongin no está seguro de qué tanto puede amar alguien para permitirse ese dolor. O cuánto amor puede tener una persona hacia otra para dejarlo todo y huir.

Una familia. Una esposa y una amante. Hijos, un perro y cuentas por pagar. Una vida miserable con la actitud miserable que siempre lo caracterizó. Así, con una casa promedio con las paredes desgastadas, goteras en el techo y, obvio, un trabajo donde lo esclavizaran si es que no llegaba a la política por su expediente de "Alfa puro". Esa, es la vida que Yang Jeongin toda su vida ideó, incluso se ha tomado el trabajo de que su futura pareja fuera una mujer para que en sus fantasías Hwang Hyunjin ni siquiera se apareciera por accidente. Y por un tiempo lo logró.

No obstante ahora está aguantando su dolor por mantenerlo cerca un poco más de tiempo antes que el momento por fin acabe. Y los ojalá jamás se sintieron tan efímeros como esta vez. El tiempo no va a detenerse una vez más por ellos. Por él. Las agujas del reloj corren como la liebre y él ya no pude evitar quedarse atrás como una tortuga. Siquiera está seguro de que la fábula se repita, esta liebre corre velozmente con la meta frente a sus ojos y no va a dejar de correr hasta alcanzarla. Agujas que se mueven y no miran a su contrincante atrás, ya lo han olvidado.

Y tal vez, Jeongin no está dispuesto a seguir en la carrera.

Pero por la persona que tiene enfrente va a hacerse el tonto toda la vuelta del reloj. Es él quien se tomará un descanso sabiendo que la carrera ya está perdida a pesar que no termina. Es él quien se va a dejar besar otra vez por los labios que algunas vez le parecieron lo más cercano a besar una nube, y ahora lo lastima. Después de tanto juego, el ratón por fín se deja atrapar por el gato y ahora es amado.

—Diría que me gusta cuando sonríes pero nunca lo haces —Hyunjin habla después de ese tiempo donde ambos prefirieron admirar la belleza del contrario en silencio.

—Entonces di que te gusta cuando no sonrío —contesta en un mismo tono bajo Jeongin.

—Pero no me gusta cuando no sonríes, Innie.

Caramelo [Hyunin] OmegaverseDonde viven las historias. Descúbrelo ahora